este ingente pais para que todos tuviesen un par de zapatos. ?Acaso puede ser mayor la aportacion de un ser humano? ?Mayor que la de procurar que a la gente no se le congelen los pies o que no vaya desnuda o pase hambre?»

Al cabo de un rato volvio Huo. Caminaba despacio, sin mirar a su alrededor. Birgitta Roslin se le acerco.

El joven meneo la cabeza.

– Nadie lo ha visto.

– ?Nadie sabe quien es?

– No.

– ?A quien le ensenaste la foto?

– A los guardias. Y a otro hombre que salio del edificio. Llevaba gafas de sol. ?Lo he pronunciado bien, «gafas de sol»?

– Muy bien. ?Y quien vive en la ultima planta?

– Eso no me lo han dicho.

– Pero ahi vive alguien, ?no?

– Creo que si. Aunque no les gusto la pregunta.

– ?Por que lo dices?

– Me dijeron que me largase.

– ?Y que hiciste?

El joven la miro sorprendido.

– Pues irme.

Birgitta saco del bolso un billete de diez dolares. Al principio, el joven no queria aceptarlos. Le devolvio la foto de Wang Min Hao y le pregunto en que hotel se alojaba, se aseguro de que encontraria el camino de vuelta al hotel, se inclino respetuosamente y se despidio de ella.

Por el camino de regreso al hotel volvio a experimentar la vertiginosa sensacion de que la muchedumbre podria engullirla en cualquier momento, sin que nadie lograse dar con ella despues. Sintio un subito mareo y se vio obligada a apoyarse en la pared. Muy cerca de donde se hallaba habia una casa de te. Entro, pidio una taza y unas galletas y empezo a respirar hondo. Alli estaba otra vez la ansiedad que habia venido experimentando durante los ultimos anos. El vertigo, la sensacion de caida. El largo viaje hasta Pekin no la habia liberado del desasosiego que la embargaba.

Penso de nuevo en Wang. «Hasta aqui he podido seguir su rastro, pero solo hasta aqui.» Dejo caer mentalmente su mazo de jueza sobre la mesa de la teteria y declaro para si que se habia terminado. Un joven que hablaba mal ingles le habia ayudado a llegar lo mas lejos posible.

Pidio la cuenta, que le parecio excesiva, y volvio a salir al frio viento de la calle.

Aquella noche fueron al teatro que se hallaba en el interior del edificio del gran Qianmen Hotel. Aunque tenian auriculares, Karin Wiman habia solicitado los servicios de un interprete. Durante las cuatro horas que duro, Birgitta Roslin admiro la representacion sentada mientras la joven interprete le susurraba al oido el, en ocasiones, incomprensible resumen de lo que sucedia en escena. Tanto Karin como ella quedaron decepcionadas, pues no tardaron en comprender que la representacion se componia de extractos de diversas piezas clasicas de operas de Pekin, cierto que de primera clase, pero totalmente adaptadas a turistas. Una vez terminada la funcion, abandonaron el frio local con un terrible dolor en el cuello.

A la puerta del teatro aguardaba un coche que la organizacion del congreso habia puesto a disposicion de Karin. A Birgitta le parecio ver, en el trajin de la calle, al joven Huo, el que antes se habia dirigido a ella en ingles.

Fue tan rapido que apenas logro captar su rostro, ya lo habia perdido.

Cuando llegaron al hotel, miro atras, pero alli no habia nadie. Al menos, nadie cuyo rostro ella reconociese.

Sintio un escalofrio. El panico la invadio como nacido de la nada. El joven al que habia visto al salir del teatro era Huo, estaba segura de ello.

Karin le pregunto si le apetecia tomarse una copa antes de irse a dormir. Birgitta acepto.

Una hora mas tarde, Karin ya dormia. Birgitta contemplaba por la ventana las brillantes luces de neon.

El desasosiego no la abandonaba. ?Como sabia Huo que estaba alli? ?Por que la habia seguido?

Cuando por fin decidio meterse en la cama con su amiga, lamento haber mostrado la fotografia de Wang Min Hao.

Tenia frio. Estuvo despierta un buen rato. La envolvia el frio de la noche invernal de Pekin.

25

Al dia siguiente nevaba levemente sobre Pekin. Karin Wiman se levanto a las seis de la manana para revisar la conferencia que debia pronunciar aquella manana. Birgitta Roslin se desperto y la vio sentada junto a la ventana. Aun era de noche y Karin habia encendido una lampara de pie. A Birgitta la invadio una vaga sensacion de envidia. Karin habia elegido una vida que incluia viajes y encuentros con culturas extranas. Su existencia, en cambio, se desarrollaba en salas de vistas, el escenario de una lucha sin cuartel entre la verdad y la mentira, la arbitrariedad y la justicia, con un resultado incierto y a menudo poco alentador.

Karin se dio cuenta de que Birgitta se habia despertado y la miro.

– Esta nevando -le anuncio-. Escasamente y en copos pequenos. En Pekin jamas caen copos grandes. La nieve aqui es ligera, pero afilada como la arena del desierto.

– Vaya, que trabajadora, tan temprano…

– Estoy nerviosa. El auditorio es tan numeroso y tan avido de detectar algun fallo cuando hable…

Birgitta se sento en la cama y movio la cabeza con cuidado.

– Aun me duele el cuello.

– Las operas de Pekin exigen resistencia fisica.

– Me gustaria asistir a otra representacion, pero sin interprete.

Karin se marcho poco despues de las siete. Acordaron verse otra vez por la tarde. Birgitta durmio una hora mas y, cuando termino de desayunar, habian dado las nueve. La desazon del dia anterior se habia esfumado. El rostro que creyo ver despues de la opera debio de ser fruto de su imaginacion, que a veces echaba a volar de forma tan sorprendente que ya deberia estar acostumbrada.

Se sento un rato en la silenciosa recepcion donde silenciosos espiritus serviles limpiaban con plumeros las columnas de marmol. La irritaba su ociosidad y decidio buscar un centro comercial en el que comprar un juego de mesa chino. Recordo, ademas, que le habia prometido a Staffan llevarle especias. Un joven recepcionista le dibujo en el plano como llegar a un centro comercial en el que podria comprarlo todo, el juego y las especias. Cambio algo de dinero en el banco del hotel antes de salir. El frio se habia atenuado. Leves copos de nieve revoloteaban en el aire. Se tapo la boca y la nariz con la bufanda y emprendio el camino.

Despues de recorrer unos metros, se detuvo y miro a su alrededor. La gente se movia de aqui para alla por las aceras. Se quedo observandolos, unos estaban inmoviles, fumando, otros hablaban por telefono o simplemente aguardaban, estaticos. Ninguno de los rostros le resultaba familiar.

Tardo cerca de una hora en llegar al centro comercial, situado en una calle peatonal llamada Wangfuijing Daije. Ocupaba toda la manzana y, cuando entro, tuvo la sensacion de acceder a un laberinto gigantesco. Enseguida la envolvio un hormiguero de gente. Se dio cuenta de que la gente la miraba de reojo y comentaba su aspecto y su ropa. En vano busco algun letrero en ingles. Cuando llego a las escaleras automaticas, varios vendedores se dirigieron a ella en un ingles precario.

En la tercera planta encontro una seccion de libros y papeleria donde tambien vendian juguetes. Se dirigio a una joven dependienta que, a diferencia del personal de hotel, no la entendio. La dependienta dijo algo rapidamente por un telefono y, un segundo mas tarde, un hombre de mas edad aparecio a su lado sonriendo.

– Busco juegos de mesa -explico Birgitta-. ?Donde puedo encontrarlos?

– ?Mahjong?

El hombre la condujo a otra planta donde, de pronto, se vio rodeada de estanterias llenas de juegos. Escogio dos, le dio las gracias al hombre y se encamino a la caja. Con los juegos envueltos y dentro de una gran bolsa de

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