derrumbada, el revoque de las paredes desconchado, por todas partes aparecian grietas en los muros y Behaim podia llamar y gritar con todas sus fuerzas que nadie le abria la puerta. Y mientras golpeaba con los nudillos y esperaba y gritaba y golpeaba con los nudillos y volvia a gritar y volvia a esperar, cayo su mirada casualmente sobre un ventanuco enrejado que habia encima de la puerta, y en ese ventanuco diviso un rostro que le dio la misma impresion de abandono y decrepitud que la casa, el rostro hirsuto y poco aseado de un hombre que observaba atentamente como se magullaba los nudillos contra la puerta cerrada.
– Senor, ?que significa esto? ?Por que no me abris? -pregunto Behaim enojado.
– Por que alborotais en propiedad ajena y ademas, ?quien sois? -replico el preguntado.
– Busco a un tal Boccetta -explico Behaim-, Bernardo Boccetta. Me dijeron que le encontraria en esta casa.
– A Bernardo Boccetta le buscan todos -gruno el hombre del ventanuco-. Demasiados buscan a Bernardo Boccetta. Mostradme lo que traeis antes de dejaros entrar.
– ?Lo que traigo? -exclamo asombrado Behaim-. ?Que demonios debo traer para que me dejeis entrar?
– Si no teneis nada que empenar, ya podeis dar media vuelta -le aconsejo el hombre del ventanuco-. Aqui no se presta nada sobre un simple aval. ?O acaso habeis venido a desempenar una prenda? En ese caso, no es hora, venid por la tarde.
– ?Senor! -dijo Behaim-. No quiero que me presteis dinero, ni he depositado una prenda. Quiero ver al senor Boccetta y nada mas.
– ?Ver al senor Boccetta y nada mas? -repitio el hombre del ventanuco dando vivas muestras de asombro-. ?Que motivo teneis para desear ver al senor Boccetta si a juzgar por las apariencias, no os encontrais en ningun apuro? ?Que tiene el de interesante? Y cuando le hayais visto, ?que querreis despues? ?Porque yo soy ese Boccetta!
El aleman dio un paso atras sorprendido y volvio a contemplar la apariencia desastrada y el semblante decrepito del hombre que en otro tiempo habia pertenecido a la Nobleza de Florencia. Luego dijo haciendo una reverencia:
– Me llamo Behaim, senor, y os traigo los saludos de mi padre, Sebastian Behaim, comerciante en Melnik. El se alegrara cuando le cuente que estuve en vuestra casa y que gozais de buena salud y de una posicion desahogada.
– ?Behaim! ?Sebastian Behaim! -murmuro Boccetta-. Si, senor, teneis razon, el os estara agradecido por cualquier noticia que le lleveis de mi; es tan raro saber algo de los amigos. Decidle que en cuanto a la salud no tengo motivo de queja, todavia me encuentro bien, por lo demas… en fin, vos mismo conoceis los tiempos que corremos, los rumores de guerra, la carestia, la envidia y la malevolencia de las personas, toda clase de estafas, hay que tener paciencia y tambien aceptar lo malo, Dios no lo ha querido de otra manera, es Su voluntad y nadie sabe si el dia de manana nos traera cosas peores. Decidle pues, decidle a vuestro senor padre…
– ?Senor! ?No quereis dejarme entrar? -le interrumpio Behaim.
– Por supuesto que si. En seguida -dijo Boccetta-. De modo que sois el hijo de Sebastian Behaim. Debe ser una gran dicha dejar un hijo en el mundo, a mi me ha sido negada. En fin, decid a vuestro senor padre cuando le hableis de mi…
– Creia que me dejabais entrar -opino el aleman.
– ?En efecto, asi es, y yo aqui charlando! Un instante, ?donde he metido la llave? Ahora me doy cuenta de que por desgracia no tengo en casa vino, ni fruta, ni nada que ofreceros y a uno le gusta agasajar a sus invitados de acuerdo con la costumbre. En estas condiciones y para no avergonzarme deberiais, quizas, volver en otra ocasion, para entonces estare mejor provisto de todo lo necesario.
– No, senor -declaro Behaim terminante-. No digo que no sepa apreciar una jarra de buen vino, pero como hacia tiempo que deseaba platicar un rato con vos, no quisiera aplazar la ocasion sin necesidad; podria surgir algun imprevisto, pues, como acabais de observar muy justamente, no sabemos lo que nos traera el dia de manana. Asi que, os ruego que no me dejeis esperar mas tiempo delante de vuestra puerta.
El rostro desaparecio del ventanuco, se oyeron pasos arrastrados, sono una cadena, una llave rechino en la cerradura y desde la puerta abierta, Boccetta intento una nueva objecion:
– Como suelo reservar las horas de la manana para atender mis negocios habia pensado que…
Behaim le corto la palabra.
– No importa, despues de todo tambien podemos hablar de negocios -dijo franqueando la puerta.
La habitacion a la que condujo Boccetta a su invitado solo estaba provista de los mas exiguos enseres. Una mesa y dos sillas, un banco que solo se apoyaba en tres patas, un arca carcomida en un rincon y, cubriendo el suelo, dos esteras de junco…, ese era todo el mobiliario. Encima de la mesa habia una garrafa de agua y un vaso de estano al lado de una escribania. De la pared colgaba un pequeno cuadro sin enmarcar que representaba a la Virgen y que debia provenir de un buen maestro y Behaim se acerco para contemplarlo.
– Nuestra senora, la santisima Virgen -explico Boccetta-. La tengo de un pintor que estaba agobiado de deudas. Por ese cuadrito me ha ofrecido cuatro ducados al contado el maestro Leonardo, que tambien es pintor. ?Podeis comprender que alguien que solo necesita coger un pincel y un poco de pintura para crear el mismo cuadro u otro mas bello, este dispuesto a pagar cuatro ducados?… y encima no tiene marco. Por cierto, me hizo el honor de retratarme en su cuaderno de apuntes, el maestro Leonardo.
Despues invito a Behaim a sentarse recomendandole que tuviese cuidado.
– Haceos ligero al sentaros -dijo-. Estas sillas estan mas adaptadas a mi peso que al vuestro. ?No quereis refrescaros con un trago de agua? Ahi esta preparada. Si tuviese a mi criado a mano, le mandaria traer de la taberna mas proxima un poco de vino, pero le envie hace tres semanas a su pueblo con los suyos, pues creedme, en estos tiempos no es ninguna minucia tener una boca mas en casa.
Suspiro, meneo la cabeza y se perdio durante un rato en recuerdos.
– Si, senor, aquellos eran otros tiempos cuando los dos, vuestro senor padre y yo, ibamos los domingos montados sobre nuestras muias a los pueblos y las granjas para bromear con las mozas y pellizcarles en los brazos y en otras partes. A vuestro senor padre le divertia mucho, y eso que tenia un aspecto tan respetable que le entraban a uno ganas de confesarse con el; asi de digno y respetable era su aspecto. Si, estabamos de buen humor, los negocios prosperaban. Pero lo pasado, pasado; al fin y al cabo, uno se encuentra ahora en una edad en la que, libre de todas las pasiones, puede servir a Dios. De los negocios me he retirado y si de cuando en cuando opero todavia con mi dinero, lo hago solo para asistir con las ganancias a los pobres, pues aqui en mi barrio me conocen como amigo de Dios y de todos los necesitados… ?Pero no queriais hablar de vuestros negocios? Quizas habeis pensado invertir dinero aqui en Milan, en cuyo caso yo os podria ser muy util. Os puedo colocar cualquier suma a un buen interes; garantias, las que querais, pero no me hableis de comisiones, pues lo que hago, lo hago por la amistad que siento por vos y vuestro padre. ?Y bien? ?De que suma se trata?
– ?Se trata -dijo Behaim-, de diecisiete ducados!
– Vaya miseria -opino Boccetta-. No hablais en serio. ?Quereis invertir una suma de diecisiete ducados?
– No, retirarla -le informo Behaim-. Y, para ser exacto, de vos. En nuestras cuentas existe desde hace anos una cantidad sin pagar que asciende a diecisiete ducados y he venido a cobrarla de vos.
– ?Diecisiete ducados? De eso no se nada -dijo Boccetta.
– Claro que sabeis -declaro Behaim -, poseo un documento de vuestro puno y letra que lo atestigua. ?Lo quereis ver?
– No es necesario -opino Boccetta-. Si vos lo decis, sera verdad. Tengo todo el interes en complaceros, a vos y a vuestro padre, senor Behaim… pero decidme una cosa: ?Por semejante pequenez habeis cargado con las fatigas de un viaje? Comprendo que alguien haga un viaje por una indulgencia u otra obra piadosa…
– Ademas tenia otros negocios, distintos y mas importantes en Milan -le explico Behaim.
Boccetta parecio reflexionar un instante.
– De acuerdo, el asunto esta en orden -dijo entonces-. No os preocupeis por el dinero. Dejadlo tranquilamente en mis manos. No veo que corrais el mas minimo peligro de perderlo. En mi casa esta tan bien guardado como en el banco Altoviti, o mejor aun.
– ?Senor! -exclamo enojado el aleman-. ?Me teneis por un necio? ?Pensais que me podeis despachar con tales palabras?
– ?Por que habria de teneros por un necio? -opino Boccetta-. Muy al contrario, os estoy haciendo una proposicion razonable. ?No sigamos hablando del asunto, dejemoslo descansar de momento! No merece la pena que por su culpa se separen desavenidos dos hombres que se aprecian y respetan.