despacho de Ma Li, proximo al parque del Dios Sol, Ritan Gongyuan. Ma Li trabajaba en la seccion de analisis economico y no tenia una posicion tan elevada como para poder causarle problemas. Con la ayuda de sus empleados, la senora Shen localizo a sus amigos, entre los que no hallo a ninguno que tuviese contacto con el nucleo del Gobierno ni de la direccion del Partido. Ma Li tenia dos hijos. Su actual marido era un burocrata insignificante. Puesto que su primer marido murio durante la guerra de los anos setenta contra los vietnamitas, nadie la critico cuando decidio casarse por segunda vez y tener otro hijo. Ambos se habian independizado ya, la mayor era asesora de ensenanza en una academia de profesores, mientras que el hijo trabajaba como cirujano en un hospital de Shanghai. Tampoco ellos gozaban de contactos ni relaciones que inquietasen a Ya Ru. En cambio, habia tomado nota de que Ma Li tenia dos nietos a los que dedicaba gran parte de su tiempo.

La senora Shen le habia preparado una cita con Ma Li. No le dijo el motivo del encuentro, solo que la reunion era urgente y que, probablemente, guardaria relacion con el viaje a Africa. «Eso deberia preocuparle», se dijo Ya Ru mientras recorria las calles contemplando la ciudad desde el asiento trasero de su coche. Habia salido con tiempo, de modo que le pidio al chofer que diese un rodeo por algunas de las zonas en construccion en las que el habia invertido. Se trataba ante todo de los nuevos edificios que se construian con motivo de los Juegos Olimpicos. Ya Ru tenia ademas un suculento contrato para demoler uno de los barrios que debian desaparecer para ser sustituidos por carreteras que conducirian a las nuevas instalaciones deportivas. Ya Ru calculaba que obtendria mil millones de beneficios con sus negocios, incluso despues de restar las cantidades que pagaba a funcionarios y politicos, que suponian millones mensuales.

Contemplo la ciudad, que poco a poco se transformaba ante su vista. No eran pocos los que protestaban aduciendo que Pekin perdia demasiado de su sabor original. Ya Ru exhortaba a los periodistas que trabajaban para el que escribiesen acerca de los suburbios que estaban desapareciendo y de las inversiones que, a la larga, cuando se hubiesen celebrado los Juegos Olimpicos y estos le hubieran otorgado a China otro rostro ante el mundo, permanecerian para beneficio de los habitantes del pais. Ya Ru, que preferia al creador invisible que se mantenia al margen, habia caido en la vanidosa tentacion de aparecer en diversos programas de television en los que se discutia la transformacion que estaba sufriendo Pekin. En dichas ocasiones, aprovecho siempre para hacer algun comentario sobre las mejoras sociales y la conservacion de ciertos parques y edificios concretos de la ciudad. Segun los analistas de los medios de comunicacion a los que el pagaba por distintos servicios, era una persona de buena reputacion, pese a pertenecer a la elite de los mas acaudalados del pais.

Y el tenia intencion de preservar esa reputacion. A cualquier precio.

El coche se detuvo ante el modesto edificio en el que trabajaba Ma Li, que lo aguardaba en la escalera para recibirlo.

– Ma Li -la saludo Ya Ru-. Ahora, al verte, tengo la sensacion de que el viaje a Africa y su doloroso final pertenecen a un pasado remoto.

– No transcurre un solo dia sin que piense en la querida Hong -respondio Ma Li-. Aunque para mi Africa ha quedado atras y, desde luego, nunca mas volvere alli.

– Como sabes, cerramos nuevos acuerdos con los paises africanos a diario. Estamos construyendo puentes que nos uniran por mucho tiempo.

Mientras hablaban, fueron caminando por un pasillo desierto hasta que llegaron al despacho de Ma Li, cuyas ventanas daban a un pequeno jardin rodeado de un alto muro. En el centro del jardin habia una fuente cuyo surtidor cerraban en invierno.

Ma Li apago el telefono y sirvio el te. Ya Ru oyo una risa lejana.

– La busqueda de la verdad es como observar un caracol que persigue a otro -aseguro Ya Ru reflexivo-. Avanza despacio, pero con teson. -Ya Ru la miro con encono, pero Ma Li le sostuvo la mirada-. Corren rumores -prosiguio Ya Ru- que me afectan muchisimo. Sobre mis empresas y mi manera de ser. Me pregunto de donde proceden. He de preguntarme quien querria hacerme dano. No se trata de los envidiosos de siempre, sino de alguien cuyos motivos no alcanzo a comprender.

– ?Y por que iba yo a querer destruir tu reputacion?

– No es eso lo que quiero decir. Ni es esa la pregunta, sino quien sabe, quien posee la informacion, quien esta en condiciones de difundirla.

– Nuestras vidas no tienen nada que ver. Yo soy funcionaria, tu haces negocios de tal envergadura que aparecen resenados en los diarios. Comparado conmigo, que soy una persona insignificante, tu llevas una vida que yo apenas soy capaz de imaginar.

– Pero conocias a Hong -objeto Ya Ru despacio-. Mi hermana, con la que yo mantenia una estrecha relacion. Despues de tantos anos sin veros, os encontrasteis en Africa. Estuvisteis hablando y ella te hizo una apresurada visita una manana, muy temprano. Y resulta que, cuando vuelvo a China, empiezan a circular rumores sobre mi.

Ma Li palidecio.

– ?Estas acusandome de criticarte a tus espaldas en el ambito de la funcion publica?

– Debes comprender o, mejor, estoy convencido de que comprenderas que, en mi situacion, no me permitiria semejante afirmacion de no haber indagado antes su veracidad. He descartado varias posibilidades. Finalmente, me he quedado con la unica explicacion posible. Una sola persona.

– ?Yo?

– En realidad, no.

– ?Insinuas que fue Hong? ?Tu propia hermana?

– No es ningun secreto que estabamos en desacuerdo acerca de cuestiones basicas relativas al futuro de China. El desarrollo politico, la economia, la vision de la historia.

– Pero ?acaso erais enemigos?

– La enemistad puede ir fraguandose a lo largo de muchos anos, de forma casi imperceptible, como una elevacion del terreno que cubre el mar. De repente, ahi esta, una enemistad de la que no eramos conscientes.

– Me cuesta creer que Hong utilizase el recurso de una acusacion anonima. Ella no era asi.

– Lo se. De ahi mi pregunta. ?De que hablasteis?

Ma Li no respondio y Ya Ru prosiguio, sin concederle la menor tregua para la reflexion.

– Tal vez habia una carta -sugirio despacio-, que pudo darte aquella manana. ?Estoy en lo cierto? ?Una carta? ?Otro tipo de documento? Tengo que saber lo que te dijo y que te entrego.

– Era como si presintiese que iba a morir -explico Ma Li-. He estado reflexionando sobre ello, pero no he llegado a comprender la naturaleza del desasosiego que debia de sentir. Simplemente, me pidio que me encargase de que incinerasen su cuerpo. Y queria que esparciesen sus cenizas en el Longtanhu Gonguyan, el pequeno lago que hay en el parque. Ademas, me pidio que me ocupase de sus pertenencias, sus libros, que regalase su ropa y que vaciase su casa.

– ?Nada mas?

– No.

– ?Te lo dijo de palabra o te lo dejo escrito?

– Me dejo una carta. Me aprendi su contenido de memoria antes de quemarla.

– Es decir, que no era muy extensa, ?verdad?

– Si.

– Pero ?por que la quemaste? Casi podria decirse que era un testamento.

– Me dijo que nadie cuestionaria mis palabras.

Ya Ru continuaba observando su rostro mientras meditaba sobre lo que Ma Li acababa de decirle.

– Y no te dejaria otra carta, ?verdad?

– ?Otra carta?

– Justo esa es mi pregunta. Tal vez una carta que no quemaste sino que le entregaste a otra persona.

– Me dio una carta que iba dirigida a mi y yo la queme. Y eso es todo.

– Seria lamentable que no me dijeses la verdad.

– Pero ?por que iba a mentirte?

Ya Ru alzo los brazos para subrayar su pregunta:

– ?Por que miente la gente? ?Por que tenemos esa capacidad? Porque hay momentos en que nos proporciona ciertas ventajas. La mentira y la verdad son armas, Ma Li, y alguien que las use con habilidad puede sacar provecho de ellas. Igual que otros son habiles blandiendo la espada.

Ya Ru no apartaba la vista de Ma Li, que seguia imperturbable.

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