reaccion mas vehemente, instintiva. No es exagerado decir que Giese se habia enamorado de los « mimoides » a los que no tardo en consagrarse por entero. Hasta el fin de sus dias los estudio, los describio, y trabajo tratando de definirlos. E1 nombre que dio a estos fenomenos indica la caracteristica mas asombrosa; la imitacion de los objetos, cercanos o distantes, exteriores al oceano.
Oculto al principio bajo la superficie del oceano, aparece un dia un gran disco aplanado, desflecado y como impregnado en alquitran. Al cabo de unas horas, el disco empieza a descomponerse en hojas, que se elevan lentamente. El observador cree entonces asistir a una lucha mortal: olas poderosas acuden de todas partes en filas apretadas, parecidas a bocas convulsivas que se abren y cierran con avidez alrededor de ese hojaldre desmenuzado y vacilante, y se hunden luego en los abismos. Cada vez que un anillo de olas rompe y se hunde, la caida de esta masa de centenares de miles de toneladas va acompanada un instante de un grunido viscoso, de un trueno ensordecedor.
El hojaldre bituminoso es empujado hacia abajo, zamarreado, desmembrado; a cada nuevo ataque, unos fragmentos circulares se dispersan y planean como alas ondulantes y languidas bajo la superficie del oceano; se transforman en racimos piriformes, en largos collares, se fusionan entre si y vuelven a subir, arrastrando fragmentos grumosos de la base del disco primitivo, mientras alrededor las olas continuan lamiendo los flancos de un crater que se dilata. El fenomeno puede durar un dia, puede arrastrarse un mes, y algunas veces no tiene secuelas. El concienzudo Giese habia dado a esta primera variante el nombre de « mimoide abortado », pues tenia la conviccion de que estos cataclismos estaban encaminados a un fin ultimo, el « mimoide mayor », colonia de polipos (que excedia en magnitud la superficie de una ciudad), palidas excrecencias afectadas a la imitacion de formas exteriores. Uyvens, por el contrario, opinaba que esta ultima fase era una degeneracion, una necrosis; segun el, la aparicion de las « copias » correspondia a una perdida localizada de las fuerzas propias del oceano, que ya no dominaba las creaciones originales.
Giese, sin embargo, insistio en ver las diferentes fases del proceso como un continuo avance hacia la perfeccion. Esta obstinacion era rara y exhibia una extrana seguridad. Giese era un hombre por lo general prudente y mesurado. Cuando insinuaba alguna minima hipotesis respecto de las otras creaciones del oceano, era tan intrepido como una hormiga que se arrastra por un glaciar.
Visto desde lo alto, el mimoide parece una ciudad; una ilusion provocada por nuestra necesidad de establecer analogias con lo que ya conocemos. Cuando el cielo esta claro, una masa de aire recalentado y vibrante recubre las estructuras flexibles del racimo de polipos coronados por empalizadas membranosas. La primera nube que atraviesa el cielo purpureo, o de una blancura siniestra, despierta al mimoide. En todas las excrecencias asoman de pronto nuevos brotes; luego, la masa de polipos emite un grueso tegumento, que se dilata, se achica, cambia de color, y al cabo de unos pocos minutos imita a la perfeccion las volutas de una nube. El enorme « objeto » proyecta una sombra rojiza sobre el mimoide, cuyas cuspides se doblan acercandose, siempre en sentido contrario al movimiento de la nube real. Estoy seguro de que Giese hubiera dado la mano derecha a cambio de entender la conducta de los mimoides. Pero estas producciones « aisladas » no son nada comparadas con la frenetica actividad que exhibe el mimoide cuando es « estimulado » por objetos de origen humano.
El proceso de reproduccion abarca todos los objetos que se encuentren dentro de un radio de doce a quince kilometros. Comunmente el modelo es una ampliacion del original, y a veces las formas son apenas aproximadas. En la reproduccion de las maquinas, sobre todo, las simplificaciones son a menudo grotescas, verdaderas caricaturas. La materia de la copia es siempre ese tegumento incoloro, que se cierne sobre las protuberancias, unido a la base por unos tenues cordones umbilicales, y que se desliza y arrastra, que se repliega, se estira o se infla, y adopta al fin las formas mas complicadas. Un aparato volante, un enrejado o un mastil son reproducidos con identica rapidez. El hombre, empero, no estimula al mimoide, que en verdad no reacciona a ninguna materia viva, y nunca ha copiado, por ejemplo, las plantas traidas con fines experimentales. En cambio, el mimoide reproduce inmediatamente un maniqui, una muneca, la talla de un perro o un arbol esculpida en cualquier material.
Aqui es necesario senalar que la « obediencia » del mimoide no ha de entenderse como un testimonio de « buena voluntad ». El mimoide mas evolucionado tiene dias de pereza, lentos o de pulsaciones debiles. Esa « pulsacion » no es evidente a simple vista, y fue descubierta mientras se proyectaba un film sobre los mimoides en camara rapida, pues cada movimiento de flujo y reflujo se prolonga a lo largo de dos horas.
Durante esos « dias de pereza », se puede explorar facilmente al mimoide, sobre todo si es viejo, pues la base anclada en el oceano, y las protuberancias de esa base, son relativamente solidas y proporcionan al hombre un apoyo seguro.
En realidad, tambien es posible permanecer dentro del mimoide en los « dias de actividad », pero entonces un polvo coloidal blanquecino que brota continuamente por las fisuras del tegumento superior imposibilita toda observacion. Ademas, las formas que adopta el tegumento son siempre de tamano gigantesco, y no es posible reconocerlas de cerca: la « copia » mas pequena tiene las dimensiones de una montana. Por otra parte, una espesa capa de nieve coloidal cubre rapidamente la base del mimoide; ese tapiz esponjoso solo se endurece al cabo de unas horas (la corteza « congelada », aunque de un material mucho mas ligero que la piedra pomez, soportara con facilidad el peso de un hombre). En definitiva, sin equipo apropiado, se corre el riesgo de extraviarse en el laberinto de estructuras agrietadas y nudosas, que de pronto recuerdan unas columnatas apretadas, de pronto unos geiseres fosilizados. Aun en pleno dia es facil perder el rumbo, pues los rayos del sol no atraviesan el techo blanco proyectado a la atmosfera por « explosiones imitativas ».
En los dias faustos (tanto para el sabio como para el mimoide), el espectaculo es inolvidable. En esos dias de hiperproduccion, se manifiestan en el mimoide extraordinarios « impulsos creativos ». Sobre el tema de un objeto determinado desarrolla durante horas variantes complicadas, « prolongaciones formales », para alegria del artista no figurativo y desesperacion del sabio, que no alcanza a distinguir el significado del proceso. El mimoide cae a veces en simplificaciones « pueriles », pero tiene tambien « desviaciones barrocas », de magnifica extravagancia. Los mimoides viejos, en particular, producen formas muy comicas. Mirando las fotografias, sin embargo, nunca tuve deseos de reirme; el enigma es demasiado perturbador.
Durante los primeros anos de exploracion, los investigadores se abalanzaron literalmente sobre los mimoides que fueron llamados ventanas abiertas al oceano, pues facilitarian el anhelado contacto de dos civilizaciones. Pronto se reconocio de mala gana que no habia tal contacto, que todo se limitaba a una reproduccion de formas; el estudio de los mimoides no llevaba a ninguna parte.
Cediendo a la tentacion de un antropomorfismo o un zoomorfismo latentes, numerosos sabios, Maartens y Ekkonai entre ellos, los definieron como « organos sensorios » y hasta como « miembros »: las « vertebridas » y los « agilus » de Giese. Pero si las protuberancias oceanicas que se elevan hasta una altura de cinco kilometros son « miembros », se podria sostener con parecidas razones que los terremotos son la « gimnasia » de la corteza terrestre.
E1 repertorio de las formaciones que se producen regularmente en la superficie del oceano vivo, y que es posible observar por decenas, y hasta por centenas, en el curso de veinticuatro horas, ocupa trescientos capitulos de la obra de Giese. Las simetriadas — segun la terminologia de la escuela de Giese— son las formaciones menos « humanas », y no tienen ninguna semejanza con cosas terrestres. En la epoca en que se emprendio el estudio de las simetriadas, se sabia ya que el oceano no era agresivo y que esos torbellinos plasmaticos no devorarian a nadie que no fuese imprudente e irreflexivo en extremo (excluyendo, claro esta, los accidentes mecanicos).
En efecto, se puede volar de lado a lado y sin mayor peligro por el cuerpo cilindrico de los longus o la columna de las vertebridas que se bambolean entre las nubes, pues en la atmosfera solarista el plasma se retira a la velocidad del sonido para dar paso al cuerpo extrano; tuneles profundos se abren incluso bajo la superficie del oceano (con un prodigioso consumo de energia: Skriabine la estima en 1019 ergos). No obstante, la exploracion de las simetriadas se inicio con mucha prudencia, evitando incursiones temerarias y multiplicando las precauciones — a menudo inutiles—. Todos los ninos de la Tierra han oido hablar de estos pioneros que se aventuraron en los abismos de una simetriada.
La apariencia de esas formaciones enormes.puede inspirar pesadillas, pero el verdadero peligro es otro: nada hay en el interior de una simetriada que pueda considerarse estable o seguro; hasta las leyes fisicas no tienen ahi validez. Los exploradores de las simetriadas — conviene senalarlo— son quienes han sostenido con mayor conviccion la tesis de que el oceano vivo esta dotado de inteligencia.
Las simetriadas aparecen de subito, como una erupcion volcanica. Una hora antes de la « erupcion », el oceano vitrificado en una extension de decenas de kilometros cuadrados empieza a brillar. Sin embargo, se mantiene fluido, y el ritmo de las olas no varia. A veces, ese fenomeno de vitrificacion se produce alrededor del embudo dejado por un agilus. Al cabo de una hora, la envoltura brillante del oceano se eleva como una burbuja