De pie en medio del despacho se besaron en la mejilla.

– Hermanito -comenzo Hong Qui-, hoy eres un poco mas viejo que ayer. Un dia de estos me daras alcance.

– No -respondio Ya Ru-. No lo hare. Sin embargo, nadie sabe quien de los dos enterrara al otro.

– ?Por que hablas de eso hoy, el dia de tu cumpleanos?

– El que no es necio sabe que la muerte siempre anda rondando.

La condujo a un sofa que tenia al fondo de la gran sala. Puesto que ella no bebia alcohol le ofrecio un te, que le sirvio de una tetera dorada. El siguio bebiendo agua.

Hong Qui lo miraba con una sonrisa. De pronto, se puso muy seria.

– Tengo un regalo para ti, pero antes quiero saber si es cierto el rumor que he oido.

Ya Ru alzo los brazos con resignacion.

– Siempre estoy rodeado de rumores. Igual que todos los hombres importantes y que todas las mujeres importantes; como tu misma, querida hermana.

– Solo quiero saber si es cierto que has recurrido al soborno para conseguir los mejores contratos de obra. - Hong Qui dejo la taza sobre la mesa-. ?Entiendes lo que significa? ?Corrupcion?

De repente, Ya Ru se sintio hastiado ante las preguntas de Hong Qui. Sus conversaciones solian entretenerlo, puesto que Hong Qui era tan inteligente como mordaz a la hora de expresarse. Tambien le divertia tener ocasion de perfilar sus propios argumentos al discutirlos con ella. Su hermana defendia una concepcion anticuada de unos ideales que ya carecian de significado. La solidaridad era una mercancia como cualquier otra. El comunismo clasico no habia logrado sobrevivir a las presiones de una realidad que los viejos teoricos jamas habian entendido. El que Karl Marx tuviese gran parte de razon sobre la fundamental importancia de la economia en politica o que Mao hubiese demostrado que incluso los campesinos pobres podian salir de su miseria no significaba que los grandes retos a los que China se enfrentaba se resolviesen aplicando indiscriminadamente los viejos metodos.

Hong Qui cabalgaba hacia atras sobre su corcel en direccion al futuro. Y Ya Ru sabia que estaba abocada al fracaso.

– Nosotros nunca seremos enemigos -aseguro-. Nuestra familia fue una de las pioneras cuando nuestro pueblo comenzo su andadura para salir de la ruina. Simplemente, tenemos puntos de vista distintos sobre los metodos que es preciso aplicar. Por supuesto que yo no soborno a nadie, como tampoco me dejo sobornar.

– Tu solo piensas en ti mismo. En nadie mas. Me cuesta creer que digas la verdad.

Por una vez, Ya Ru perdio la compostura.

– ?Y en que pensabas tu hace dieciseis anos, cuando aplaudias que los viejos politicos de la cupula del Partido mandasen aplastar con carros de combate a las personas congregadas en la plaza de Tiananmen? Dime, ?en que pensabas entonces? ?No se te paso por la cabeza que yo podia ser una de aquellas personas? Yo tenia entonces veintidos anos.

– Fue necesario intervenir. La estabilidad del pais estaba amenazada.

– ?Por unos miles de estudiantes? Mientes, Hong Qui. Eran otros los que os daban miedo.

Ya Ru se acerco a su hermana y le susurro.

– Los campesinos. Os aterraba que apoyasen a los estudiantes. Y en lugar de cambiar vuestro modo de pensar sobre el futuro de este pais echasteis mano de las armas. En lugar de resolver el problema hicisteis lo posible por ocultarlo.

Hong Qui no respondio. Miro a su hermano sin apartar la vista. Ya Ru penso que ambos procedian de una familia que, varias generaciones atras, no se habria atrevido a mirar a los ojos a un mandarin.

– No puedes sonreirle a un lobo -sentencio al fin Hong Qui-. Si lo haces, creera que quieres luchar.

Se levanto al tiempo que dejaba sobre la mesa un paquete anudado con una cinta roja.

– Me da miedo adonde te llevaran tus pasos, hermanito. Y hare cuanto este en mi mano por que la gente como tu no convierta este pais en algo de lo que tengamos que arrepentimos y avergonzarnos. Volveran las grandes luchas entre las clases. ?De que lado estaras? Del tuyo, no del lado del pueblo.

– Me pregunto quien es ahora el lobo -dijo Ya Ru.

Intento besar a su hermana en la mejilla, pero ella aparto el rostro, se dio media vuelta dispuesta a marcharse y se detuvo ante la pared. Ya Ru se acerco al escritorio y apreto el boton que abria la puerta.

Cuando esta volvio a cerrarse, se inclino hacia el altavoz.

– Aun espero otra visita.

– ?Quiere que anote su nombre? -pregunto la senora Shen.

– No, este visitante no tiene nombre -aseguro Ya Ru.

Volvio a la mesa y abrio el paquete que le habia dejado Hong Qui. Contenia una cajita de jade en cuyo interior habia una pluma y una piedra.

No era infrecuente que el y Hong Qui se intercambiasen regalos que contenian adivinanzas o mensajes ocultos para los demas. El comprendio enseguida lo que queria decirle. Aludia a un poema de Mao. La pluma simbolizaba una vida despilfarrada; la piedra, una vida y una muerte que habian significado algo.

«Mi hermana me manda una advertencia», se dijo Ya Ru. «O tal vez me exhorta a que me pregunte: ?que camino pienso elegir en la vida?»

Sonrio ante el mensaje de su regalo y decidio que, para el proximo cumpleanos de ella, encargaria una hermosa figura de un lobo tallado en marfil.

Sentia respeto por su tozudez; en lo tocante a caracter y voluntad, podia decirse sin reservas que eran hermanos. Hong Qui seguiria combatiendolo a el y a aquellos miembros del Gobierno que optaban por un camino para ella execrable. Sin embargo, estaba equivocada; tanto ella como quienes se negaban a que China se convirtiese de nuevo en el pais mas poderoso del mundo.

Ya Ru se sento ante el escritorio y encendio el flexo. Con sumo cuidado se enfundo un par de finos guantes blancos de algodon. Despues volvio a hojear el diario que Wang San habia escrito y que habia ido pasando de unos descendientes a otros de la familia. Hong Qui tambien lo habia leido, pero no se conmovio como el con su contenido.

Ya Ru abrio la ultima pagina del diario. Wang San tenia ochenta y tres anos. Estaba muy enfermo y a punto de morir. Sus ultimas palabras aluden a su temor de morir sin haber logrado hacer cuanto habia prometido a sus hermanos.

«Voy a morir demasiado pronto», escribio. «Aunque viviese mil anos, moriria demasiado pronto, puesto que nunca logre reparar la honra de la familia. Hice lo que pude, pero no fue suficiente.»

Ya Ru cerro el diario y lo deposito en un cajon que cerro con llave. Se quito los guantes y, de otro cajon del escritorio, saco un grueso sobre. Despues pulso el boton del altavoz. La senora Shen respondio enseguida.

– ?Ha llegado la visita?

– Aqui esta.

– Digale que pase.

Se abrio la puerta de la pared. El hombre que entro en el despacho era alto y delgado y caminaba por la gruesa alfombra con pasos suaves y agiles. Se detuvo y se inclino ante Ya Ru.

– Ha llegado el momento de que emprendas el viaje -le dijo-. Hallaras cuanto necesitas en este sobre. Te quiero de vuelta en febrero, para la celebracion de nuestro Ano Nuevo. El mejor momento para llevar a cabo tu mision es a principios del Ano Nuevo occidental.

Ya Ru le tendio el sobre al hombre, que se hizo con el inclinandose levemente.

– Liu Xin -le dijo-. Esta tarea que ahora te encomiendo es la mas importante de cuantas te he pedido que hagas hasta ahora, se trata de mi propia vida, de mi familia.

– Hare lo que me pides.

– Se que lo haras, pero si fracasas, te ruego que no vuelvas nunca, pues tendre que matarte.

– No fracasare.

Ya Ru asintio. La conversacion habia terminado. Liu Xin cruzo la puerta, que volvio a cerrarse silenciosa. Una vez mas, la ultima de la noche, Ya Ru hablo con la senora Shen.

– Acaba de salir un hombre de mi despacho -le dijo Ya Ru.

– Un caballero muy discreto y amable.

– Muy bien, pues nunca ha estado aqui.

– Por supuesto que no.

– La unica que ha venido esta noche ha sido mi hermana Hong.

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