El monje se marcho y al pasar al lado de Mancino le hizo una sena confidencial con la cabeza y deteniendose dijo:

– Si vos tambien teneis que pedirle algo, os deseo que Dios os de mas paciencia y mejor suerte, yo ya he gastado bastante saliva. Ese no suelta un quatrino ni siquiera por la fe, es increible.

– Ese -le hizo saber Mancino- no es capaz de conceder algo bueno a nadie y a si mismo tampoco. El pan que come lo desdenaria un cerdo.

– ?Eh, que haceis ahi! -grito Boccetta a Mancino, mientras el monje se alejaba meneando la cabeza-. Si habeis venido en busca de pendencia, ahorraos la molestia. Me podeis poner de vuelta y media, insultar y denostar, si eso os divierte, a mi no me importa ni me preocupa.

– He venido para avisaros -dijo Mancino-. Tened cuidado, estais en peligro, me parece que va a correr sangre. Ese aleman anda tras vos.

– ?Que aleman? -pregunto Boccetta en tono indiferente y reflexiono un instante-. Que el diablo me lleve si se de que estais hablando.

– ?No os reclama alguien varios ducados? -le recordo Mancino-, ?y no os habeis negado a pagarle?

– ?Os referis a ese? -dijo Boccetta-. Ahora le recuerdo. Como castigo por sus pecados se le debe de haber metido en la cabeza la idea de exigirme diez o no se cuantos ducados. Vino y estuvo muy pesado; no hacia mas que hablar de esos ducados y me costo trabajo deshacerme de el.

– Pues tened cuidado no vaya a ser que la cosa termine mal para vos -dijo Mancino-. Ese aleman se lo ha tomado como una ofensa y una deshonra, y con la ira que se ha apoderado de el esta dispuesto a todo.

Boccetta sonrio torciendo la boca con gesto burlon.

– Que venga -dijo tranquilo-. Le dispensare un buen recibimiento. Algunos que van por lana vuelven trasquilados.

– Ya se -le reprocho Mancino- que sois ducho en malas lides y que sabeis retener con cien manos el dinero que llega hasta vos, aunque no sea vuestro…

– Me halagais -le interrumpio Boccetta-, haceis demasiados elogios de las modestas capacidades que me ha concedido Dios.

– Pero ese aleman -prosiguio Mancino- conoce los procedimientos de esta ciudad, buscara a su hombre y cuando encuentre uno que este dispuesto a deciros el bene-dicite con el cuchillo o el hacha de mano…

– ?Que venga con su benedicite! -declaro Boccetta-. Ya le dare yo el dominus de respuesta.

– ?Pero no esta ese aleman en su derecho? -exclamo Mancino-. ?No le debeis realmente el dinero que exige de vos?

Boccetta se froto la barbilla hirsuta y en su rostro aparecio una expresion de asombro, como si esa objecion fuese lo ultimo que esperase oir.

– ?En su derecho? ?Que quereis decir? -respondio-. El podra estar en su derecho ?Y eso que importa, si a mi no me da la gana de interpretar el papel del benefactor y despilfarrar mi dinero con un necio!

Mancino miro en silencio el rostro que asomaba detras del ventanuco.

– Vos que sois de la nobleza -dijo entonces-, vos que venis de una casa tan importante y gloriosa que ha dado mas de una vez a la ciudad de Florencia el gonfaloniere, el portaestandarte de la justicia, decidme, ?por que llevais esta vida sin verguenza ni honor?

Por primera vez aparecio en los rasgos de Boccetta un atisbo de contrariedad e impaciencia.

– ?Sin honor? -contesto-. ?Que sabeis vos del honor! Os voy a decir una cosa, y recordadla bien: quien conserva el dinero, tiene el honor. Y ahora, si todavia teneis algo que decirme, decidlo, si no, dejadme en paz con ese estupido aleman.

– Esta bien -dijo Mancino-. Me voy. Os he avisado y, por mi alma, que no lo he hecho porque os tenga afecto. Y si ahora os llevais una cuchillada que os cruce la cara de lado a lado… alla vos.

Y dando media vuelta salio del jardin.

– ?Que venga, si se atreve! -le grito Boccetta-. Que aparezca por aqui. Decidle que de su dinero no recibira ni un chavo, ni un chavo, decidselo y luego contadme lo que ha vociferado en su furia.

Luego solto una carcajada que sonaba como un ladrido ronco y su rostro desaparecio del ventanuco.

Joachim Behaim, que estaba escondido detras de los arbustos, junto al muro del jardin, mantenia la mirada fija en la puerta de la casa, temiendo la aparicion de Niccola como una fatalidad. Joachim Behaim habia oido las palabras de Boccetta y en seguida habia comprendido que hablaban de el, que era el quien no habria de ver ni un solo chavo de su dinero. Una ira sofocante le invadio y se apodero de sus pensamientos, las venas de su frente se hincharon y sus manos se pusieron a temblar.

Me alegro de haberlo oido, se dijo. Oh Dios, ?Sera posible que exista semejante canalla? ?Ni un chavo de mi dinero! No veo otra solucion que machacarle con mis punos, aunque tenga que estar aqui horas, dias enteros esperando delante de su puerta… no me importa, no sera tiempo perdido. Tengo que procurar por todos los medios que caiga en mis manos, y entonces le dare tal paliza que se acordara de mi en la hora de su muerte. ?Pero abandona alguna vez su casa? ?Se atreve a salir a la calle, a mezclarse entre la gente? Quizas se ha provisto de viveres para varias semanas. ?Tendre que verle siempre detras de esa reja? ?Oh, maldito seas, cobarde, aqui y en el mas alla! Quisiera oirte gritar en el infierno por una gota de agua para tu sedienta lengua. ?Pero aqui en este mundo, permitire que siga dandose la gran vida, que disfrute de mis ducados y los haga saltar y tintinear en sus manos? ?Si saliese en este instante por la puerta, si se cruzase casualmente con mis punos, oh, que placer solo pensar que eso pudiese suceder! ?Sal, de ahi, granuja! ?Que la peste caiga sobre ti! ?La peste? ?Por que la peste? ?No seria un castigo demasiado suave para el? ?No merece una muerte mas cruel?

Behaim respiro profundamente y se quito las gotas de sudor de la frente.

?Que necio soy por dejarme arrastrar a semejante colera!, se dijo a si mismo. ?No es eso precisamente lo que busca ese chacal sarnoso? ?No oi yo mismo como lo deseaba riendose como un chacal? ?De que me sirve maldecir? ?Para que vale? Puedo jurar y maldecir por cien ducados y desear que coja la peste, ?pero recuperare por ello un solo centimo? Y Aunque caiga en mis manos y le golpee hasta que se me cansen los brazos… mi dinero lo seguira teniendo el. Y al final, me metere en un lio por culpa de ese miserable si me paso de la raya y se me queda entre las manos. ?Pero, para que estoy aqui, Dios mio! ?He venido para escuchar sus discursos desvergonzados e impios? ?Para eso he venido? ?No! He venido para ver si ella… si Niccola… oh Dios, salia de esa casa, por esa puerta… oh Dios, tu que eres justo y bueno, ayudame, ?permitiras que Niccola…?

Behaim se interrumpio y dejo de implorar al Dios justo. De pronto se le habia ocurrido una idea magnifica que lo cambiaba todo. Veia ante si un camino que parecia conducirle hasta sus derechos y los diecisiete ducados.

Tiene que funcionar, se dijo a si mismo. No deberia ser demasiado dificil, y Boccetta seria entonces el burlado y el que lloraria la perdida de los diecisiete ducados. Deberia ser realizable, pienso yo. Cierto que ese amor se acabaria. Tendria que dejar de pensar en ella, tendria que borrar su imagen de mi mente. ?Pero lo conseguire? Ay de mi, estoy demasiado enamorado, es humillante, es una verguenza que todavia sienta afecto por ella, por la hija de Boccetta. ?Pero y si no es su hija? Aun no se si saldra de esa casa. Y si la espero en vano, todo sera distinto. Y mis diecisiete ducados, ?donde los buscare entonces? Pero si aparece, si aparece Niccola por esa puerta, entonces lo conseguire, aunque tenga que convertir mi corazon en una piedra. ?Pero sere capaz? ?Acaso no la amo todavia? ?Y no fue mi amor desde el principio mas grande, mas ardiente que el que ella mostraba? ?No ha adquirido sobre mi un poder mucho mayor que el que yo he tenido jamas sobre ella? ?Donde ha quedado mi orgullo? ?Que dice mi honor?

Consternado se percato de que si su plan llegaba a ejecutarse, si lograba llevarlo a buen fin, seria verdad lo que se le habia aparecido como una vision espantosa esa noche que vagaba sin rumbo por las calles de Milan, esc que, hasta ese momento solo habia podido imaginar con tanta pena y tanto dolor: que ella era la hija de Boccetta. «?Ay, y si no lo fuese! -volvio a pensar por ultima vez-. ?Si! ?Tiene que serlo!», replico una voz dentro de el, pues para que prosperase su plan tenia que desear lo que antes le habia llenado de desesperacion y terror. «Tiene que serlo -decidio-. Ella lo es. Se que es la hija de Boccetta», trato de inculcar en su corazon.

Seguia con la mirada clavada en la puerta, las manos apretadas contra las sienes, y esperaba. No sabia si era temor o esperanza lo que le movia. Se reprendia y censuraba, se mofaba de su amor, luchaba contra el, se peleaba consigo mismo y estaba lleno de ira porque le parecia que su sentimiento no se habia extinguido todavia.

Entonces se abrio la puerta y vio a Niccola, supo que era ella antes de haberla visto. Andaba con su paso flotante y orgulloso por el que se la reconocia de lejos, se deslizo a traves del huerto y doblo hacia la carretera; luego continuo su camino como una sonadora.

Joachim Behaim echo a andar tras ella y su amor murio, asesinado por su voluntad, traicionado por su orgullo,

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