– Si, senor.
– ?Has visto si alguno de los libros tiene las tapas azules?
– Son todos marrones.
Asenti.
– Creo que ya se por que el hermano Edwig lleva de cabeza al pobre Athelstan. Hay algo que no nos conto cuando hablamos con el en la destileria. Tendremos otra conversacion con el tesorero; esto puede ser importante- La entrada del hermano Guy me obligo a interrumpirme. Estaba serio y palido; bajo el brazo llevaba un delantal manchado de sangre, que arrojo a un cesto que habia en una esquina de la habitacion.
– ?Podemos hablar en privado, doctor Shardlake?
– Por supuesto.
Me levante y lo segui. Temia que me llevara junto al cadaver del pobre Simon, pero afortunadamente salimos al exterior. El sol empezaba a ponerse y banaba de luz rosada la nieve que cubria el herbario. El hermano avanzo entre las plantas hasta un gran arbusto que estaba completamente blanco.
– Ya se que causo la muerte del pobre Simon, y no fue ningun demonio. Tambien a mi me llamo la atencion el modo en que se balanceaba y agitaba los brazos. Pero no tenia nada que ver con vos. Esos espasmos son caracteristicos, lo mismo que la perdida de la voz y las visiones.
– Caracteristicos ?de que?
– Del veneno que contienen las bayas de este arbusto. -El enfermero sacudio las ramas, en las que todavia quedaban unas pocas hojas negras-. Belladona. La mora escarlata, como la llaman por aqui.
– ?Lo envenenaron?
– La belladona tiene un olor muy suave pero inconfundible. Hace muchos anos que la utilizo, de modo que la conozco bien. He encontrado restos en el estomago del pobre Simon. Y en los posos de la copa de aguamiel caliente que habia junto a su cama.
– ?Como lo han hecho? ?Y cuando?
– Esta manana, sin duda. El efecto es inmediato. Es culpa mia; si Alice o yo hubieramos permanecido a su lado todo el tiempo… -murmuro el enfermero pasandose una mano por la frente.
– No podiais saber que iba a ocurrir algo asi. ?Quien mas ha estado a solas con el?
– El hermano Gabriel lo visito anoche, despues de que os marcharais, y ha vuelto esta manana. Esta muy angustiado, de modo que le di permiso para que rezara por el muchacho. Y mas tarde han venido a verlo el abad y el tesorero.
– Si. Sabia que iban a venir.
– Y tambien esta manana, cuando he entrado a ver como estaba, he encontrado al hermano Mortimus con el.
– ?Al prior?
– Estaba junto a la cama, mirandolo con cara de preocupacion. He supuesto que estaba inquieto por las consecuencias de su brutalidad.-El enfermero fruncio los labios-. El jugo de belladona es dulce, y el olor, demasiado debil para apreciarlo si esta mezclado con aguamiel.
– Supongo que se usa como remedio para ciertas enfermedades, ?me equivoco?
– En pequenas dosis, alivia el estrenimiento, aparte de otras dolencias. En la enfermeria siempre tengo, porque lo receto a menudo. Muchos de los monjes tienen pequenas cantidades. Sus propiedades son muy conocidas.
– Anoche Simon empezo a contarme algo -murmure tras pensar unos instantes-. Dijo que el asesinato del comisionado Singleton no habia sido el primero. Queria volver a hablar con el hoy, cuando despertara. -Mire al monje fijamente-. ?Le habeis contado a alguien lo que dijo?
– No, y estoy seguro de que Alice tampoco. Pero tal vez comenzo a delirar delante de una de las personas que fueron a visitarlo…
– … la cual decidio cerrarle la boca. -El hermano Guy se mordio el labio y asintio con conviccion-. Pobre muchacho -murmure-. Y lo unico que se me ha ocurrido pensar es que se estaba burlando de mi…
– Las cosas rara vez son lo que parecen.
– Y aqui menos que en ningun sitio. Decidme, hermano, ?por que me habeis contado esto en lugar de ir directamente al abad?
El enfermero me lanzo una mirada sombria.
– Porque el abad es una de las personas que lo han visitado. Vos teneis autoridad, doctor Shardlake, y, a pesar de nuestras diferencias en materia de religion, estoy convencido de que buscais la verdad.
Asenti.
– Por el momento, os pido que guardeis silencio sobre lo que acabais de contarme. Quiero reflexionar sobre como he de proceder.
Mire al hermano Guy para ver como reaccionaba ante una orden mia, pero el se limito a asentir con tristeza.
– ?Habeis sufrido un accidente? -pregunto advirtiendo que tenia la pierna cubierta de barro.
– Me he caido en la cienaga, pero he conseguido salir.
– Es un terreno muy peligroso.
– Creo que aqui no hay ningun terreno seguro para mis pies. Vayamos dentro, o cogeremos una pulmonia -dije avanzando hacia la puerta-. Es extrano que mi infundada sospecha de que el pobre chico estuviera burlandose de mi nos haya llevado a este descubrimiento.
– Al menos, ahora el prior Mortimus no podra decir que esta seguro de que Simon ha ido al infierno.
– Si. Me parece que se va a llevar una decepcion.
«A menos que sea el asesino -me dije-, en cuyo caso ya lo sabe.» Aprete los dientes. Si la noche anterior no hubiera dejado que Alice y el hermano Guy me disuadieran de hablar con Simon, no solo podria haber conseguido que me contara la historia completa y tal vez me pusiera sobre la pista del asesino, sino que ademas el muchacho seguiria vivo. Ahora tenia que investigar dos asesinatos. Y, si era cierto lo que el pobre novicio habia murmurado en su delirio sobre que Singleton no habia sido la primera victima, serian tres.
14
Ese dia tenia previsto ir a Scarnsea, pero se me habia hecho tarde. A la ultima luz del crepusculo, volvi a atravesar el recinto para ir a casa del abad y hablar con Goodhaps. El viejo profesor seguia encerrado en su habitacion, ahogando sus penas en la bebida. No le dije que habian asesinado a Simon Whelplay, sino que el novicio habia fallecido a consecuencia de una grave enfermedad. Goodhaps mostro escaso interes. Le pregunte que sabia del libro de cuentas que estaba examinando Singleton el dia que lo asesinaron. Me respondio que Singleton solo le habia dicho que habia descubierto otro libro en la contaduria y que confiaba en obtener de el informacion provechosa. En tono despechado, el anciano murmuro que el anterior comisionado apenas le contaba nada; solo lo utilizaba para rebuscar en los libros. Lo deje con su vino.
Se habia levantado un viento helado, que me calo hasta los huesos durante el camino de vuelta a la enfermeria. Ensordecido por las campanas, que llamaban a visperas, me dije que todos los que tenian informacion sobre el caso estaban en peligro: el viejo Goodhaps, Mark y yo mismo. El asesinato de Simon habia sido ejecutado por una mano fria y despiadada, y habria pasado inadvertido si yo no hubiera puesto al enfermero sobre la pista de la belladona al mencionar los extranos andares y aspavientos del novicio. Puede que estuvieramos enfrentandonos a un fanatico, pero desde luego no era alguien que actuara por impulsos. ?Y si planeaba envenenar mi cena, o separarme la cabeza del cuerpo como habia hecho con Singleton? Senti un estremecimiento y me tape el cuello con la capa.
Los libros formaban una pila en el suelo de nuestra habitacion. Mark estaba sentado ante la chimenea, con los ojos clavados en el fuego. Aun no habia encendido las velas, pero las llamas del hogar arrojaban una claridad vacilante sobre su preocupado rostro. Me sente frente a el, contento de poder dar descanso a mis pobres huesos junto a un buen fuego.
– Mark, tenemos un nuevo misterio -le dije, y le conte lo que me habia explicado el hermano Guy-. Me he pasado la vida descifrando secretos, pero aqui parecen multiplicarse y hacerse mas terribles por momentos -dije pasandome una mano por la frente-. Me siento responsable de la muerte de ese chico. Si anoche hubiera insistido