recuerdo de aquella noche, en Canton, cuando Zi lo engano a el y a sus hermanos y los hizo caer en la trampa. Pero nada sucedio. Elgstrand entro en su despacho con el maletin, San tranco la puerta y desperto al vigilante nocturno que se habia dormido apoyado en la fachada.
– Te pagan para que vigiles, no para que duermas -le recordo.
Sin embargo, se lo dijo con amabilidad, pese a que sabia que el vigilante era perezoso y no tardaria en volver a dormirse; pero este tenia muchos hijos a los que mantener y una esposa que se habia quemado con agua hirviendo y que yacia en cama desde hacia muchos anos gritando de dolor.
«Soy un capataz con los pies en la tierra», se dijo. «No voy sobre un caballo como J.A. Ademas, duermo como un perro guardian, con un ojo abierto.»
Se alejo del porton y fue a su habitacion. Por el camino se dio cuenta de que la luz del dormitorio de las sirvientas estaba encendida. Fruncio el ceno. Estaba prohibido tener velas encendidas por la noche, pues podia provocarse un incendio. Se acerco a la ventana y miro por el claro que quedaba entre las dos cortinas. En la habitacion habia tres mujeres. Una de ellas, la mas anciana de las sirvientas de la casa, dormia ya, en tanto que Qi y la otra muchacha, que se llamaba Na, estaban charlando sentadas en la cama que compartian. Tenian un candil en la mesa. Puesto que era una noche calurosa, Qi se habia desabotonado la blusa hasta el pecho. San miraba su cuerpo como embrujado. No podia oir sus voces y supuso que hablarian en susurros para no despertar a la otra mujer de mas edad.
De repente, Qi volvio el rostro hacia la ventana. San retrocedio enseguida. ?Lo habria visto? Se agazapo en la oscuridad y aguardo; pero Qi no cerro bien las cortinas. El volvio a la ventana y alli permanecio hasta que Na soplo la luz del candil y dejo la habitacion a oscuras.
San no se movio. Uno de los perros que corrian sueltos por el patio durante la noche para disuadir a posibles ladrones se le acerco a olisquearle las manos.
– No soy un ladron -le susurro al animal-. Soy un hombre normal que desea a una mujer que tal vez un dia sea suya.
A partir de ese instante, San empezo a acercarse a Qi. Lo hizo con miramiento, para no asustarla. Y tampoco queria que su interes por ella fuese demasiado evidente para los demas sirvientes. La envidia prendia facilmente y con rapidez entre los criados.
Qi tardo bastante tiempo en comprender las discretas senales que San le enviaba. Empezaron a verse en la oscuridad ante el dormitorio de las mujeres, despues de haberle arrancado a Na la promesa de que no los delataria. A cambio le dieron un par de zapatos. Finalmente, al cabo de unos seis meses, Qi empezo a pasar la mitad de la noche en la habitacion de San. Cuando estaban juntos, San sentia una felicidad capaz de disipar todas las sombras tortuosas y los recuerdos que, por lo general, siempre lo acechaban.
Para San y Qi no cabia la menor duda de que querian pasar la vida juntos.
San decidio hablar con Elgstrand y Lodin y pedirles permiso para casarse. Una manana fue a buscar a los misioneros despues del desayuno y antes de que comenzasen sus tareas diarias. Les explico el asunto. Lodin guardo silencio y Elgstrand tomo la palabra.
– ?Por que quieres casarte con ella?
– Porque es buena y considerada. Y sabe trabajar duro.
– Es una mujer de clase muy sencilla que no sabe nada de lo que tu has aprendido. Y no muestra el menor interes por el mensaje cristiano.
– Aun es muy joven.
– Hay quien dice que roba.
– Nadie se libra de los chismorreos que circulan entre los criados. Todos acusan a todos de cualquier cosa. Yo se lo que es verdad y lo que no lo es. Qi no roba.
Elgstrand se volvio hacia Lodin. San no entendio una palabra de lo que se decian en aquella lengua extranjera.
– Creemos que debes esperar -declaro Elgstrand-. Y si os casais, queremos que lo hagais en una ceremonia cristiana. Sera la primera que celebremos aqui. Pero ninguno de los dos esta maduro aun. Queremos que aguardeis.
San hizo una reverencia y se marcho. Estaba profundamente decepcionado; sin embargo, Elgstrand no habia dado un no rotundo, de modo que un dia el y Qi se casarian.
Meses mas tarde, Qi le conto a San que iba a tener un hijo. San sintio un inmenso gozo en su interior y decidio que, si era un nino, se llamaria Guo Si. Al mismo tiempo, comprendio que la nueva situacion podia representar un grave problema. En sus predicas diarias a la gente que acudia a la explanada de la mision, Elgstrand y Lodin repetian unos mensajes con mas frecuencia que otros. Entre otras cosas, San habia comprendido que la religion cristiana exigia que las parejas estuviesen casadas antes de tener hijos. Mantener relaciones sexuales antes del matrimonio se consideraba un pecado grave. San penso durante mucho tiempo que hacer, pero no hallo una solucion. Podrian ocultar el vientre de Qi unos meses aun, aunque San se veria obligado a tratar el tema antes de que la verdad quedase de manifiesto.
Un dia le dijeron que Lodin necesitaba un equipo de remeros para hacer una visita a una mision fundada por misioneros alemanes situada rio arriba. Y como de costumbre en las travesias con remeros, San debia acompanarlo. Calculaban que el viaje y la visita a la mision durarian unos cuatro dias. San se despidio de Qi la noche anterior a su partida y le prometio que dedicaria el tiempo a pensar una solucion al grave problema que tenian.
Cuando, cuatro dias despues, volvio con Lodin, Elgstrand lo llamo, pues queria verlo enseguida y hablar con el. El misionero estaba sentado a la mesa de su despacho. En condiciones normales, siempre le pedia a San que tomase asiento, pero en esta ocasion no lo hizo. San barruntaba que algo habia sucedido.
– ?Como ha ido el viaje?
– Todo ha ido segun los planes.
Elgstrand asintio reflexivo y clavo en San una mirada inquisitiva.
– Estoy decepcionado -confeso-. Hasta el ultimo momento quise creer que los rumores que habia oido no eran ciertos. Finalmente, me vi obligado a intervenir. ?Sabes de que te hablo?
San lo sabia, pero lo nego.
– Eso no hace sino aumentar mi decepcion -contesto Elgstrand-. Cuando una persona miente, el diablo ha entrado en su alma. Por supuesto te hablo de que la mujer con la que querias casarte esta embarazada. Te dare otra oportunidad para que me digas la verdad.
San bajo la cabeza, pero no respondio. El corazon se le salia del cuerpo.
– Por primera vez desde que nos conocimos en el barco que nos trajo aqui has provocado que me sienta abatido contigo -prosiguio Elgstrand-. Tu nos diste a mi hermano y a mi la sensacion de que los chinos tambien podian ascender a un nivel espiritual mas elevado. Han sido dias dificiles. He rogado por ti y he decidido que puedes quedarte. Ahora bien, debes esforzarte con mas ahinco y teson que nunca para que llegue el dia en que abraces la fe en nuestro Senor.
San seguia con la cabeza baja, aguardando una continuacion que no se produjo.
– Eso es todo -le dijo Elgstrand-. Vuelve a tus tareas.
Ya en la puerta, oyo la voz del misionero a su espalda.
– Comprenderas que Qi no podia quedarse aqui. Ya se ha marchado.
San estaba paralizado de terror cuando salio a la explanada, sentia algo similar a lo que se apodero de el cuando murieron sus hermanos. Ahora se veia otra vez por tierra. Busco a Na, la agarro del cabello y la saco de la cocina. Era la primera vez que San recurria a la violencia con alguno de los criados. Na se tiro al suelo dando gritos. San comprendio enseguida que no fue ella quien delato a Qi, sino la criada de mas edad, que habia oido a la joven cuando esta le confiaba a Na su secreto. San logro dominar el impulso de ir a buscarla a ella tambien; si lo hacia, se veria obligado a abandonar la mision. Se llevo a Na a su habitacion y la sento en un taburete.
– ?Donde esta Qi?
– Se fue hace dos dias.
– ?Adonde?
– No lo se. Estaba muy triste y se fue corriendo.
– Alguna pista debio de darte sobre adonde pensaba ir.
– Creo que ni ella lo sabia. Tal vez ha bajado a la orilla del rio para aguardar alli tu regreso.
San se levanto resuelto y salio a la carrera de la habitacion, cruzo el porton y bajo al puerto; pero no la