El tesorero me miro con astucia-. La noche en que mataron al comisionado Singleton, que Dios tenga en su gloria - apostillo piadosamente-, estaba en casa del administrador.
– Sois un hombre muy atareado -le dije-, pero al menos teneis ayudantes. Ese anciano y el muchacho.
El hermano Edwig se volvio con viveza.
– Si, aunque el chico, mas que ayuda, es un estorbo.
– ?Como es eso?
– No tiene cabeza para los numeros. Le he ordenado que busque los libros que habeis pedido; espero poder entregaroslos enseguida. -El tesorero dio un resbalon, y tuve que agarrarlo del brazo para que no se cayera-. Gracias, doctor Shardlake. ?Dichosa nieve!
Durante el resto del camino, el tesorero se concentro en mirar donde ponia los pies y no dijimos nada mas hasta que llegamos a las dependencias del monasterio. Nos despedimos en el patio; el hermano Edwig regreso a su trabajo y yo me dirigi a la enfermeria. Necesitaba comer algo. Pense en el tesorero. No era sino un chupatintas obsesionado con su trabajo como responsable de la economia de la comunidad, probablemente con exclusion de todo lo demas, que estaba dedicado al monasterio en cuerpo y alma. ?Estaria dispuesto a tolerar el crimen para protegerlo, o significaria eso cruzar la linea entre lo blanco y lo negro? Era un individuo antipatico, pero, como le habia dicho a Markla noche anterior, eso no lo convertia en un asesino, del mismo modo que la simpatia que me inspiraba el hermano Gabriel no lo convertia en inocente. Suspire. Era dificil ser objetivo entre aquella gente.
Cuando abri la puerta de la enfermeria, todo parecia tranquilo. El monje anciano dormia en su cama y el ciego en su sillon, pero la cama del monje grueso estaba vacia; puede que el hermano Guy lo hubiera convencido de que habia llegado el momento de marcharse. El fuego crepitaba acogedoramente en la chimenea e hice una pausa para calentarme.
Estaba observando el vapor que ascendia de mis calzas, cuando oi ruidos procedentes del interior: una confusa barahunda, seguida de chillidos y gritos, y del estrepito de cacharros de porcelana contra el suelo. El alboroto se oia cada vez mas cerca. Me volvi sobresaltado hacia la puerta de las habitaciones en el momento en que se abria de golpe y, en agitada confusion, irrumpian en la sala Atice, Marky el hermano Guy, rodeando a una delgada silueta vestida con un camison blanco, la cual rompio de improviso el cerco y echo a correr por la sala. Reconoci a Simon Whelplay, aunque apenas se parecia al palido espectro con el que habia hablado la noche anterior. Tenia la cara congestionada, los ojos desorbitados y los labios rebosantes de espuma. Parecia querer decir algo, pero solo conseguia jadear y grunir.
– ?Dios santo! ?Que esta pasando aqui? -le pregunte a Mark.
– ?Se ha vuelto completamente loco, senor!
– ?Rodeadlo! ?Atrapadlo! -grito angustiado el hermano Guy gesticulando hacia Alice, que extendio los brazos y avanzo hacia el chico por un lado de la sala.
El enfermero y Mark la imitaron y rodearon al novicio, que se quedo inmovil, mirando a su alrededor con ojos de demente. El monje ciego se habia despertado y volvia la cabeza a todas partes, asustado y boquiabierto.
– ?Que ocurre? -pregunto con voz tremula-. ?Hermano Guy?
En ese momento ocurrio algo terrible. Whelplay parecio advertir mi presencia y, al instante, inclino el tronco hacia delante y comenzo a imitar mis desmanados andares. No conforme con eso, extendio los brazos y empezo a moverlos de atras hacia delante al tiempo que agitaba los dedos, algo que acostumbro a hacer cuando estoy alterado, segun dicen quienes me han visto en los tribunales. Pero ?como podia saberlo Whelplay? Una vez mas, recorde mi epoca de estudiante, en la que mis despiadados companeros imitaban mis movimientos, y confieso que, al ver al novicio moviendose por la sala, gesticulando con la espalda encorvada, se me erizo el vello de la nuca.
Un grito de Mark me devolvio a la realidad.
– ?Ayudadnos! ?Agarradlo, senor, por lo que mas querais, o huira de la enfermeria!
Con el corazon palpitante, yo tambien extendi los brazos y avance hacia el chico. Al acercarme y mirarlo a los ojos, senti un escalofrio. Tenia las pupilas dilatadas hasta el doble de su tamano y me miraba salvajemente, sin dar muestras de reconocerme, a pesar de que continuaba con su pantomima. Recorde que el hermano Gabriel habia aludido a la intervencion de fuerzas satanicas y, con un estremecimiento de terror, pense que el novicio podia estar endemoniado.
Cuando estabamos a punto de atraparlo, salto hacia un lado y, antes de que pudieramos reaccionar, desaparecio por una puerta entreabierta.
– Es el bano -dijo el hermano Guy-. No tiene salida. Pisad con cuidado, el suelo esta resbaladizo -nos advirtio precipitandose al interior.
Alice fue tras el. Mark y yo nos miramos indecisos durante un instante y entramos tras ella.
El bano estaba en penumbra, pues no recibia mas luz que la lechosa claridad que penetraba por una ventana medio tapada por la nieve. Era una sala cuadrada con suelo de baldosas y una piscina vacia de poco mas de una vara de profundidad en el centro. En un rincon se veian cepillos y rascadores. El aire estaba impregnado de un penetrante olor a moho y humanidad. Oi un rumor de agua y vi que la caneria del desague atravesaba la piscina. Simon Whelplay estaba en la otra punta, con el cuerpo aun encorvado y tiritando bajo el camison. Yo me quede en la puerta mientras el hermano Guy se acercaba por un lado y Alice y Mark por el otro.
– Vamos, Simon, soy yo, Alice -dijo la chica extendiendo una mano hacia el novicio-. No queremos hacerte dano.
No pude por menos que admirar su sangre fria. Pocas mujeres se habrian acercado a semejante aparicion con aquella serenidad.
El novicio se volvio con el rostro desfigurado por una expresion de angustia. La miro durante unos instantes, sin reconocerla, y a continuacion poso los ojos en Mark. Le apunto con su huesudo indice y, con una voz ronca y cascada, muy distinta de la suya, le grito:
– ?Alejate de mi! A pesar de tu elegante ropa, eres un servidor del Diablo. ?Los veo, veo a los demonios revoloteando en el aire, numerosos como motas de polvo! ?Estan en todas partes, aqui tambien!
El novicio se tapo los ojos con las manos, se tambaleo e inesperadamente cayo al vacio. Oi un crujido de huesos cuando el cuerpo choco contra el fondo y, al acercarme, vi que estaba inmovil, boca abajo, sobre la caneria. A su alrededor habia pequenos charcos de agua helada.
El hermano Guy bajo a la piscina y le dio la vuelta mientras nosotros permaneciamos en el borde. El muchacho tenia los ojos en blanco, en horrible contraste con el rostro, que seguia livido. El enfermero le busco el pulso en el cuello, alzo la cabeza para mirarnos y solto un suspiro.
– Esta muerto -murmuro levantandose y santiguandose.
Alice ahogo un grito, hundio el rostro en el pecho de Mark y rompio a llorar entrecortadamente.
13
El hermano Guy y Mark sacaron el cuerpo de Simon del bano y lo llevaron a la enfermeria. El monje lo sujetaba por las axilas, y Mark, blanco como el papel, por los pies. Yo sali despues de Alice, que tras el breve ataque de llanto habia recobrado su habitual serenidad.
– ?Que ha sucedido? -El monje ciego se habia levantado del sillon y agitaba las manos en el aire con una expresion de angustia digna de lastima-. ?Hermano Guy? ?Alice?
– No es nada, hermano -dijo Alice con voz suave-. Ha ocurrido un accidente, pero ya ha pasado todo.
Una vez mas, la entereza de la joven me dejo admirado.
El hermano Guy, con el rostro tenso, deposito el cuerpo del novicio en la camilla de su gabinete, bajo un crucifijo espanol, y lo cubrio con una sabana.
Respire hondo. La cabeza me daba vueltas, y no solo debido a la impresion que me habia causado la muerte del novicio. Lo que acababa de ocurrir me habia conmocionado profundamente. Los ecos del sufrimiento de la ninez tienen un poder inmenso, incluso cuando acuden a la memoria de un modo menos inexplicable y estremecedor.
– Hermano Guy -le dije al enfermero-, hasta ayer no conocia a este pobre chico; sin embargo, al verme hace un