– ?Que pasara con todos ellos despues?

– Quiza tu deberias pensar algo, puesto que, en cierto modo, eres pariente suyo.

– Yo no soy pariente, pero me preocupa saberlo.

Salieron de la casa y Vivi Sundberg cerro con una llave que despues dejo colgada de un clavo.

– No abrigamos ningun temor de que alguien entre a robar. Este pueblo esta tan vigilado y protegido como los reyes de Suecia.

Se despidieron en la carretera. Algunas de las casas se distinguian iluminadas por potentes focos. Birgitta Roslin volvio a tener la sensacion de hallarse en un escenario teatral.

– ?Volveras a casa manana? -quiso saber Vivi Sundberg.

– Probablemente. ?Has tenido tiempo de pensar en lo que te dije?

– Informare de ello manana, en la reunion matinal, y luego lo iremos comprobando igual que el resto de la informacion que hemos recabado hasta ahora.

– En cualquier caso, convendras conmigo en que parece probable e incluso verosimil que exista alguna conexion entre los dos sucesos, ?verdad?

– Es demasiado pronto para asegurarlo; pero creo que lo mejor que puedes hacer por ahora es dejar el tema.

Birgitta Roslin vio como Vivi Sundberg se sentaba al volante y se alejaba en el coche. «No me cree», concluyo hablando en voz alta consigo misma, en medio de la noche. «No me cree, pero lo comprendo, claro.»

Sin embargo, al mismo tiempo, se sentia indignada. Si ella fuese policia, le habria dado prioridad a una informacion que indicase que existia relacion con un suceso similar, aunque se hubiese producido en otro continente.

Decidio hablar con el fiscal que dirigia la investigacion previa. El deberia comprender la importancia de su aportacion.

Condujo a demasiada velocidad en direccion a Delsbo y, cuando llego al hotel, aun seguia enojada. Los publicistas celebraban su fiesta en el comedor, asi que tuvo que cenar en el bar, que estaba desierto. Pidio una copa de vino con la comida. Un Shiraz australiano, con mucho cuerpo, aunque no pudo determinar si tenia matices de chocolate o de regaliz, o de ambos.

Despues de cenar subio a su habitacion. Ya se le habia pasado el enfado. Se tomo una de sus pastillas de hierro y recordo el diario que habia estado hojeando. Deberia haberle hablado de el a Vivi Sundberg, pero, por alguna razon, opto por callar. Ni que decir tiene que el diario corria el riesgo de convertirse en una infima parte del ingente material de la investigacion.

Como jueza, habia aprendido a valorar a los policias que daban muestras de un talento especial para descubrir los eslabones importantes en un material que, para otros, podia resultar enredado y caotico.

?Que tipo de policia seria Vivi Sundberg? Una mujer de mediana edad con sobrepeso que no parecia muy agil mentalmente.

Birgitta Roslin se arrepintio enseguida de su juicio, era injusto, pues no la conocia en absoluto.

Se tumbo en la cama, encendio el televisor. Oia las vibraciones de los bajos de la fiesta que se celebraba en el comedor.

La desperto el telefono. Miro el reloj y comprobo que llevaba durmiendo mas de una hora. Era Staffan.

– ?En que parte del mundo te encuentras? ?Adonde estoy llamando?

– A Delsbo.

– Pues no se ni donde esta.

– Al oeste de Hudiksvall. Si no recuerdo mal, antes se hablaba mucho de las violentas peleas con cuchillos entre los labradores de Delsbo.

Le hablo de su encuentro con Hesjovallen. Oyo que Staffan estaba escuchando jazz. «Esta encantado de estar solo», concluyo. «Ahora puede escuchar tranquilamente todo el jazz que quiera y que tan poco me gusta.»

– ?Y que vas a hacer ahora? -le pregunto Staffan.

– Manana lo pensare. Aun no me acostumbro a disponer de tanto tiempo libre. Venga, ya puedes volver a tu musica.

– Es Charlie Mingus.

– ?Quien?

– No iras a decirme que has olvidado quien es Charlie Mingus, ?verdad?

– A veces me da la sensacion de que todos tus musicos de jazz se llaman igual.

– Eso me ha dolido.

– No era mi intencion.

– ?Seguro?

– ?A que te refieres?

– A que, en el fondo, sientes un desprecio enorme por la musica que a mi tanto me gusta.

– ?Por que iba a hacer tal cosa?

– Eso solo lo sabes tu.

La conversacion termino de forma brusca cuando el colgo el auricular. Birgitta se enfurecio. Lo llamo enseguida, pero el no contesto. Al final, dejo de intentarlo. Recordo el dia en que cruzo el estrecho en el transbordador. «No es solo que este cansada», se dijo. «Seguramente, el me ve a mi tan fria y ausente como yo lo veo a el. Ninguno de los dos sabemos como vamos a salir de esto, pero, por otro lado, ?como podriamos encontrar una salida cuando no somos capaces de mantener una conversacion sin caer en disputas y en exagerados reproches.»

«Podria escribir sobre esto», penso. «Sobre como herirnos el uno al otro.»

Mentalmente, hizo una lista de palabras que rimaban con herida: adivina, salida, cansina, dolida, neblina, salina, huida, enloquecida, amanecida, suicida. «La cancion de una jueza sobre el dolor, pero ?como lograr que no resulte banal?»

Birgitta Roslin se dispuso a dormir, pero tardo en conciliar el sueno. Por la manana, muy temprano, cuando aun era de noche, la desperto un portazo en algun lugar del pasillo. Se quedo tumbada en la oscuridad recordando lo que habia sonado. Estaba en la casa de August y Brita, que hablaban con ella, sentados en el sofa de color rojo oscuro, mientras ella permanecia de pie. De repente, se dio cuenta de que estaba desnuda. Intento cubrirse de algun modo y salir de alli, sin exito. No podia mover las piernas. Miro al suelo y vio que tenia los pies hundidos en los listones del suelo.

En ese momento se desperto. Birgitta Roslin aguzo el oido. Voces muy ruidosas de gente ebria se acercaban y se alejaban por el pasillo. Miro el reloj. Eran las cinco menos cuarto. Aun faltaba mucho para el amanecer. Se acomodo en la cama con la intencion de volver a dormirse, cuando se le ocurrio una idea.

La llave estaba colgada de un clavo, en la fachada. Se sento en la cama. Por supuesto que no solo estaba prohibido sino que, ademas, era inapropiado ir a buscar lo que habia encontrado en el cajon en lugar de esperar a que algun policia se interesase por ello.

Se levanto y se situo junto a la ventana. Todo desierto, todo en silencio. «Podria hacerlo», se dijo resuelta. «En el mejor de los casos colaborare para que esta investigacion no vaya a parar a la misma cienaga que la peor de cuantas conozco, la del primer ministro. Claro que cometo una especie de abuso de poder; quizas un fiscal con exceso de celo seria capaz de convencer a un juez de escaso talento de que, ademas, entorpeci el desarrollo de una investigacion criminal.»

Y lo peor era el vino que habia bebido; que, siendo jueza, te pillaran conduciendo bajo los efectos del alcohol podia ser devastador. Conto las horas que hacia que ceno. Ya no deberia quedar rastro del vino, pero no estaba segura.

«No, no puedo hacerlo», decidio. «Aunque los policias que montan guardia en la zona esten durmiendo. Simplemente, no puedo hacerlo.»

Poco despues se vistio y salio de la habitacion. El pasillo estaba desierto y, desde varias habitaciones, se oia el ruido de los que habian celebrado la fiesta. Incluso creyo percibir los sonidos de una pareja que hacia el amor.

La recepcion tambien estaba vacia. Entrevio la espalda de una mujer de cabello rubio sentada en la habitacion que quedaba detras del mostrador.

Sintio el azote del frio al salir. No soplaba el viento y el cielo estaba despejado, pero hacia mucho mas frio que el dia anterior.

Ya en el coche, volvio a vacilar. Sin embargo, la tentacion era demasiado poderosa. Queria seguir leyendo el diario.

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