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Sobre la mesa habia una orquidea blanca. Ya Ru acariciaba con el dedo los suaves petalos.
Era muy temprano, una manana del mes siguiente a su regreso de Africa, tenia ante si los planos de la casa que habia decidido hacerse construir junto a la playa de Quelimane, en Mozambique. Como beneficio extraordinario por los grandes negocios que habian acordado los dos paises, se le ofrecio la posibilidad de comprar una gran parcela de playa virgen a muy buen precio. Su idea era, a la larga, construir alli un centro turistico de lujo para chinos acomodados que, seguramente, empezarian a viajar cada vez en mayor numero.
Al dia siguiente de la muerte de Hong y de Liu, Ya Ru subio a una alta duna para contemplar el oceano Indico. Lo acompanaba el gobernador de la provincia de Zambeze y un arquitecto sudafricano, expresamente invitado para la visita. El gobernador senalo de pronto los arrecifes, donde se veia una ballena expulsando el aire de sus pulmones. El gobernador le conto que no era infrecuente ver ballenas en aquella costa.
– ?Y los icebergs? -quiso saber Ya Ru-. ?Se ha visto en alguna ocasion un bloque de hielo desgajado de la placa del Antartico flotando por aqui?
– Existe una leyenda -admitio el gobernador-. Sucedio en tiempos de nuestros antepasados, justo antes de que los primeros blancos, los marinos portugueses, arribasen a nuestras costas. Dicen que los hombres que iban remando en las canoas se asustaron del frio que emanaba del hielo. Despues, cuando los blancos bajaron a tierra de sus grandes veleros, empezo a correr el rumor de que el iceberg era un presagio de lo que aconteceria. La piel de los hombres blancos tenia el mismo color que el iceberg, sus ideas y sus acciones eran igual de frias. Pero no sabria decir si sucedio de verdad o no.
– Quisiera construir aqui -aseguro Ya Ru-. A estas playas jamas llegara un iceberg amarillo.
Durante todo un dia estuvieron delimitando una gran zona de la playa que, mas tarde, quedo registrada en una de las muchas companias de Ya Ru. El precio de la tierra y la playa fue practicamente simbolico. Ya Ru compro ademas, por una suma similar, la aprobacion del gobernador y de los funcionarios mas importantes, que se encargarian de que le otorgasen las escrituras de propiedad y todas las licencias de obras exigidas sin necesidad de engorrosas esperas. Las instrucciones que le dio al arquitecto sudafricano se habian concretado en aquellos planos y en varias acuarelas que daban una idea del aspecto de su palacete y las dos piscinas que pensaba llenar con agua del mar, todo rodeado de palmeras y con una cascada artificial. La casa constaria de once habitaciones, una de las cuales tendria un techo movil, de modo que se pudiese contemplar el firmamento. El gobernador le prometio llevar el tendido electrico y la infraestructura necesaria para las telecomunicaciones hasta la aislada zona adquirida por Ya Ru.
Ahora, mientras admiraba lo que seria su hogar africano, se le ocurrio que una de las habitaciones seria para Hong. Ya Ru deseaba honrar su memoria. Asi, decoraria un dormitorio con una cama siempre lista para un huesped que nunca se presentaria. Pese a todo lo ocurrido, ella seguiria formando parte de la familia.
El telefono emitio un discreto zumbido. Ya Ru fruncio el ceno. ?Quien querria hablar con el a hora tan temprana?, se pregunto antes de responder.
– Lo buscan dos hombres de los servicios secretos.
– ?Que desean?
– Son altos cargos, jefes de la Seccion Especial. Aseguran que se trata de un asunto de capital importancia.
– Dejalos entrar dentro de diez minutos.
Ya Ru colgo el auricular conteniendo la respiracion. La Seccion Especial era responsable de asuntos relacionados solo con altos cargos del Gobierno o, como en su caso, con figuras que se movian entre las esferas de los poderes politico y economico, los modernos constructores de puentes, a los que Deng consideraba personas decisivas para el desarrollo del pais.
?Que querrian de el? Ya Ru se acerco a la ventana y contemplo la ciudad envuelta en la bruma matinal. ?Estaria relacionado con la muerte de Hong? Penso en todos los enemigos que tenia, conocidos o no. ?Y si alguno de ellos intentaba utilizar la muerte de Hong para echar por tierra su buen nombre y su reputacion? ?O seria algo que le habia pasado inadvertido? Le constaba que Hong se habia puesto en contacto con un fiscal, pero ese hombre pertenecia a otra institucion.
Claro que Hong podria haber hablado con otras personas sin que el tuviese conocimiento de ello.
No hallo ninguna explicacion satisfactoria. Lo unico que podia hacer era escuchar a los dos visitantes. Sabia que los hombres de los servicios secretos solian hacer sus visitas a ultima hora de la noche o por la manana muy temprano. Era una remora de la epoca en que la inteligencia china se creo segun el modelo estalinista de la Union Sovietica. Mao habia propuesto en varias ocasiones que adoptasen tambien las tacticas y las formas del FBI, pero jamas logro que su sugerencia hallase el menor eco.
Transcurridos los diez minutos, guardo los planos en un cajon y se sento. Los dos hombres a los que la senora Shen dejo pasar rondaban los sesenta anos, detalle que agudizo el desasosiego de Ya Ru. Lo normal era que enviasen a funcionarios mas jovenes. Aquellos, en cambio, tendrian una amplia experiencia, lo que significaba que el asunto revestia mayor gravedad.
Ya Ru se puso de pie, se inclino levemente y les rogo que se sentasen. No les pregunto sus nombres, pues sabia que la senora Shen ya habria comprobado a conciencia sus documentos de identidad.
Se sentaron en los sillones que habia junto a los altos ventanales. Ya Ru les pregunto si podia ofrecerles un te, pero los funcionarios declinaron la invitacion.
Acto seguido, tomo la palabra el que parecia de mas edad. Ya Ru identifico el inconfundible dialecto de Shanghai.
– Nos ha llegado cierta informacion -comenzo el alto funcionario-. No podemos revelar las fuentes. Puesto que se trata de una informacion muy detallada, tampoco podemos desestimarla sin mas. Ultimamente se han recrudecido las normas y debemos atajar de forma estricta cualquier tipo de delito que contravenga las leyes y normativas estatales.
– Yo mismo he contribuido a que se endurezca la vigilancia de la corrupcion -declaro Ya Ru-. No comprendo por que han venido a verme.
– Vera, nos han informado de que sus empresas consiguen ventajas por medios no permitidos.
– ?Ventajas no permitidas?
– Intercambios ilegales de diversos servicios.
– En otras palabras, ?corrupcion y soborno? ?Chantaje?
– Insisto en que la informacion es muy detallada. Y estamos preocupados. Se han endurecido las normas.
– Es decir, que se han presentado aqui a hora tan temprana para comunicarme que hay sospechas de irregularidades en mis empresas, ?no es asi?
– En realidad, hemos venido para contarselo.
– ?Para prevenirme?
– Si usted quiere.
Ya Ru comprendio enseguida. El tenia amigos muy poderosos, incluso en el departamento anticorrupcion. De ahi que le hubiesen permitido cierto margen de tiempo para eliminar huellas, retirar pruebas o buscar explicaciones, por si acaso el propio Ya Ru no era consciente de lo que estaba sucediendo.
Penso en el tiro en la nuca que habia acabado con la vida de Shen Wixan. Era como si aquellos dos hombres grises que tenia ante si desprendiesen un frio paralizador, el mismo que, segun la leyenda, emanaba del iceberg africano.
Ya Ru volvio a preguntarse si no se habria conducido de forma descuidada. Tal vez en alguna ocasion se sintio demasiado seguro y se dejo dominar por la arrogancia. En tal caso, habia cometido un grave error de los que siempre cuestan caros.
– Necesito saber mas -senalo-. Lo que me dicen es demasiado general, demasiado impreciso.
– Las instrucciones que recibimos no nos permiten dar mas detalles.
– Las acusaciones, aunque sean anonimas, tendran algun origen.
– A eso tampoco podemos responder.
Ya Ru sopeso a toda prisa si seria posible pagarles a aquellos hombres para obtener mas informacion acerca de las acusaciones que pesaban sobre el. Sin embargo, no se atrevio a correr ese riesgo. Alguno, si no ambos, podia llevar microfonos ocultos que reprodujesen la conversacion. Tambien existia el peligro, claro estaba, de que fuesen honrados y no tuviesen precio, como tantos otros funcionarios estatales.