Winchelsea.
– ?No teneis parientes en Londres?
– Toda mi familia vive por aqui.
Asenti.
– Era lo que pensaba. No tiene importancia, senora Stumpe.
La mande a casa y me despedi rapidamente del juez Copynger, que se mostro mucho menos efusivo ahora que sabia que no contaba con el favor de Cromwell.
Recogi a
El aire seguia entibiandose mientras avanzabamos al paso por la oscuridad, pues
– Habeis vuelto, senor. Es peligroso cabalgar por la marisma en una noche asi.
– Necesitaba llegar cuanto antes -dije conduciendo a
– No, senor, no ha venido nadie.
– ?Demonios! Espero un mensajero de Londres. Si llega, me avisas al instante, sea de dia o de noche.
– Si, senor, asi lo hare.
– Y, hasta nueva orden, nadie, y quiero decir nadie, puede abandonar el monasterio. ?Lo has entendido? Si alguien quiere salir, me mandas llamar.
El portero me miro con curiosidad.
– Si asi lo ordenais…
– Lo ordeno, si -replique, y respire hondo-. ?Ha ocurrido algo durante mi ausencia, Bugge? ?Estan todos bien? ?Y el senor Poer?
– Si, senor. Esta en casa del abad. -El portero me lanzo una mirada de inteligencia, y sus ojos brillaron a la luz de la antorcha-. Pero hay quien no ha parado quieto.
– ?Que quieres decir? Dejate de acertijos, Bugge.
– El hermano Jerome. Ayer se escapo de su celda. Ha desaparecido.
– ?Quieres decir que ha volado?
Bugge rio maliciosamente.
– Ese no esta para muchos vuelos, y desde luego no ha salido por mi puerta. No, esta escondido en algun lugar del monasterio. Tarde o temprano, el prior lo sacara de su escondrijo.
– ?Tenian que mantenerlo vigilado, por Dios santo! -Aprete los dientes. Ahora no podre preguntarle por el visitante de Smeaton; todo depende del mensajero.
– Lo se, senor, pero ya nadie hace nada a derechas. El criado que debia vigilarlo olvido cerrarlo con llave. Todo el mundo esta asustado, senor; el asesinato del hermano Gabriel fue la gota que colmo el vaso. Y se rumorea que el monasterio tiene los dias contados.
– ?De veras?
– Bueno, es logico, ?no? ?Con todos esos asesinatos, y los rumores de que el rey se esta quedando con otros monasterios? ?Que decis vos, senor?
– Por amor de Dios, Bugge, ?no esperaras que me ponga a hablar de politica contigo?
– Lo siento, senor -murmuro el portero compungido-. No pretendia molestaros. Pero…
– ?Si?
– Se dice que, si los monasterios cierran, los monjes recibiran pensiones, pero los criados nos quedaremos en la calle. Pronto cumplire los sesenta, senor; no tengo familia ni mas oficio que este. Y en Scarnsea no hay trabajo.
– No hagas demasiado caso de las habladurias, Bugge -respondi en tono mas suave-. Bueno, ?esta por ahi tu ayudante?
– ?David? Si, senor.
– Entonces dile que lleve a
Mientras observaba al chico, que se alejaba con
Oi un ruido a mi espalda y di media vuelta al tiempo que echaba mano a la espada de John Smeaton. Tras la niebla, una figura se recortaba vagamente contra el muro que tenia enfrente,
– ?Quien anda ahi? -grite en tono amenazador.
El desconocido avanzo hacia mi quitandose la capucha, y el oscuro rostro del hermano Guy aparecio ante mis ojos.
– Doctor Shardlake -dijo con su caracteristico ceceo-. De modo que ya habeis vuelto…
– ?Que haceis vagando en la oscuridad, hermano?
– Queria tomar el aire. He pasado todo el dia junto al hermano Paul. Ha muerto hace una hora-murmuro el enfermero santiguandose.
– Lo lamento.
– Le habia llegado la hora. Al final, parecia haber vuelto a la infancia. Hablaba de las guerras civiles del siglo pasado, de York y Lancaster. Vio al viejo rey Enrique VI babeando por las calles de Londres el dia de su restauracion.
– Ahora tenemos un rey fuerte.
– Eso nadie puede ponerlo en duda.
– Me he enterado de que Jerome se ha escapado.
– Si, se les olvido cerrarlo con llave. Pero, aunque el monasterio es grande, lo encontraran. No esta en condiciones de permanecer escondido. El pobre esta mas debil de lo que parece; una noche al raso no le hara ningun bien.
– Esta loco. Podria ser peligroso.
– Los criados ya no tienen la cabeza en lo que hacen. Y los hermanos tambien estan preocupados por su futuro.
– ?Esta bien Alice?
– Si, perfectamente. No hemos parado de trabajar. Con el cambio de tiempo, las fiebres estan haciendo estragos. Son las malsanas emanaciones de la marisma.
– Decidme, hermano, ?conoceis Toledo?
El enfermero se encogio de hombros.
– Cuando era nino, mis padres iban de ciudad en ciudad. No encontramos un sitio seguro, en Francia, hasta que tenia doce anos. Si, recuerdo que vivimos una temporada en Toledo. Recuerdo un gran castillo, y el ruido de los martillos contra el hierro en las innumerables forjas de la ciudad.
– ?Conocisteis a algun ingles mientras viviais alli?
– ?A algun ingles? No lo recuerdo. Aunque en esa epoca no habria tenido nada de extrano; en Espana habia muchos ingleses. Ahora no hay ninguno, claro.
– No, Espana se ha convertido en nuestra enemiga -respondi dando un paso hacia el y mirandolo a los ojos. Pero su negrura era insondable-. Tengo que dejaros, hermano -dije arrebujandome en la capa.
– ?Ocupareis la habitacion de la enfermeria?
– Ya veremos. Pero, por si acaso, encended el fuego. Buenas noches.