Contemplo la ciudad cuyas luces lanzaban destellos. Ya Ru nacio en 1967, coincidiendo con el periodo mas violento de la Revolucion Cultural, en algun hospital de alla abajo. Su padre no estuvo presente, pues, por su condicion de catedratico de universidad, habia sido victima de una de las terribles depuraciones de la guardia roja y habia sido obligado a vivir en el campo como porquero. Ya Ru jamas lo conocio, pues desaparecio para siempre. Despues, con los anos, Ya Ru envio a varios de sus colaboradores de confianza a donde se suponia que lo habian desterrado, aunque sin resultado. Ya nadie lo recordaba. Tampoco en los caoticos archivos de aquella epoca hallo rastro de su padre, cuya memoria habia quedado sepultada en el maremoto politico ocasionado por Mao.

Fueron tiempos dificiles para su madre, que se vio sola con el y con Hong, su hermana mayor. El primer recuerdo que tenia era la imagen de su madre llorando. Se trataba de una evocacion difusa, pero inolvidable. Mas tarde, a principios de la decada de 1980, cuando su situacion mejoro y su madre recupero su antiguo puesto como profesora de fisica teorica en una de las universidades de Pekin, empezo a comprender mejor el caos que imperaba en el momento de su nacimiento. Mao intento crear un universo nuevo. Del mismo modo en que se formo el universo, una nueva China surgiria de la turbulenta revolucion provocada por Mao.

Ya Ru supo desde muy pronto que solo podia asegurarse el exito si aprendia a discernir donde se hallaba el poder en cada momento. Aquel que no captase las distintas tendencias que reinaban en la vida politica y economica, jamas podria ascender al nivel en el que el se encontraba en ese momento.

«Y ahi es donde estoy ahora», se decia. «Cuando el mercado empezo a liberarse en China, yo estaba preparado. Era uno de los gatos de los que hablaba Deng, tanto daba si eran negros o grises, con tal de que fuesen capaces de cazar ratones. En la actualidad soy uno de los hombres mas ricos de mi generacion. Gracias a una serie de buenos contactos me he asegurado un lugar en la nueva Ciudad Prohibida dominada por el nucleo de poder del Partido Comunista. Yo soy quien paga sus viajes al extranjero y los viajes de los modistos de sus esposas. Soy yo quien procura que sus hijos tengan una plaza en las universidades norteamericanas y quien construye las casas que habitan sus padres. A cambio, obtengo libertad.»

Interrumpio sus cavilaciones y miro el reloj. Pronto seria medianoche. Su primera visita no tardaria en presentarse. Se acerco al escritorio y pulso el boton de un altavoz. La senora Shen respondio enseguida.

– Espero visita dentro de unos diez minutos -le advirtio-. Hagala esperar media hora. Despues, yo mismo le pedire que entre.

Ya Ru se sento ante el escritorio. Cuando se marchaba por la noche, lo dejaba vacio. Cada nuevo dia debia encontrarse con una mesa limpia sobre la que amontonar nuevos retos.

En aquel momento tenia ante si un viejo libro desgastado cuya cubierta habia sido reparada y pegada. En alguna ocasion se le ocurrio pensar que deberia dejarlo en manos de un buen artesano que lo encuadernase; pero al final decidio conservarlo como estaba. Pese a que la cubierta estaba deshecha y las paginas eran muy porosas y delgadas, el contenido se habia mantenido intacto durante todos los anos transcurridos.

Aparto el libro con cuidado y pulso un boton que habia bajo el tablero del escritorio. Un monitor de ordenador surgio sobre la mesa emitiendo un sordo ronroneo. Luego tecleo varios signos hasta que su arbol genealogico aparecio en la brillante pantalla. Le llevo mucho tiempo y le costo una gran cantidad de dinero confeccionar aquella reproduccion de las distintas ramas de su familia, o al menos de la parte de la que podia estar seguro. En la cruenta y procelosa historia de China, no solo se habian perdido tesoros culturales de valor incalculable; lo mas terrible era la destruccion total de gran numero de archivos. Asi, las lagunas que existian en el arbol que ahora contemplaba no podrian llenarse jamas.

Aun asi, contenia los nombres mas importantes. Y, ante todo, el del hombre que habia escrito el diario que tenia sobre la mesa.

Ya Ru quiso encontrar la casa en la que su antepasado habia redactada el diario a la luz de una vela, pero nada quedaba ya de ella, pues en el lugar en que Wang San vivio se extendia ahora una inmensa red de carreteras.

San dejo dicho en el diario que escribia para el viento y para sus hijos. Ya Ru no alcanzaba a comprender lo que queria decir con que el viento fuese uno de los destinatarios de su diario. Probablemente, su antepasado San fue, en el fondo de su corazon, un romantico, pese a la brutalidad de la vida que se habia visto obligado a llevar y a la necesidad de venganza que nunca lo abandono. Sin embargo, alli estaban sus hijos. Ante todo, uno llamado Guo Si, nacido en 1882. Pertenecio a la cupula del Partido Comunista y habia sido asesinado por los japoneses durante la primera guerra contra China.

Ya Ru pensaba a menudo que San habia escrito aquel diario para el precisamente; pese a que habia transcurrido mas de un siglo desde su redaccion hasta la noche en que empezo a leerlo, tenia la sensacion de que San le hablaba a el y a nadie mas. El odio que sintio entonces su antepasado seguia vivo en Ya Ru. En primer lugar San, despues Guo Si y ahora el mismo.

Habia una fotografia de Guo Si tomada a principios de la decada de 1930. Se encuentra con un grupo de hombres que posan ante unas montanas. Ya Ru la habia escaneado en el ordenador. Mientras la observaba, sentia un vinculo muy estrecho con Guo Si, que se encontraba justo detras de un hombre que sonreia con una verruga en la mejilla. «Estuvo tan cerca del poder absoluto», penso Ya Ru. «Igual que yo, su descendiente.»

Se oyo un leve carraspeo del altavoz que tenia sobre la mesa. La senora Shen le avisaba discretamente de la llegada de la primera visita; pero Ya Ru pensaba hacerla esperar. Hacia ya mucho tiempo leyo acerca de un lider politico que tenia perfectamente ordenados a sus amigos o enemigos politicos segun el tiempo que debian esperar antes de verse con el. Asi, los visitantes podian comparar el tiempo de espera y concluir si estaban mas o menos cerca del favor del mandatario.

Ya Ru apago el ordenador, que desaparecio del tablero con el mismo ronroneo. Se sirvio agua de la jarra en un vaso procedente de Italia, especialmente fabricado para el por una empresa de la que era copropietario gracias a sus muchas filiales.

«Agua y aceite», se dijo. «Estoy rodeado de fluidos. Hoy aceite, manana quiza derechos sobre el suministro de aguas de rios y lagos.»

Se acerco de nuevo a la ventana. Era la hora de la noche en que muchas luces empezaban a apagarse. Pronto solo arrojaria sus destellos sobre la ciudad la iluminacion de los edificios oficiales.

Dirigio la mirada a la zona donde se hallaba la Ciudad Prohibida. Le gustaba ir alli a visitar a sus amigos, aquellos cuyo dinero el administraba y hacia crecer. En la actualidad, el trono del emperador estaba desierto; pero el poder seguia alojandose entre los viejos muros de la ciudad imperial. En alguna ocasion, Deng le habia dicho que las viejas dinastias imperiales habrian envidiado el poder del Partido Comunista Chino. No existia otro pais en el mundo con una base de poder similar. Una de cada cinco personas dependian de las decisiones que tomaban esos lideres politicos poderosos como emperadores.

Ya Ru sabia que habia tenido mucha suerte. Nunca lo olvidaba. En el momento en que lo diese por supuesto, perderia su influencia y su bienestar. El formaba parte de esa elite de poder como una especie de eminencia gris. Era miembro del Partido Comunista, donde contaba con buenos contactos en los circulos donde se adoptaban las decisiones mas importantes. Ademas, era su consejero y se esforzaba sin cesar por detectar con sus tentaculos donde estaban las trampas y donde las vias seguras.

Hoy cumplia treinta y ocho anos y sabia que le tocaba vivir la epoca mas subversiva de China desde la Revolucion Cultural. De ser un pais involucionista, pasaria a dirigir su atencion al exterior. Pese a que en el seno del estamento politico se libraba una dramatica lucha por seleccionar la via correcta para ello, Ya Ru estaba bastante seguro de cual seria el resultado. China ya no podria cambiar el camino elegido. Cada dia que pasaba, sus compatriotas vivian un poco mejor; aunque el abismo entre los habitantes de la ciudad y los campesinos era cada vez mayor, parte del bienestar redundaba incluso en los mas pobres. Seria una insensatez intentar cambiar el curso de ese desarrollo en una direccion que recuperase el pasado. De ahi que aumentase sin cesar la busqueda de nuevos mercados y materias primas.

Observo la sombra de su rostro reflejada en el gran ventanal. Quien sabia si Wang San no tendria exactamente su mismo aspecto.

«Hace mas de ciento treinta y cinco anos», se dijo Ya Ru. «San no habria podido imaginar jamas la vida que yo llevo hoy; en cambio yo si puedo figurarme la que vivio el, asi como la ira que lo domino.» Escribio el diario para que sus descendientes no olvidasen jamas las injusticias sufridas por el, por sus padres y hermanos. La gran injusticia que se cernia sobre toda China.

Ya Ru volvio a mirar el reloj e interrumpio el hilo de sus pensamientos. Pese a que aun no habia transcurrido la media hora, se acerco al escritorio y pulso el boton que significaba que la visita podia entrar.

Una puerta invisible en la pared se abrio de pronto. Su hermana Hong Qui entro. Era una mujer muy hermosa. Ciertamente, su hermana derrochaba belleza.

Вы читаете El chino
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ОБРАНЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату