luz tendia a cada momento a borrar a Ayl, a poner en duda su presencia, la oscuridad me devolvia la certeza de que estaba.
Volvio el dia a tenir de gris la Tierra, y mi mirada giraba en torno y no la veia. Lance un grito mudo: -?Ayl! ?Por que te has escapado? -Pero ella estaba delante de mi y tambien me buscaba y no me veia y silenciosamente grito-: ?Qfwfq! ?Donde estas?-. Hasta que nuestra vista se acostumbro a escrutar aquella luminosidad caliginosa y a reconocer el relieve de una ceja, de un codo, de una cadera.
Entonces hubiera querido colmar a Ayl de regalos, pero nada me parecia digno de ella. Buscaba todo lo que de algun modo se destacara de la uniforme superficie del mundo, todo lo que indicase un jaspeado, una mancha. Pero pronto hube de reconocer que Ayl y yo teniamos gustos diferentes, si no directamente opuestos: yo buscaba un mundo diverso mas alla de la patina desvaida que aprisionaba las cosas, y espiaba cualquier senal, cualquier indicio (en realidad algo estaba empezando a cambiar, en ciertos puntos la ausencia de color parecia recorrida por vislumbres tornasoladas); en vez, Ayl era una habitante feliz del silencio que reina alli donde toda vibracion esta excluida; para ella todo lo que apuntaba a romper una absoluta neutralidad visual era un desafinar estridente; para ella alli donde el gris habia apagado cualquier deseo, por remoto que fuera, de ser algo distinto del gris, solo alli empezaba la belleza.
?Como podiamos entendernos? Ninguna cosa del mundo tal como se presentaba a nuestra mirada bastaba para expresar lo que sentiamos el uno por el otro, pero mientras yo me afanaba por arrancar a las cosas vibraciones desconocidas, ella queria reducir toda cosa al mas alla incoloro de su ultima sustancia.
Un meteorito atraveso el cielo, en una trayectoria que paso delante del Sol; su envoltura fluida e incendiada hizo por un instante de filtro a los rayos solares, y de improviso el mundo quedo inmerso en una luz jamas vista. Abismos morados se abrian al pie de penascos anaranjados y mis manos violetas senalaban el bolido verde flameante mientras un pensamiento para el que no existian todavia palabras trataba de prorrumpir de mi garganta:
– ?Esto para ti! ?De mi esto para ti ahora, si si, es lindo!
Y al mismo tiempo giraba de repente sobre mi mismo ansioso por ver de que modo nuevo resplandecia Ayl en la transfiguracion general; y no la vi, como si en aquel repentino desmenuzarse del barniz incoloro hubiera encontrado la manera de esconderse y escurrirse entre las junturas del mosaico.
– ?Ayl! ?No te asustes, Ayl! ?Sal y mira!
Pero el arco del meteorito ya se habia alejado del Sol, y la Tierra habia sido reconquistada por el gris de siempre, aun mas gris para mis ojos deslumbrados, e indistinto, y opaco, y Ayl no estaba.
Habia desaparecido de veras. La busque durante un largo pulsar de dias y de noches. Era la epoca en que el mundo estaba probando la forma que adoptaria despues: la probaba con el material que tenia a su disposicion, aunque no fuera el mas adecuado, quedando entendido que no habia nada definitivo. Arboles de lava color humo extendian retorcidas ramificaciones de las cuales colgaban finas hojas de pizarra. Mariposas de ceniza sobrevolando prados de arcilla se cernian sobre opacas margaritas de cristal. Ayl podia ser la sombra incolora que se mecia en una rama de la incolora floresta, o que se inclinaba a recoger bajo grises matas grises hongos. Cien veces crei haberla percibido y cien veces perderla de nuevo. De las landas desiertas pase a las comarcas habitadas. En aquel tiempo, en el presagio de las mutaciones que advendrian, oscuros constructores modelaban imagenes prematuras de un remoto posible futuro. Atravese una metropoli nuragica toda torres de piedra; franquee una montana perforada de galerias subterraneas como una tebaida; llegue a un puerto que se abria sobre un mar de fango; entre en un jardin en cuyos canteros de arena se elevaban al cielo altos menhires.
La piedra gris de los menhires era recorrida por un dibujo de apenas insinuadas vetas grises. Me detuve. En medio de aquel parque Ayl jugaba con sus amigas. Lanzaban en alto una bola de cuarzo y la cogian al vuelo.
En un tiro demasiado fuerte la bola se puso al alcance de mis manos y la atrape. Las amigas se dispersaron en su busca; cuando vi a Ayl sola, lance la bola al aire y la cogi al vuelo. Ayl se acerco; yo, escondiendome, lanzaba la bola de cuarzo atrayendo a Ayl a lugares cada vez mas alejados. Despues apareci; me grito; despues se echo a reir; y asi seguimos jugando por regiones desconocidas.
En aquel tiempo los estratos del planeta fatigosamente buscaban un equilibrio a fuerza de terremotos. Cada tanto una sacudida levantaba el suelo, entre Ayl y yo se abrian grietas a traves de las cuales seguiamos lanzando la bola de cuarzo. En esos abismos los elementos comprimidos en el corazon de la Tierra encontraban la via para liberarse y veiamos emerger espolones de roca, exhalando fluidas nubes, brotar chorros hirvientes.
Siempre jugando con Ayl, me di cuenta de que una capa gaseosa se habia ido extendiendo por la corteza terrestre, como una niebla baja que subia poco a poco. Un instante antes llegaba a los tobillos y ya estabamos metidos hasta las rodillas, luego hasta las caderas… Al ver aquello creaa en los ojos de Ayl una sombra de inseguridad y de temor; y yo no queria alarmarla, y por eso, como si nada, seguia nuestro juego, pero tambien estaba inquieto.
Era algo nunca visto: una inmensa burbuja fluida se iba inflando en torno a la Tierra y la envolvia toda; pronto nos cubriria de la cabeza a los pies vaya a saber con que consecuencias.
Lance la bola a Ayl del otro lado de una grieta que se abria en el suelo, pero el tiro resulto inexplicablemente mas corto de lo que yo habia pretendido, la bola cayo en la rajadura, y zas: de pronto resultaba pesadisima; no: era que el abismo se habia abierto enormemente y ahora Ayl estaba lejos, lejos, del otro lado de una extension liquida y untosa que se habia abierto entre nosotros y espumeaba contra la orilla de rocas, y yo me asomaba sobre esa orilla gritando: -?Ayl! ?Ayl! -y mi voz, el sonido, exactamente el sonido de mi voz se propagaba con una fuerza que jamas hubiera imaginado y las ondas hacian mas ruido que mi voz. En una palabra: no se entendia nada de nada.
Me lleve las manos a las orejas ensordecidas y en aquel momento senti tambien la necesidad de taparme la nariz y la boca para no aspirar la fuerte mezcla de oxigeno y azoe que me rodeaba, pero mas fuerte que todo fue el impulso de cubrirme los ojos que me parecia que iban a reventar.
La masa liquida que se extendia a mis pies se habia vuelto repentinamente de un color nuevo que me cegaba, y estalle en un grito inarticulado que de alli en adelante asumiria un significado bien preciso: -?Ayl! ?El mar es azul!
El gran cambio tanto tiempo esperado habia ocurrido. En la Tierra habia ahora el aire y el agua. Y sobre aquel mar azul recien nacido, el Sol se ponia tambien coloreado, y de un color absolutamente distinto y todavia mas violento. Tanto que senti la necesidad de continuar mis gritos insensatos: -?Que rojo es el Sol, Ayl! ?Ayl, que rojo!
Cayo la noche. Tambien la oscuridad era distinta. Yo corria buscando a Ayl, emitiendo sonidos sin pies ni cabeza para expresar lo que veia: -?Las estrellas son amarillas! ?Ayl! ?Ayl!
No la encontre ni aquella noche ni los dias y las noches que siguieron. Alrededor el mundo desplegaba colores siempre nuevos, nubes rosas se adensaban en cumulos violetas que descargaban rayos dorados; despues de las tormentas, largos arco iris anunciaban tintes que todavia no se habian visto, en todas las combinaciones posibles. Y ya la clorofila comenzaba su avanzada: musgos y helechos verdecian en los valles recorridos por torrentes. ?Era este finalmente el escenario digno de la belleza de Ayl, pero ella no estaba! Y sin ella toda esta pompa multicolor me parecia inutil, desperdiciada.
Volvi a recorrer la Tierra, volvi a ver las cosas que habia conocido en gris, pasmado cada vez al descubrir que el fuego era rojo, el hielo blanco, el cielo celeste, la tierra marron, y que los rubies eran color rubi, y los topacios color topacio, y color esmeralda las esmeraldas. ?Y Ayl? No conseguia con todo mi fantasear imaginarme como se presentaria a mi mirada.
Encontre el jardin de los menhires, ahora verdecido de arboles y hierba. En pilones borbolleantes nadaban peces rojos y amarillos y azules. Las amigas de Ayl seguian saltando en los prados, arrojandose la bola irisada, ?pero como habian cambiado! Una era rubia de piel blanca, otra morena de piel olivacea, otra castana de piel rosada, otra pelirroja toda manchada de innumerables, encantadoras pecas.
– ?Y Ayl? -grite-. ?Y Ayl? ?Donde esta? ?Como es? ?Por que no esta con vosotras?
Los labios de las amigas eran rojos, y blancos los dientes y rosadas la lengua y las encias. Rosada era tambien la punta de los pechos. Los ojos eran celeste aguamarina, negro guinda, avellana y amaranto.
– Ayl… -contestaban-. No esta… No sabemos… -y seguian jugando.
Yo trataba de imaginar la cabellera y la piel de Ayl de todos los colores posibles y no lo conseguia, y asi, buscandola, exploraba la superficie del globo.
'Si aqui arriba no esta -pense-, ?quiere decir que esta abajo!', y en cuanto encontre un terremoto me arroje a un precipicio, bien abajo, en las entranas de la Tierra.