– Orphan, senor. Es el nombre que solemos ponerles a los ninos abandonados. Nunca descubrimos quienes eran sus padres, asi que el capataz le puso Stonegarden de apellido, porque la encontro en el patio.

– Comprendo. ?Y crecio a vuestro cuidado?

– Tengo a mi cuidado a todos los menores. Muchos mueren jovenes, pero Orphan era fuerte y sobrevivio. Me ayudaba con los otros ninos; siempre estaba alegre y era bien dispuesta…

De pronto, la gobernanta desvio la mirada.

– Continua, buena mujer -la urgio Copynger con impaciencia-. Te lo he dicho muchas veces: eres demasiado blanda con esos crios.

– La mayoria pasan de puntillas por este valle de lagrimas -replico la mujer con viveza-. ?Por que no dejar que disfruten un poco?

– Mas vale llegar roto al cielo que entero al infierno -le espeto Copynger con aspereza-. La mayoria de los que sobreviven acaban convirtiendose en ladrones y mendigos. Continua.

– Cuando Orphan cumplio dieciseis anos, los supervisores dijeron que tenia que ponerse a trabajar. Fue una lastima; el hijo del molinero se habia enamorado de ella y, si hubieran permitido que las cosas siguieran su curso natural, la habria tomado como mujer.

– Entonces… ?era atractiva?

– Ya lo creo, senor. Menuda y rubia, con una cara delicada y dulce, una de las mas bonitas que he visto en mi vida. Pero el supervisor de los muchachos tiene un hermano que trabaja para los monjes, y este dijo que el enfermero necesitaba un ayudante, y mandaron a Orphan con el.

– ?Cuanto hace de eso, senora Stumpe?

– Dos anos. Venia a verme en sus dias libres, todos los viernes sin falta. Me queria tanto como yo a ella. No le gustaba el monasterio, senor. -?Por que?

– No consegui que me lo dijera. Enseno a los ninos que no deben criticar a sus superiores, por la cuenta que les trae. Pero saltaba a la vista que estaba asustada.

– ?De que?

– No lo se. Intente convencerla para que me lo contara, pero no hubo manera. Primero trabajo para el difunto hermano Alexander y, luego, para su sustituto, el hermano Guy, a quien ella tenia miedo por su extrano aspecto. El caso es que dejo de verse con Adam, el hijo del molinero. El muchacho venia a verla, pero ella me decia que lo despachara. -La gobernanta me miro fijamente-. Y, cuando una mujer hace eso, suele significar que han abusado de ella.

– ?Le visteis alguna vez senales o moretones?

– No, pero cada vez se la veia mas decaida. Hasta que un viernes, cuando llevaba unos seis meses trabajando en el monasterio, no aparecio, ni tampoco al siguiente.

– Imagino que os inquietariais.

– Desde luego. Decidi ir alli y enterarme de lo que pasaba.

Asenti. Podia imaginarmela caminando a grandes zancadas hasta el monasterio y aporreando la puerta del senor Bugge.

– No querian dejarme entrar, pero no pare de dar voces y golpear la puerta hasta que avisaron al prior Mortimus, ?ese barbaro escoces! Se me planto delante y me dijo que una noche Orphan habia desaparecido, llevandose con ella dos calices de oro.

– Y tal vez lo hiciera -tercio Copynger inclinando la cabeza-. Tratandose de una joven de su calana…, no seria ninguna novedad.

– Orphan era una buena cristiana, senor, e incapaz de hacer algo asi. Le pregunte al prior por que no me habian informado -siguio contandome la mujer-, y me contesto que no sabia con quien se relacionaba Orphan en la ciudad. A continuacion, amenazo con denunciarla por robo si no me marchaba inmediatamente. Informe al senor Copynger, pero el dijo que, sin pruebas de que se hubiera cometido algun delito, no podia hacer nada.

El juez se encogio de hombros.

– No las habia. Y, si los monjes hubieran puesto una denuncia contra la muchacha, habria sido una verguenza para la ciudad.

– ?Que creeis vos que le ocurrio a Orphan, senora Stumpe?

– No lo se, senor -respondio la gobernanta mirandome a los ojos-. Pero me da miedo pensarlo.

Asenti lentamente.

– No obstante, el juez Copynger tiene razon; sin pruebas, no podia hacer nada.

– Lo se, pero yo conocia bien a Orphan. Era incapaz de robar algo y desaparecer.

– Pero, si estaba desesperada…

– Habria acudido a mi, en lugar de arriesgarse a que la colgaran por ladrona. Sin embargo, en los ultimos dieciocho meses, no he sabido ni oido nada de ella. Nada.

– Muy bien. Gracias por vuestro tiempo, senora Stumpe. Suspire. Desde cualquier punto de vista que lo mirara, las sospechas se quedaban en sospechas; no encontraba ningun hilo del que poder tirar para desenredar la madeja del asesinato.

La gobernanta nos acompano al vestibulo; los chicos que rebuscaban entre los harapos alzaron hacia nosotros sus palidos y tristes rostros y continuaron con su trabajo. El hedor de la ropa vieja nos llegaba desde la otra punta de la sala.

– ?Que hacen vuestros pupilos? -le pregunte a la gobernanta.

– Buscar algo para ponerse manana entre la ropa vieja que nos da la gente. Es dia de limosna en el monasterio. Con este tiempo, sera una dura caminata. Asenti.

– Si, lo sera. Gracias, senora Stumpe. Al llegar a la puerta, volvi la cabeza. La gobernanta estaba ya junto a los ninos, ayudandolos a elegir entre el inmundo monton de trapos.

El juez Copynger nos invito a cenar en su casa, pero le dije que teniamos que regresar al monasterio, y nos alejamos del hospicio haciendo crujir la nieve bajo nuestras botas.

– No llegaremos a tiempo para la cena -dijo Mark al cabo de unos instantes.

– Tienes razon. Busquemos una taberna.

Encontramos una casa de postas bastante agradable detras de la plaza. El posadero nos acomodo junto a una ventana que daba al muelle, desde la que divisamos la barca que habiamos visto al llegar deslizandose con su carga de fardos hacia el barco que estaba fondeado a la entrada del canal.

– ?Por las llagas de Cristo! -exclamo Mark-. ?Que hambre tengo!

– Si, yo tambien. Pero nos abstendremos de tomar cerveza. ?Sabes que la regla de san Benito prescribia una sola comida diaria durante el invierno? La cena. Fue concebida para el clima italiano, y al principio tambien se aplico en Inglaterra. Imaginate pasarte el dia rezando de pie, en pleno invierno, ?y con una sola comida! Por supuesto, a medida que transcurrian los anos y aumentaba la riqueza de los monasterios, se paso de una comida al dia a dos y luego a tres, con carne, vino…

– Supongo que al menos aun rezaran.

– Si. Y creen que con sus plegarias interceden por los muertos ante Dios -dije recordando el angustiado fervor del hermano Gabriel-. Pero se equivocan.

– Confieso que toda esa teologia me da dolor de cabeza, senor.

– Pues no deberia, Mark. Dios te ha dado inteligencia. Usala.

– ?Como teneis la espalda hoy? -me pregunto el muchacho cambiando de tema, una tactica que cada vez dominaba mejor.

– Regular, pero mejor que cuando llegamos.

El posadero nos trajo sendos platos de pastel de conejo, y empezamos a comer en silencio.

– ?Que creeis que le ocurrio a esa muchacha? -me pregunto Mark al cabo de unos instantes.

– ?Sabe Dios! -respondi moviendo la cabeza-. Hay tantos hilos de los que tirar… Parece que no hacen mas que aumentar. Esperaba mas de Copynger. Bueno, ahora sabemos que algunas mujeres han sufrido abusos en el monasterio. Pero ?de quien? ?Del prior Mortimus, que importuno a Alice? ?De otros? En cuanto a esa chica, Orphan, Copynger tiene razon. No hay pruebas de que no huyera, y puede que la anciana, cegada por el afecto que le tenia, haya tergiversado las cosas. No hay nada a lo que aferrarse -conclui cerrando el puno en el aire.

– ?Que opinais del juez Copynger?

– Es un reformista. Nos ayudara en todo lo que pueda.

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