– No, no lo creo. Por lo que dice Alice, aquel libro arrojaba nueva luz sobre las cuentas anuales. Pero ?donde tengo la cabeza? -exclame pegandome un punetazo en la palma de la mano-. ?Y si hubiera mas de un libro con las tapas azules? Tal vez no sea este el libro que buscamos.
– Podriamos volver y poner patas arriba la contaduria.
– No. Estoy agotado. Manana. Ahora descansemos, sera un dia duro. Tenemos que asistir al funeral de Singleton y luego ir a Scarnsea, para ver al juez Copynger. Tambien quiero hablar con el hermano Jerome. Y deberiamos echar un vistazo al estanque.
Mark solto un grunido.
– Desde luego, para los emisarios de lord Cromwell no hay un momento de descanso. En fin…, al menos, si estamos ocupados, tal vez nos olvidemos del miedo.
– Esperemos que asi sea. Y ahora me voy a la cama. Reza una oracion para que manana hagamos algun progreso.
Al dia siguiente nos despertamos al rayar el alba. Me levante y rasque la escarcha de la cara interior del cristal de la ventana. El sol acariciaba la nieve del patio con dedos de luz rosada. Era un espectaculo hermoso, pero esteril.
– No parece que vaya a fundirse -dije volviendome hacia Mark, al que encontre de pie ante la chimenea, con el torso desnudo y un zapato en la mano, mirando a su alrededor con perplejidad.
– ?Que ha sido eso? -me pregunto alzando la otra mano-. He oido un ruido.
– Yo no he oido nada.
– Parecian pasos. Estoy seguro de haberlos oido.
Mark se acerco a la puerta con el entrecejo fruncido y la abrio de golpe. El pasillo estaba desierto.
Volvi a sentarme en la cama; tenia la espalda rigida y dolorida.
– Lo habras imaginado. Este lugar esta empezando a afectarte. Y no te quedes ahi medio desnudo. Nadie desea contemplar tu tripa, por lisa que la tengas.
– Os digo que he oido algo, senor.
Mark se quedo pensativo unos instantes y a continuacion se dirigio al armario donde guardabamos la ropa. Abrio la puerta, pero en el interior no habia mas que polvo y excrementos de rata. Entretanto, yo observaba con envidia el juego de los lisos y simetricos musculos de su espalda.
– Ratones -le dije-. Vamos.
Mientras desayunabamos en la cocina de la enfermeria, recibimos la visita del abad, que aparecio arrebujado en un manto de pieles y con el rostro enrojecido por el frio. Lo acompanaba el doctor Goodhaps, quien lanzaba miradas inquietas a su alrededor y tenia una gota de moquita en la punta de la nariz.
– Tengo malas noticias -dijo el abad Fabian con su habitual solemnidad-. Debemos posponer la inhumacion del difunto comisionado.
– ?Que ha ocurrido?
– Los criados no han podido cavar una fosa lo bastante profunda. La tierra esta dura como el hierro y ahora tienen que cavar tambien una tumba para el pobre Simon en el cementerio de los monjes. Tardaran todo el dia en acabar el trabajo. Manana podremos celebrar los dos funerales.
– Si no hay mas remedio… ?Se celebraran al mismo tiempo?
– Dado que Simon era un hombre de iglesia -respondio el abad tras una vacilacion-, deberiamos celebrar dos ceremonias por separado. Los estatutos lo autorizan…
– No tengo nada que objetar.
– Me preguntaba como va vuestra investigacion, senor comisionado. Me temo que el tesorero necesita que le devolvais sus libros cuanto antes…
– Tendra que esperar; todavia no he acabado. Esta manana ire a la ciudad para ver al juez.
– Bien… -asintio solemnemente el abad-. Estoy convencido de que el asesino del pobre comisionado Singleton se oculta en la ciudad, entre los contrabandistas y malhechores que la infestan.
– A mi regreso, me gustaria interrogar al hermano Jerome. ?Donde esta? No he visto su sonriente cara.
– Aislado, en castigo por su comportamiento. Debo advertiroslo, comisionado: si hablais con el solo conseguireis que vuelva a insultaros. Esta fuera de si.
– Sabre ser indulgente con su demencia. Lo vere cuando vuelva de Scarnsea.
– Vuestros caballos podrian encontrar dificultades para llevaros hasta alli. Esta noche, el viento ha formado grandes montones de nieve. Uno de nuestros carros ha tenido que volver atras; los caballos no podian avanzar.
– Entonces, caminaremos.
– Eso tampoco sera facil. He intentado explicarle al doctor Goodhaps…
– Senor… -lo interrumpio el anciano-, venia a preguntaros si no podria volver a casa manana, despues del funeral. Aqui ya no os sirvo de nada. Si pudiera ir a la ciudad, tal vez encontrara una plaza en alguna diligencia; de lo contrario, tampoco me importaria quedarme en una posada hasta que se funda la nieve.
Asenti.
– Muy bien, senor Goodhaps -respondi-. Aunque me temo que debereis esperar en Scarnsea hasta que mejore el tiempo.
– ?No me importa, senor, gracias! -exclamo el anciano asintiendo con tanto vigor que una gota de moquita le cayo en la barbilla.
– Volved a Cambridge, pero no digais una palabra de lo que ha ocurrido aqui.
– Lo unico que quiero es olvidarlo todo.
– Y ahora, Mark, debemos irnos. Senor abad, mientras estamos en la ciudad me gustaria que me consiguierais ciertos documentos: las escrituras de compraventa de tierras de los cinco ultimos anos.
– ?Todas? Tendre que buscarlas…
– Si, todas. Quiero que esteis en condiciones de jurar que me habeis entregado los titulos de todas las ventas.
– Lo hare, por supuesto, si asi lo deseais.
– Bien -dije levantandome-. Ahora debemos ponernos en camino.
El abad hizo una reverencia y se marcho, con el viejo Goodhaps pisandole los talones.
– Eso lo ha intranquilizado -le dije a Mark.
– ?Las ventas de tierras?
– Si. Si existe algun fraude contable, lo mas probable es que se trate de la ocultacion de ingresos por la venta de tierras. No tienen otro modo de reunir grandes cantidades de dinero. Ya veremos con que nos sale.
Abandonamos la cocina. Al pasar ante el gabinete del enfermero, Mark volvio la cabeza hacia la puerta y me agarro bruscamente del brazo.
– ?Mirad! ?Que le ha pasado?
El hermano Guy estaba tumbado boca abajo y con los brazos extendidos al pie del crucifijo. La luz hacia relucir su afeitado y negro cuero cabelludo. Por un momento, me asuste; luego, lo oi murmurar una oracion en latin, en voz baja pero con fervor. Mientras nos alejabamos, volvi a decirme que no debia depositar demasiada confianza en el arabe espanol. El habia confiado en mi, y era la persona mas agradable que habia encontrado en aquel lugar. No obstante, verlo tumbado en el suelo, implorando fervorosamente a un trozo de madera, me recordo que estaba tan apegado a las viejas herejias y supersticiones contra las que yo luchaba como todos sus hermanos de congregacion.
15
Aquella manana volvia a hacer un frio glacial, bajo un limpido cielo azul. Durante la noche, el viento habia amontonado la nieve contra los muros y despejado determinadas zonas del patio, que ofrecia un extrano aspecto. Al cruzar la puerta del recinto, me volvi hacia la torre y vi a Bugge, el portero, que nos espiaba desde la ventana y se apresuro a esconder la cabeza al advertir que lo habia descubierto.