– ?En realidad, que ha ocurrido? -se dijo a si mismo-. Una pequena adversidad que cualquiera puede sufrir, una contrariedad de la que no vale la pena hablar, eso es todo. Estaba un poco enamorado, me he dejado trastornar por esa jovencita, eso es grave, ciertamente, pero son cosas que ocurren y a quien le toca le toca. Y ahora que, gracias al cielo, me he enterado a tiempo de quien es ella y de donde viene… ya ha pasado todo, es preciso que haya pasado todo. Verdaderamente, seria insensato que persistiese en mi amor a la hija de Boccetta, seria ridiculo. ?Amor? ?Se le puede llamar amor a eso? No, no es mas que un deseo estupido y molesto que se ha aduenado de mi pero, ?afortunadamente! me hallo en buen camino para superarlo.

Sin embargo, el consuelo que intentaba darse a si mismo con esas palabras no duro mucho. Basto que le viniese a la mente una palabra enamorada que le habia susurrado Niccola al oido durante el abrazo, para que surgiese ante sus ojos su imagen, y la viese tendida a su lado en toda su belleza, estrechandose contra el, dispuesta y decidida a entregarse. Recordo el momento inolvidable en que habia comprendido que todas las maravillas del mundo no eran mas que baratijas comparadas con las alegrias que habia conocido en sus brazos, pero en lugar de la felicidad y la exaltacion de aquel instante, sintio el dolor, la verguenza, la pena y la desesperacion abatiendose sobre el como una marea incontenible.

– ?No, no es cierto! -grito una voz dentro de el-. ?Todo es mentira! ?Por que me engano? ?Como podre superarlo? Es demasiado dificil, ?como podre olvidarla? Ella siempre estara presente. ?He aqui, a que extremo he llegado! No se puede ser mas desgraciado. ?Oh, como me desprecio! Es la hija de Boccetta y yo lo se y, sin embargo, no puedo librarme de ella, no logro centrar mis pensamientos en otras cosas, en el comercio, en los mercados, en las subidas de los precios, en las mercancias que me esperan en los almacenes de Venecia. ?Que locura se ha apoderado de mi que no puedo dejar de pensar en volver a dormir entre sus brazos y junto a su pecho? ?Que dice mi honor, que dice mi orgullo de todo esto? ?Es posible vivir en semejante tormento, amar a quien no se puede amar? ?Podia yo imaginar que es un ser que ha venido al mundo para hacer dano? ?Para conducirme al desastre y la deshonra? ?Que Dios me castigue, pero ojala hubiese convertido en mi amada a la hija de un sucio labriego! ?Maldita sea la hora en que me cruce con ella! ?Que hacia yo en la calle de San Jacobo? Mancino que estaba alli cantando en el mercado, es el culpable de que yo la descubriese, veo una muchacha, la encuentro bonita, me parece encantadora, me sonrie. La pierdo de vista, ahi intervino quizas mi angel bueno. Y yo, necio de mi, me empeno en encontrarla, la busco por todas partes, no desisto, la encuentro, la hago mia, y luego: ?Que ha pasado conmigo? ?Que hago ahora? Es evidente que el amor que sentia por la hija de Boccetta… ?puede soportarse semejante desgracia? El mismisimo demonio se apiadaria de mi si supiese lo que me ha sucedido.

Se llevo la mano a la frente y sintio que estaba empapada de sudor. Un escalofrio recorrio su cuerpo.

– Estoy enfermo -gimio-. No puedo mas, estoy tiritando, que busco en las calles, deberia estar en casa, en mi cuarto. Una jarra de vino caliente con un poco de pimienta, eso me haria bien. Tengo una fiebre que me consume y confunde mis pensamientos. Quizas, todo esto no es mas que un delirio, no es real, solo estoy sonando y ella no es la hija… No, ay de mi, no estoy sonando, estoy despierto, se que ha ocurrido y ando por las calles… deberia estar en casa.

Ya era de madrugada cuando llego a su albergue y subio a su aposento. Se arrojo sobre la cama y permanecio tendido, acosado por pensamientos atormentadores, hasta que un sueno intranquilo se apiado de el.

Era una hora avanzada del dia cuando desperto. Durante un rato permanecio tumbado envuelto en una somnolencia que no le dejaba formar ni fijar un pensamiento. Sabia que habia tenido un incidente desagradable, que habia sufrido una desgracia, pero no podia determinar de que clase era. Se sentia muy abatido, algo que le infundia pavor le esperaba. Y entonces le vino el recuerdo de Ia noche pasada y la voz de D'Oggiono sono en su oido: «?Entonces no sabeis que ella es la hija de Boccetta?».

Como un susto paralizante le asalto el recuerdo de lo que le habia sucedido, pero en seguida le vino un nuevo pensamiento que se apodero de el y le hizo ver con otros Ojos la cuestion que tanto le afligia.

– ?Es seguro que han dicho la verdad? -se pregunto-. ?No parece mas bien que esos dos del Cordero, ese D'Oggiono y el otro, han urdido una broma pesada para fastidiarme? Me han contado una mentira en toda la regla, se han inventado una historia descarada y yo he sido tan simple de dar credito a lo que decian.

Behaim se habia levantado de un salto y, sorprendido por esa ocurrencia, y ya completamente despabilado, se puso a caminar por la habitacion.

– No, no es cierto, no, no puede ser cierto. -Siguio desarrollando su idea-. Me han mentido vilmente. ?Por juego? ?Por travesura? No, ha sido por maldad. Han cometido conmigo una autentica granujada. Pero no lo olvidare, me las pagaran. ?Niccola… la hija de Boccetta! ?Que estupidez! Ella es de un natural completamente distinto, es un alma pura, no le importa el dinero, no tiene apego a las propiedades, no queria aceptar de mi el mas minimo regalo, ni siquiera pude regalarle un cinturon o uno de los bolsitos bordados donde guardan las mujeres de Milan sus Monedas de plata. ?La hija de Boccetta! ?Y pretenden que yo ttie lo crea!

Se detuvo y tomo aire. Y como ahora se sentia mas Aviado y disminuia su excitacion, sintio la necesidad de hablar con otros en lugar de consigo mismo sobre la mala pasada que habian pensado jugarle.

Su patron, el cerero, no estaba solo. En su cocina donde olia a tocino frito, se encontraba el zapatero de la vecindad, un hombre viejo y arrugado que lucia una barba de chivo rala. El zapatero le habia arreglado las suelas desgastadas de sus zapatos de domingo y, tras largos discursos y mucho regateo se habia puesto de acuerdo con el sobre el sueldo que debia recibir, y el cerero habia contado muy a disgusto seis quatrini sobre la mesa de la cocina.

– ?Que Dios os depare un buen dia! -saludo Behaim al entrar en la cocina-. ?Llego en mal momento? Si no es asi, me gustaria contaros algunas cosas sorprendentes que me han sucedido.

– Este caballero -explico el cerero al zapatero-, se hospeda en mi casa y acude a mi a menudo en busca de consejo, pues, ?que haria sin mi? es forastero y todo el mundo trata de enganarle en esta ciudad.

– Yo soy un hombre honrado, la gente me conoce, yo no engano a nadie -aseguro el zapatero, volviendose hacia Behaim con la mano sobre el corazon-. Si teneis unos zapatos para arreglar, no necesitareis pagarme mas de lo acostumbrado aunque seais forastero.

– ?Por Dios, que gran verdad acabais de decir! -respondio Behaim al cerero sin prestar atencion al zapatero- Efectivamente han intentado enganarme. Hay dos sujetos que dicen por ahi y quieren hacerme creer, que mi amada/ de la que os he hablado, es la hija de Boccetta.

– ?De Boccetta? -exclamo el cerero mostrandose muy sorprendido-. ?De verdad? ?Es eso posible?

Y despues de reflexionar unos instantes, pregunto:

– ?Y quien es ese Boccetta?

– ?Como? ?No conoceis a Boccetta? -se asombro Behaim-. Yo pensaba que todo el mundo le conocia puesto que engana a todo el mundo. Os hable de el largo y tendido; es el hombre que se niega a pagar los diecisiete ducados que me debe desde hace anos. De todos los usureros manilargos de esta ciudad es el peor. Un hombre sin verguenza y sin honor.

– Podra ser hija suya o de quien sea -sentencio el cerero-, pero es una alhaja y quien la tenga estara bien servido de noche. Es como debe ser, ni demasiado llenita ni demasiado delgada. Pero no me gusta que corra detras de los extranjeros. Para alguien que no sea de aqui, esta demasiado bien.

– ?Acaso la habeis visto? -inquirio Behaim.

– Me he cruzado con ella dos o tres veces cuando salia de vuestra habitacion -le explico el cerero.

– ?No os habia prometido y asegurado solemnemente -le increpo Behaim- que os deslomaria si os dejabais ver una sola vez mientras ella estuviese en casa?

– No habla en serio -explico el cerero al zapatero-. Es una de sus bromas. Habeis de saber que el y yo somos buenos amigos. -Volvio a dirigirse a Behaim-. ?De modo que decis que es la hija de ese usurero manilargo?

– Eso lo dice D'Oggiono, uno de los pintores que conoci en el Cordero -le expuso Behaim-. Pero no le creo, pues es un intrigante, un autentico embustero.

– Os dije que con esa gente solo tendriais problemas -le recrimino el cerero-. No podeis decir que no os lo he advertido. ?Pero me habeis escuchado? No, no os habeis dejado decir nada, teniais que ir al Cordero a dejar alli vuestro dinero, y a cambio os han servido mentiras. Deberiais haberos quedado en casa y dejado que preparase vuestras comidas ya que soy famoso en todo el barrio por mi buena cocina.

Y para ratificar esa afirmacion, retiro una sarten del fuego e invito a Behaim y al zapatero a que probasen las lentejas con tocino que habia preparado.

– No, no debeis llamar embustero a D'Oggiono -dijo el zapatero despues de haber probado las lentejas, y dejando la cuchara sobre la mesa se relamio-. Os equivocais, senor. D'Oggiono es muy estricto con la verdad.

Despues le dio al cerero su opinion sobre la manera correcta de preparar las lentejas con tocino:

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