– No puedo dedicarme exclusivamente a estudiar imperios desaparecidos. Los poemas suponen un cambio en mi trabajo.

Birgitta estuvo a punto de hablarle de su secreto y apasionado juego de componer canciones, pero se contuvo.

– Muchos de ellos fueron muy valientes -continuo Karin-. Mao y los demas no solian aceptar criticas, aunque Mao era paciente con los poetas, puesto que el mismo escribia versos, supongo. Pero yo creo que sabia que los artistas podian aportar una perspectiva distinta y decisiva al gran cambio politico. Cuando otros miembros del Partido opinaban que habia que tener mano dura contra aquellos que escribian lo que no debian, aquellos cuyas pinceladas resultaban peligrosas, Mao casi siempre se oponia. Mientras era posible. Claro que lo que les sucedio a los artistas durante la Revolucion Cultural fue responsabilidad suya, pero no lo que el pretendia. Y pese a que la ultima revolucion que llevo a cabo tenia un sello cultural, fue basicamente politica. Cuando Mao comprendio que algunos de los jovenes rebeldes iban demasiado lejos, les puso freno y, aunque no podia confesarlo de forma abierta, yo creo que Mao lamentaba la destruccion llevada a cabo aquellos anos. Desde luego, el sabia mejor que nadie que para hacer una tortilla es necesario cascar los huevos. ?No era eso lo que decian?

– Si, o que la revolucion no era una invitacion a tomar el te.

Ambas rompieron a reir de buena gana.

– ?Que opinas tu de la China de hoy? -quiso saber Birgitta-. ?Que esta pasando en ese pais?

– Tengo el convencimiento de que hay diferentes fuerzas que estan echando un pulso, dentro del Partido y del pais en general. Y el Partido Comunista quiere demostrarle al mundo, a gente como tu y como yo, que es posible combinar el desarrollo economico con un Estado no democratico. Aunque todos los pensadores liberales de Occidente lo nieguen, la dictadura del Partido es reconciliable con el desarrollo economico y, naturalmente, eso es algo que nos inquieta a nosotros. Por eso se habla y se escribe tanto sobre las ejecuciones chinas. La falta de libertad, de apertura, los derechos humanos, tan defendidos en Occidente, constituyen nuestra arma de ataque contra China. Para mi eso no es mas que hipocresia, pues la parte del mundo a la que pertenecemos esta llena de paises, como Estados Unidos o Rusia, donde se atenta a diario contra los derechos humanos. Ademas, los chinos saben que queremos hacer negocios con ellos, a cualquier precio. Nos adivinaron las intenciones ya en el siglo xix, cuando decidimos convertirlos en consumidores de opio para asi arrogarnos el derecho de negociar segun nuestras condiciones. Los chinos han aprendido y no cometeran nuestros mismos errores. Esa es mi opinion y ya se que mis conclusiones son parciales, pues la envergadura de lo que esta sucediendo es mucho mayor de lo que yo puedo abarcar. No podemos aplicarle a China nuestros propios niveles, pero, sea lo que sea lo que pensemos, debemos prestar atencion a lo que esta ocurriendo. Tan solo un necio creeria que lo que hoy sucede alli no nos afectara a los demas en el futuro. Si yo tuviese hijos pequenos, me buscaria una canguro china para que aprendieran el idioma.

– Eso dice mi hijo.

– Porque tiene vision de futuro.

– Para mi el viaje fue una experiencia abrumadora; en un pais tan infinitamente grande tenia la sensacion de que se puede desaparecer en cualquier momento, y de que nadie preguntaria por ti en un lugar con tanta gente. Me habria gustado disponer de mas tiempo para hablar con Hong.

Por la noche, durante la cena, volvieron a perderse en los recuerdos del pasado. Birgitta tenia la sensacion, cada vez mas intensa, de que no queria volver a perder el contacto con Karin. Solo ella compartia con Birgitta los anos de juventud, nadie como Karin podia entender de que hablaba en realidad.

Se quedaron charlando hasta tarde y, antes de acostarse, se hicieron el proposito de verse mas a menudo en lo sucesivo.

– Comete alguna infraccion de trafico en Helsingborg -propuso Birgitta-. No confieses ante los policias que te den el alto en la calle y, tarde o temprano, iras a juicio y me tendras como jueza. Despues de juzgarte, podemos ir a cenar.

– Me cuesta imaginarte en la silla del juez.

– A mi tambien. Pero alli me veo a diario.

Al dia siguiente, fueron juntas a Hovedbanegarden.

– Bueno, ahora puedo volver a mis poetas chinos -dijo Karin-. Y tu, ?que vas a hacer?

– Esta tarde tengo que leerme dos demandas. Una contra una liga vietnamita que se dedica al contrabando de tabaco y a asaltar a personas mayores. Los implicados son unos jovenes extraordinariamente crueles y desagradables. Y luego una demanda contra una mujer que ha maltratado a su madre. Por lo que se hasta el momento, ni la madre ni la hija parecen estar en sus cabales. A eso me dedicare esta tarde. ?Que envidia me das con tus poetas! En fin, mejor no pensarlo.

Estaban a punto de marcharse cada una por su lado, cuando Karin la agarro del brazo.

– Se me olvido preguntarte por los asesinatos de Hudiksvall. ?Como va la cosa?

– Al parecer, la policia persiste en la teoria de que el hombre que se suicido era el culpable.

– ?El solo? ?Con tantos muertos?

– Bueno, supongo que un asesino que lo tenga bien planeado podria conseguirlo. Sin embargo, aun no han establecido el movil.

– ?Locura?

– Yo no creia entonces que ese fuese el motivo; y sigo sin creerlo.

– ?Sigues en contacto con la policia?

– En absoluto. Simplemente leo lo que dicen los periodicos.

Birgitta vio como Karin se alejaba deprisa por la galeria central. Despues se dirigio a Kastrup, busco el lugar del aparcamiento donde habia dejado el coche y puso rumbo a casa.

«Hacerse viejo implica una especie de retirada», se dijo. «Sigues avanzando, pero al mismo tiempo se produce un retroceso pacifico, casi imperceptible, como en las conversaciones entre Karin y yo. Nos buscamos a nosotras mismas tratando de descubrir quienes eramos antes y quienes somos ahora.»

Hacia las doce ya estaba de vuelta en Helsingborg. Fue directa a su despacho, donde leyo una memoria del juzgado antes de enfrascarse en dos demandas que tenia sobre la mesa. Consiguio dejar preparado el caso de la mujer maltratada, guardo en el bolso el asunto de los vietnamitas y se marcho a casa. Noto que hacia mas calor y los arboles habian empezado a florecer.

Una subita alegria estallo en su interior. Se detuvo, cerro los ojos y se lleno de aire los pulmones. «Aun no es tarde», se dijo. «He visto la Muralla China. Hay muchas otras murallas y, ante todo, islas que deseo visitar antes de que mi vida termine, antes de que llegue el punto final. Algo me dice que Staffan y yo lograremos controlar la situacion en la que hoy nos encontramos.»

La demanda contra los vietnamitas era compleja y dificil de abarcar en su multiplicidad de detalles. Birgitta Roslin trabajo en ella hasta las diez de la noche. Para entonces habia hablado por telefono con Hans Mattsson en dos ocasiones. Sabia que no se molestaba si lo llamaba a casa.

Habian dado las once y empezo a prepararse para irse a la cama cuando llamaron a la puerta. Fruncio el entrecejo, pero fue a abrir. No habia nadie. Dio un paso hacia la escalinata de la entrada y miro a un lado y otro de la calle. Vio pasar un coche pero, por lo demas, la calle estaba desierta y la verja cerrada. «Algun chiquillo», penso. «Llaman a la puerta y echan a correr.»

Se metio de nuevo en casa y se durmio antes de medianoche. Poco despues de las dos volvio a despertarse sin saber por que. No recordaba haber tenido ningun sueno y presto atencion en la oscuridad, pero no se oia nada. Estaba a punto de darse media vuelta para seguir durmiendo cuando, de pronto, se sento en la cama. Encendio la lampara y aguzo el oido. Luego se levanto y abrio la puerta que daba al vestibulo. Seguia sin oir nada. Se puso la bata y bajo las escaleras. Todas las puertas y las ventanas estaban cerradas. Se coloco junto a una ventana que daba a la calle principal y aparto la cortina. Creyo divisar una sombra que desaparecia veloz por la acera, pero desecho la idea pensando que serian figuraciones suyas. Jamas habia tenido miedo a la oscuridad. Penso que la habria despertado el hambre, se tomo un sandwich y un vaso de agua y volvio a la cama, donde no tardo en conciliar el sueno nuevamente.

A la manana siguiente, cuando fue a buscar el maletin donde guardaba los documentos de los juicios, tuvo la sensacion de que alguien habia estado husmeando en su despacho. Fue la misma sensacion que experimento con la maleta en la habitacion del hotel de Pekin. La noche anterior, al salir del despacho, dejo el abultado informe junto al maletin. Ahora, algunos de los papeles estaban esparcidos sobre el asa.

Pese a que tenia prisa, reviso la planta baja de la casa. No faltaba nada, todo estaba en orden. «Son

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