– Yo en casa, les echo menos vinagre, en cambio, les pongo dos o tres trozos de manzana y un poco de tomillo, eso mejora su sabor.
– Que cada cual las haga a su entender -puntualizo en tono punzante el cerero, enojado por lo de los trozos de manzana y el tomillo.
– ?Hablais del pintor D'Oggiono? -pregunto Behaim al zapatero-. ?Le conoceis?
– Si, conozco a D'Oggiono, el que ha pintado a la Virgen sobre las nubes que se encuentra debajo del gran ventanal en el deambulatorio de la catedral -dijo el zapatero-. Desde hace anos trae sus zapatos a mi taller. Tiene dos pares, uno de piel de oveja y otro de cordoban que lleva en las grandes festividades. Y cuando no tiene dinero dice: maestro Matteo, tened un poco de paciencia, hoy no os puedo pagar, apuntad que os debo ocho quatrini (o nueve o diez segun lo que yo le pida) apuntadlo, dice, y el viernes vendre a traeros el dinero. Y cuando dice eso, es como si lo hubiese jurado sobre las Sagradas Escrituras: el viernes viene a traer el dinero. No es un embustero D'Oggiono. Podeis confiar en el, os lo aseguro, dice la verdad.
– ?En ese caso -dijo, desazonado, Behaim-, esa muchacha… Niccola, seria entonces la hija de Boccetta?
– Ni lo se, ni tengo interes en saberlo -dijo el cerero en tono agreste-. ?Ella es vuestra amada, no la mia, no lo olvideis! Y ya os he dicho mas de una vez lo que pienso de esa clase de muchachas. ?Es que tengo que escuchar precisamente a la hora de comer vuestra monserga sobre esa moza y sobre su padre, y sobre unos trozos de manzana y unos zapatos de cordoban, y Dios sabe que? Habeis recibido vuestro dinero, maestro Matteo, conmigo no hace falta apuntar nada, lo que tengo que pagar lo pago al contado, asi que, ?id con Dios, maestro Matteo, id con Dios!
– ?Quedad con Dios! -dijo tambien Behaim y abandono la cocina y la casa, confundido y sin saber si debia o no debia creer a D'Oggiono.
«Pero si ha dicho la verdad -penso cuando salio a la calle-, si he tenido la desgracia de haber elegido como amada a la hija de ese rufian, se donde vive y no tengo mas que vigilar durante algun tiempo su casa y cuando la vea salir por la puerta… ?Oh Dios mio no permitas que eso ocurra! ?Deja que espere en vano delante de su casa y que pierda el tiempo, deja que la aguarde en vano, Dios mio!… Pero si la veo salir de esa casa, no necesitare mas pruebas sabre lo que debo hacer… ?Pero lo se realmente? ?Estoy seguro de mi? ?Sere capaz de dominar mi deseo? ?Prestare oidos a la razon y hare lo que ella me aconseja? ?O ni siquiera entonces podre dejar de amar a esa muchacha?»
Y con el corazon angustiado se encamino hacia la casa de Boccetta.
11
De muy mal humor -le faltaba la moneda de cobre para poder comprar la rebanada de pan de cebada que constituia su almuerzo-, Mancino se abrio paso a traves de la maleza y los matorrales de la asilvestrada parte del jardin que lindaba con la fachada posterior de la casa del Pozo. Debajo de la ventana de Niccola se detuvo. Ella debia de estar en casa hilando lana en su habitacion o remendando su vestido o realizando cualquier otra tarea, pues los postigos de la ventana estaban abiertos para dejar entrar la escasa luz de ese dia gris y lluvioso.
Mancino no habia venido por Niccola, tenia que hablar unas palabras con Boccetta, pero eso no corria prisa. Absorto en la contemplacion de las grietas y hendiduras que habia en los muros de la casa ruinosa, veia que si alguien queria escalar la fachada aquellas desigualdades darian apoyo a los pies, primero a uno despues a otro, y se dijo que no era imposible, que ni siquiera debia ser demasiado dificil, subir hasta la ventana de Niccola y desde alli entrar en su aposento y llegar a sus brazos. Y aunque de noche las contraventanas estaban cerradas… su madera estaba carcomida y resquebrajada y no resistiria un fuerte empujon.
Pero cuando se sorprendio desarrollando tales pensamientos, se puso furioso consigo mismo y una sensacion de verguenza y melancolia se apodero de el.
«?Pero no te das cuenta de quien eres! -arremetio consigo mismo-. ?Piensas que todavia eres un estudiante? Un buscavidas y un muerto de hambre, eso es lo que eres, un necio y un bufon. Un mozo de cuadra y, cuando se tercia, un maton, siempre encadenado a esta miserable pobreza. Eso es lo que eres, y ahora te hallas en el invierno de tu vida, quien sabe por cuanto tiempo aun, y te sacaran con los pies por delante y berrearan detras de ti el '
Tras recuperar asi el dominio de si mismo y sin echar una sola mirada a la ventana de Niccola, atraveso la maleza del jardin y llego a la fachada principal de la casa. Pero no tuvo necesidad de llamar a la puerta, pues Boccetta estaba asomado a su ventanuco. Escuchaba a un fraile mendicante que le habia pedido una limosna piadosa en nombre de la Santisima Trinidad, y mostraba al fraile, a Mancino y quien pasase por delante de la casa, su rostro vulgar.
– Me temo -dijo meneando apesadumbrado la cabeza como si lamentase que alguien hubiese gastado una broma pesada a ese pobre fraile- que os han enviado aposta y con mala intencion a la puerta equivocada, pues en esta casa, eso lo sabe cualquiera, no se dan limosnas.
El fraile tenia cierta experiencia, sabia que raramente le daba alguien un donativo a la primera demanda. A la gente de la ciudad habia que decirle dos o tres veces que en este mundo solo estaban de paso y que con obras piadosas podian acortar el tiempo del purgatorio.
– Dadme algo, senor -insistio a Boccetta-, por la misericordia de Dios y por los meritos del bendito santo que fundo nuestra orden. Lo que deis redundara en vuestro beneficio. Pues Dios no pierde de vista a los que le honran con su caridad. De Dios viene la gracia.
– Por supuesto -dijo Boccetta, y viendo a Mancino le dirigio una mirada divertida-. Eso es tan bien sabido, como que las salchichas calientes vienen de Cremona.
– Una pequena limosna -prosiguio su letania el fraile sin inmutarse-. Ella os servira de senal cuando un dia llegueis a las encrucijadas del otro mundo. No es mucho lo que os pido. Un poco de queso, un huevo, un poco de manteca, pues, como suele decirse, las limosnas y las misas quitan los pecados.
– Me asombrais, buen hermano -le respondio Boccetta-. Manteca, queso, un huevo… esperais de mi un verdadero banquete. ?No os dais cuenta de que ademas de toda la miseria que Dios hace padecer a la humanidad pecadora, tambien le ha dejado como herencia el hambre? Actuais contra la voluntad de Dios tratando de eludir ese legado. ?Es eso cristiano, os pregunto, es eso justo?
– Lo que decis -admitio el monje, desconcertado ante ese inesperado reproche- pertenece a una teologia muy sabia y yo soy un fraile ignorante. Pero yo se una cosa, y es que hemos sido puestos en este mundo para ayudarnos los unos a los otros en la necesidad. ?Pues, para que si no, estamos en este mundo?
– ?Ayudarnos los unos a los otros? -exclamo Boccetta prorrumpiendo en una carcajada salvaje-. ?Que idea! No, hermano, ayudar al projimo no es propio de mi naturaleza, no tengo esa virtud, y ademas es algo que suele traer consigo gastos y desembolsos de los que no me prometo ningun provecho. ?Me habeis entendido, buen hermano? ?Pues entonces, seguid vuestro camino y llamad a otra puerta!
Completamente intimidado y con pocas esperanzas, el monje intento inducir por ultima vez a Boccetta a que diese una limosna.
– Recordad -le exhorto- que Dios ha creado al hombre bueno y para las buenas obras.
– ?Que es lo que ha hecho? -exclamo Boccetta-. ?Que estais diciendo? ?Bueno y para las buenas obras? No sigais que me muero de risa. ?Bueno y para las buenas obras! ?Esto es demasiado, basta, me duelen ya las mandibulas, parad!
El monje recogio del suelo su saco de mendigo y se lo echo al hombro.
– ?Adios, senor! -dijo-. Que Dios en su misericordia os ilumine. Pues parece que estais necesitado de luz.