– ?Cuantas veces tengo que repetir que no vi nada?

Cuando el interprete tradujo su respuesta, el otro policia se inclino hacia ella y le grito:

– Le hacemos estas preguntas porque queremos atrapar a los hombres que la asaltaron y le robaron el bolso. Y usted debe responder sin perder la paciencia.

Aquellas palabras le hicieron el mismo efecto que si la hubiesen abofeteado.

– Estoy diciendo lo que se.

– ?Que llevaba en el bolso?

– Un poco de dinero chino y algo en dolares americanos. Un peine, un panuelo, unas pastillas, un boligrafo…, nada importante.

– Hemos encontrado su pasaporte en el bolsillo interior de su chaqueta. Es usted sueca. ?Que esta haciendo aqui?

– He venido de vacaciones con una amiga.

El hombre de mas edad parecia reflexionar con el rostro inexpresivo.

– No encontramos la silueta -dijo al cabo de unos minutos.

– Estaba en el bolso.

– Pues no la ha mencionado cuando le pregunte. ?Habia algo mas que haya olvidado decir?

Birgitta hizo memoria, pero al final nego con un gesto. El interrogatorio termino bruscamente. El policia de mas edad dijo algo y salio de la habitacion.

– Cuando se encuentre mejor, la llevaran al hotel. Volveremos a verla mas adelante, para hacerle mas preguntas y redactar un informe.

El interprete dijo el nombre del hotel, aunque ella no lo habia mencionado.

– ?Como saben en que hotel me alojo? La llave estaba en el bolso…

– Son cosas que sabemos.

Dicho esto, hizo una breve reverencia y se marcho. No se habia cerrado la puerta, cuando entro el medico que hablaba ingles americano.

– Aun necesitamos retenerla un poco -le advirtio-. Hemos de tomar unas muestras de sangre y hacer el informe de las radiografias. Despues podra volver al hotel.

«El reloj», se dijo. «No se lo llevaron.» Miro el reloj de la pared. Eran las cinco menos cuarto.

– ?A que hora podre irme?

– Pronto.

– Mi amiga se pondra nerviosa si no me encuentra.

– Le proporcionaremos transporte hasta el hotel. Nos preocupa que nuestros visitantes extranjeros duden de nuestra hospitalidad y nuestra solicitud, aunque a veces se producen sucesos desagradables.

La dejo sola en la habitacion. Desde un lugar apartado se oia gritar a alguien, un grito solitario vagando por el pasillo.

No dejaba de darle vueltas a lo ocurrido. Lo unico que le indicaba que la habian asaltado era el dolor de garganta y la desaparicion del bolso. El resto se le antojaba irreal, el sobresalto de verse agarrada por detras, el golpe en el estomago y la gente que le presto ayuda.

«Claro que ellos debieron de verlo», penso. «?Les habra preguntado la policia? ?Estarian aun alli cuando llego la ambulancia? ?O acaso llego la policia antes?»

Era la primera vez que la atacaban. Y cayo en la cuenta de que el punetazo que le habian dado habia sido la primera agresion de su vida. Habia juzgado a gente que maltrataba y disparaba y acuchillaba a otros; pero jamas lo habia sentido en su propio pellejo.

«Vaya, he tenido que venir al otro extremo del mundo para vivir una experiencia asi», penso. «Justo aqui, donde no desaparecia ni un cepillo de dientes…»

?Seguia asustada? Si, se respondio a si misma. Era algo que habia aprendido durante su carrera como jueza. Una persona a la que atacan y roban no lo olvida jamas. El miedo se aferraba a su alma durante mucho tiempo, a veces, el resto de su vida. Sin embargo, ella no queria que le ocurriese nada semejante, no queria convertirse en un ser asustadizo incapaz de osar salir a la calle sin mirar hacia atras constantemente.

Decidio contarselo a Staffan en cuanto llegase a casa. Quizas una version mas suave de la verdad, pero, si la oia lanzar un grito inesperado en plena calle, queria que comprendiese el porque.

Estaba experimentando la cadena de reacciones que sabia habituales en las personas que habian sufrido una agresion. El miedo, pero tambien la rabia, la sensacion de humillacion, el dolor. Y la venganza. Ahora que yacia en la cama del hospital, no le habria importado que obligasen a sus dos atacantes a arrodillarse para recibir sendos disparos en la nuca.

Una enfermera entro en la habitacion y la ayudo a vestirse. Le dolia el estomago y tenia un buen aranazo en la rodilla. La enfermera le dio un peine y luego un espejo. Birgitta comprobo la palidez de su cara. «Este es el aspecto que tengo cuando estoy aterrada», concluyo. «No lo olvidare.»

Se habia sentado en el borde de la cama, preparada para regresar al hotel.

– El dolor en el cuello se le pasara, seguramente manana mismo -pronostico el doctor.

– Gracias por todo. ?Como puedo ir al hotel?

– La llevara la policia.

En el pasillo habia, en efecto, tres policias esperandola. Uno de ellos sostenia entre las manos una aterradora arma automatica. Birgitta fue con ellos al ascensor y se acomodo en el coche policial. No sabia donde se encontraba, ni siquiera sabia el nombre del hospital en el que la habian atendido. Durante un buen rato, creyo atisbar una parte de la Ciudad Prohibida, pero no estaba segura.

Apagaron las sirenas y se alegro de no tener que llegar al hotel con las luces de emergencia. Se bajo del coche delante de la puerta del edificio y el vehiculo partio antes de que ella hubiese dado media vuelta. Seguia intrigandola como habrian averiguado en que hotel se alojaba.

Ya en la recepcion, explico que habia perdido la llave de la habitacion; le dieron otra con tal rapidez, que penso que seguramente la tendrian preparada. La mujer que habia al otro lado del mostrador le sonrio. «Sabe lo que ha pasado», concluyo Birgitta Roslin. «La policia habra venido para informar del robo y prepararlos…»

Mientras se dirigia al ascensor, penso que deberia estar contenta. En cambio, sentia una inquietud que no se atenuo al entrar en la habitacion. Alguien habia estado alli, no solo la limpiadora. Claro que Karin habia podido entrar en cualquier momento, para recoger algo o para cambiarse de ropa. Era una posibilidad con la que debia contar. Sin embargo, ?que habria podido impedirle a la policia, o a otra persona, efectuar un discreto registro? En China debia de existir una policia secreta, siempre presente, nunca visible.

Fue la bolsa con los juegos lo que delato al visitante desconocido. Descubrio enseguida que la habian dejado en otro lugar. Miro a su alrededor, despacio, para que no se le pasase por alto ningun detalle; pero lo unico que habian tocado, sin molestarse en ocultarlo, era la bolsa.

Continuo inspeccionando el cuarto de bano. La bolsa de aseo estaba como ella la dejo por la manana y tampoco faltaba nada.

Volvio al dormitorio y se sento en la silla que habia junto a la ventana. Entonces vio la maleta abierta. Se levanto y se puso a examinar lo que habia dentro, levantando una prenda tras otra. Si alguien la habia tocado, habia procurado no dejar rastro.

Mas cuando llego al fondo, se quedo paralizada. En efecto, alli tenia que haber una linterna y una caja de cerillas, dos cosas que llevaba siempre que salia de viaje, desde aquella ocasion, el ano antes de casarse con Staffan, en que paso mas de veinticuatro horas sin luz en Madeira, a causa de un corte en el suministro. Salio por la noche a dar un paseo por las escarpadas rocas de las afueras de Funchal cuando, de improviso, se hizo la oscuridad a su alrededor. Le llevo muchas horas encontrar a tientas el camino de vuelta al hotel y, a partir de entonces, siempre metia una linterna y cerillas en la maleta. La caja de cerillas era de un restaurante de Helsingborg y tenia una etiqueta de color verde.

Reviso la ropa, pero no encontro la caja de cerillas. ?La habria metido en el bolso? A veces lo hacia. Y no siempre recordaba que habia sacado de la maleta y que no. Pero ?quien se llevaria una caja de cerillas de una habitacion que habia registrado en secreto?

Volvio a la silla junto a la ventana. «La ultima hora que he pasado en el hospital…», evoco pensativa. «Ya entonces me dio la sensacion de que, en realidad, no era necesario retenerme alli por mas tiempo. ?Que resultados esperaban? Tal vez lo hicieron para que me quedase alli hasta que la policia hubiese revisado mi habitacion, pero ?por que, si yo era la victima del asalto callejero?»

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