– Yo no puedo -refunfuno Goodhaps-. Tengo artritis en el hombro. No podria levantarme de la cama en una semana.

– Muy bien, doctor Goodhaps -respondio el abad con estoicismo-. Buscare a un monje para sustituiros.

Por primera y ultima vez, intercambie una mirada de simpatia con el abad Fabian sobre el hombro del anciano. Su reverencia inclino la cabeza y desaparecio al otro lado del cancel, mientras nosotros nos sentabamos frente al feretro de Singleton. Goodhaps tosio y hundio la nariz en su panuelo.

Empezo la ceremonia. Esa manana, a pesar de estar sentado ante el maloliente ataud de un hombre asesinado, no pude evitar extasiarme con la bella polifonia de los monjes. Los salmos y la lectura en latin del pasaje de Job tocaron una fibra sensible en mi interior.

Y tu dijiste: «?Que sabe Dios? ?Puede juzgar a traves de las nubes? Las nubes lo cubren como un velo, y no ve; se pasea por la boveda de los cielos.»

«Un velo de nubes, si -me dije-. Sigo tan confuso como cuando llegue.» Sacudi la cabeza, irritado conmigo mismo. Asi no iba a ninguna parte; ?que habia sido de mi resolucion? Y de pronto cai en la cuenta de algo que, sorprendentemente, no se me habia ocurrido hasta entonces. Estaba sentado entre Marky el doctor Goodhaps, uno con la nariz metida en el panuelo y el otro mirando al frente, absorto en sus pensamientos.

– ?Iba a estar Alice en la enfermeria esta manana? -le susurre a mi ayudante.

– Creo que si.

– Bien -dije, y me volvi hacia Goodhaps-. Quiero que me acompaneis a la enfermeria antes de marcharos.

El anciano asintio con resignacion.

Volvi a concentrarme en la ceremonia. Las voces siguieron fluctuando y modulando, para acabar muriendo en el silencio. Los monjes desfilaron fuera del coro, y un criado que permanecia a la espera se acerco y cogio del suelo la tapa del ataud. Contemple por ultima vez el hosco rostro de Singleton y, durante unos instantes, volvi a verlo en los tribunales: sus bravatas, sus aspavientos, su pasion por discutir… Luego, el criado clavo la tapa, y el rostro de Singleton se hundio para siempre en la oscuridad. El prior y un monje de mediana edad y complexion fuerte se acercaron a nosotros, y Mark y yo nos agachamos con ellos para levantar el ataud. Al hacerlo, note que algo se movia en el interior. Mark se volvio hacia mi con los ojos como platos.

– La cabeza -le susurre-. Se ha desplazado de su lugar.

Con el estremecedor golpeteo resonando en nuestros oidos, sacamos al difunto de la iglesia, seguidos por los monjes en larga procesion. Camino de la puerta, vi al hermano Gabriel, que rezaba con fervor junto al feretro del novicio. Al vernos pasar, alzo la cabeza y nos lanzo una mirada de muda desesperacion.

Avanzamos por la nieve al funebre son de las campanas y llegamos al cementerio laico, en cuya blanca extension la fosa que recibiria el cuerpo de Singleton parecia un tajo marron. Mire de reojo al prior Mortimus, que iba junto a mi; su duro rostro tenia una expresion sorprendentemente grave.

Unos criados que esperaban junto a la tumba cogieron el ataud y lo hicieron descender al fondo de la fosa. En ese momento empezo a nevar y, mientras rezabamos las ultimas plegarias y el oficiante asperjaba el ataud con agua bendita, los copos fueron cubriendo silenciosamente la tierra recien extraida. Cuando los primeros terrones golpearon la madera, los monjes dieron media vuelta y regresaron a la iglesia en silenciosa procesion. Me disponia a seguirlos, cuando el prior se me acerco.

– Estaban impacientes por ponerse a cubierto -rezongo sacudiendo la cabeza-. Si hubieran hecho tantas guardias como yo en pleno invierno…

– ?Guardias? -le pregunte con curiosidad-. ?Habeis sido soldado?

– ?Tan rudo os parezco? No, doctor Shardlake. Hace anos fui alguacil en Tonbridge. Ayudaba a detener a los malhechores y vigilaba por la noche para que nadie robara. Y por el dia trabajaba de maestro. Veo que os sorprende que tenga estudios.

Incline la cabeza.

– Un poco, pero solo porque cultivais unas maneras rudas.

– No las cultivo, naci con ellas -replico el prior sonriendo con sorna-. Soy escoces; en mi tierra no tenemos vuestras refinadas costumbres inglesas. La verdad es que no tenemos gran cosa aparte de pendencias, al menos en la region fronteriza de la que procedo. Alli la vida es una batalla continua; cuando no estan combatiendo contra los ingleses, los senores luchan unos contra otros por el ganado.

– ?Que os trajo a Inglaterra?

– Siendo nino, mataron a mis padres y saquearon nuestra granja. Pero no los ingleses, sino un senor escoces.

– Lo siento.

– Cuando esto ocurrio, yo me encontraba estudiando en la abadia de Kelso. Habia querido marcharme lejos, y mis padres me costearon una escuela inglesa. Yo se lo debo todo a la Iglesia. -Su expresion burlona se torno seria de inmediato-. Las ordenes religiosas se alzan entre el mundo y el caos absoluto, comisionado.

«Otro refugiado -me dije-, otro beneficiario de la comunidad internacional del hermano Guy.» -?Por que os ordenasteis?

– Me canse del mundo, comisionado, y de la gente: los crios, peleandose a todas horas y haciendo novillos, a menos que les ensenes la vara; los criminales que ayude a capturar, los hombres estupidos y codiciosos que conoci… Por cada uno que condenabamos y colgabamos, habia otros doce esperando a que los cogieramos. El hombre es una criatura caida, alejada de la gracia y mas dificil de dominar que una jauria de perros. Pero al menos en un monasterio es posible mantener la disciplina de Dios.

– ?Y esa es vuestra aspiracion en este mundo? ?Mantener la disciplina entre los hombres?,,

– ?Acaso no es la vuestra? ?No os indigna el asesinato de ese hombre? ?No estais aqui para encontrar y castigar al culpable?

– ?Os indigno la muerte del comisionado?

El prior se detuvo y se volvio hacia mi.

– Es un paso mas hacia el caos. Me considerais un hombre rudo, pero, creedme, el Diablo esta en todas partes, y hasta en la Iglesia se necesitan hombres como yo para mantenerlo a raya, del mismo modo que el rey trata de mantener el orden en el mundo secular con las leyes que dicta.

– ?Y que ocurre cuando las leyes del mundo y de la Iglesia estan en desacuerdo, como ha ocurrido en los ultimos anos? -le pregunte.

– Entonces, doctor Shardlake, rezo para que se encuentre alguna solucion que permita a la Iglesia y al principe trabajar en armonia de nuevo, porque cuando luchan entre si abren la puerta al Diablo.

– Entonces, que la Iglesia no desafie la voluntad del principe. Bueno, debo volver a la enfermeria. Os dejare aqui, porque supongo que teneis que volver a la iglesia, para asistir al funeral por el pobre novicio… -anadi con toda intencion.

El prior no rehuyo mi mirada.

– Rezare para que el muchacho sea admitido en el cielo cuando Dios disponga. Pese a que era un pecador.

Di media vuelta y, a traves de la cortina de nieve, vi a Goodhaps, que avanzaba lentamente hacia la enfermeria del brazo de Mark. No pude evitar preguntarme si conseguiria llegar a la ciudad y escapar de aquella pesadilla.

En la sala de la enfermeria, Alice seguia atendiendo al agonizante hermano Francis. El anciano habia recobrado el conocimiento y la muchacha le estaba dando gachas a pequenas cucharadas. Mientras lo hacia, su rostro tenia una suavidad, una dulzura que no le habia visto hasta entonces. Le pedi que nos acompanara a la cocina y la deje alli con Goodhaps y Mark, mientras yo iba a buscar el libro que me habia dado el tesorero. Los tres me miraron expectantes cuando volvi y se lo mostre.

– Segun el hermano Edwig, este es el libro que el pobre Singleton se llevo de la contaduria poco antes de que lo asesinaran. Ahora, doctor Goodhaps, y tu tambien, Alice, quiero que lo examineis y me digais si lo habiais visto con anterioridad. Como vereis, tiene una gran mancha de vino en la tapa. Mientras estaba en la iglesia, se me ha ocurrido que quienes hubieran visto el libro tenian que acordarse de la mancha.

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