la puerta tras de si satisfecho y aliviado, pues un buen fuego de lena era para el imprescindible en una noche tan humeda y fria. Al parecer el tabernero no escatimaba la calefaccion, pero si, en cambio, el aceite, pues de las dos lamparas que colgaban del techo con cadenas de hierro, solo ardia una y su luz iluminaba escasamente la amplia sala con sus rincones y nichos. No obstante, en cuanto dirigio una mirada en torno suyo, el aleman se dio en seguida cuenta de que el hombre por el que habia venido no se encontraba entre los presentes. Estos eran unos diez y bebian y hablaban todos a la vez en unas mesas redondas. Entre ellos habia algunos vestidos con cierta elegancia segun la moda espanola o francesa, otros, en cambio, tenian un aspecto pobre y andrajoso como si no hubiesen recibido una soldada en mucho tiempo; varios habian venido con mandiles y almadrenas y uno, sentado aparte, que dibujaba sobre el tablero de la mesa figuras geometricas con tiza, llevaba habito de monje. A todos ellos saludo Behaim inclinandose a derecha e izquierda con la barreta en la mano.

El patron del Cordero, un hombre corpulento de gesto grave, salio de su rincon y retiro el abrigo empapado de los hombros de Behaim. Luego le pregunto por sus deseos. En ese instante, uno de los parroquianos se levanto, se puso detras del aleman y, sin que este le viese, se santiguo tres veces, como hace a veces la gente cuando se cruza en la calle con un ladron y un bellaco consumado. Algunos parroquianos, entre los canteros, pintores, escultores y musicos, habian acordado gastarle una broma al posadero con la intencion de que recibiese una tunda o al menos algunos puntapies. Como quien no quiere la cosa, habian sacado la conversacion de que las posadas y los figones de la ciudad eran visitados, uno tras otro, por un hombre que se dejaba servir los platos mas exquisitos, capones, empanadas, bolleria fina y vinos selectos, y luego desaparecia sin pagar. Y ante la insistencia del patron del Cordero, habian acordado que si aparecia ese hombre por la taberna se lo harian saber por medio de una senal, y ahora que el aleman habia entrado en el comedor, le habian hecho al tabernero la senal convenida.

– Podeis traerme -dijo Behaim al tabernero que le miraba fijamente a la cara- un trago de vino, pero que sea del mejor.

– ?Del mejor, por supuesto! Justo lo que yo esperaba – exclamo el ventero enojado por lo que consideraba una desverguenza de ese hombre-. ?Y quizas un lomo de cordero bien mechado o un capon con setas finas? Senor voy a decirle una cosa: yo se lo que se y tengo mis ojos en todas partes. A mi no se me escapa ni un solo paso que pueda dar alguien. Se estar alerta. Si yo hubiese tenido que guardar el sepulcro de Cristo… podeis estar seguro de que no habria resucitado.

Behaim no dijo nada, solo le miro con asombro; no comprendia el sentido de esas palabras, ni por que no le traian su vino. Pero uno de los maestros canteros que estaban sentados alli con sus mandiles de cuero y sus almadrenas, dijo con la amable superioridad de los que lo saben todo mejor.

– ?Tabernero, habria resucitado!

– ?No habria resucitado! -exclamo el amo furioso de que alguien pusiese alli en duda su capacidad de estar alerta-. Se lo habria pensado dos veces, os lo aseguro.

– Habria resucitado -repitio tenaz el maestro cantero dando a entender que al final el tabernero, pese a toda su precaucion, seria estafado y el aleman no le pagaria la consumicion.

– Pues habria resucitado, ?que demonios! ?Pero antes le habria roto yo todos los huesos del cuerpo! -grito el patron fuera de si por la insistencia del maestro cantero, y en ese momento no pensaba ya en Cristo sino en el aleman que supuestamente pretendia enganarle.

– ?Por que grita como un poseso? -pregunto ahora el hombre con habito de monje levantando la cabeza de sus figuras geometricas-. ?De que discute?

– Del Cristo gloriosamente resucitado, reverendo hermano Luca -respondio el maestro cantero con el mayor respeto, pues el hermano Luca ensenaba matematicas en la Universidad de Pavia.

– ?Y por el Cristo resucitado armas semejante escandalo? -se dirigio el sabio monje al ventero.

– Si, y ese es un asunto que me afecta a mi, no a vos -dijo el ventero-. Pues esta es mi taberna y aqui velo yo por el orden. Yo tampoco me meto con vuestros signos ni con vuestras figuras, excepto para quitarlas con la bayeta cuando os vais, para que pueda sentarse otro cristiano a la mesa.

El monje ya no le oia. Habia vuelto a sus calculos matematicos.

– ?Senor! -dijo entonces Joachim Behaim al amo del Cordero-. Todavia estoy esperando mi vino y no se lo que tiene que ver todo esto con la resurreccion del Salvador. Quizas exista alguna relacion que desconozco, pero yo no he venido aqui para hablar de teologia. Llevaos mi abrigo a la cocina y colgadlo alli junto al hogar para que se seque. Sobre el asado de cordero mechado hablamos mas tarde, pero setas no tomo.

El tabernero examino entonces el abrigo que sostenia en la mano y para su sorpresa, comprobo que estaba hecho del mejor pano y forrado ademas con piel cara; sin duda valia mas que todo lo que pudiese servirle al aleman en una noche. Y empezo a darse cuenta de que el grupo de la mesa se habia burlado de el.

– En seguida os traigo de lo mejor que tengo -tranquilizo a Behaim-: mi Vino Santo de Castiglione por el que viene a mi casa gente de todas partes, hasta de Pavia, como aquel reverendo que acaba de intentar, en perjuicio suyo, mezclarse en mis asuntos. Que dibuje sus figuras y me deje en paz. De mi no se burla nadie -prosiguio alzando la voz para que todos le oyesen-. Conozco a mi gente. Con una mirada se con quien estoy tratando. Pero ya estoy en camino, senor, me voy corriendo.

Y con la cabeza alta, sin dirigir una sola mirada a sus enemigos bajo a la bodega a llenar una jarra de Vino Santo.

Joachim Behaim se sintio muy reconfortado despues de probar el vino. «De este -se dijo a si mismo- quisiera yo tener todas las noches y en cualquier lugar una jarra llena junto a mi cama.» Se recosto en su silla y cerro los ojos. Y alrededor suyo, continuo la conversacion de los pintores y maestros canteros que platicaban sobre asuntos que se hallaban lejos de todo lo que preocupaba o habia preocupado alguna vez al aleman.

– … por eso preferiria pintarla de Leda, desnuda y bajando los ojos…

– ?Con el cisne en el regazo?

– ?Sera posible??Que gente es esa a la que han encargado la obra?

– En indigo, albayalde y oro he gastado nada menos que once liras.

– Desnuda, pero por un lado…

– …y abre el arcon, mete la cabeza dentro como si fuese a desaparecer, y yo me digo, ahora busca el dinero…

– …cubierta con tres velos, asi puedo demostrar mi talento, pues es cosa dificil en la pintura…

– ?Y con el cisne en el regazo?

– ?Un herrero de armaduras! ?Un maestro alfarero! ?Sera posible! Y un fundidor de bombardas.

– Entonces saca una pieza de tela de su arcon. Una pieza de tela para una chaqueta, eso pretende darme en lugar del dinero. ?A mi, que con mi arte he ennoblecido las costumbres de esta ciudad!

– Esos tres estaran ocupados dos anos.

– Un necio, un tacano, ni mas ni menos. De buena gana le daba en los morros con su tela.

– Cuando uno no comparte mesa con los potentado que asignan esa hermosa obra…

– ?Es un tacano!

– ?Con el cisne en el regazo?

– Si, con el cisne en el regazo. ?Es eso tan importante? Cualquiera sabe pintar un pajarraco asi.

– Ahi esta Mancino. Al fin llega. ?Aqui, Mancino!

– Aunque le hubiese llamado el mismisimo Papa, nc habria venido antes. Estaba acostado con esa moza gordc que le lleva de cabeza.

– Camina como un heroe, viene de librar combate amorosos…

– … viene del burdel donde viven los dos.

– En efecto, asi es. Directamente de alli vengo. ?Quien tiene algo que objetar?

La somnolencia del aleman se disipo en un instante pues conocia la voz melodiosa y profunda que habia sonado al final. Abrio los ojos. El hombre que habia cantado en el mercado, el hombre de rostro surcado de arrugas y ojos ardientes estaba alli en la taberna declamando versos:

Dime que me quieres. Y te lo premiare en seguida con avivada pasion.
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