escasamente pobladas. Segun nuestros calculos, a lo largo de un periodo de cinco anos podremos recibir a cuatro millones de campesinos chinos, que podran cultivar las areas despobladas. Nadie se vera obligado a dejar esta tierra, nadie perdera sus beneficios. Antes al contrario, nuestros compatriotas se beneficiaran con este gran cambio. Todos tendran acceso a carreteras, escuelas, hospitales, corriente electrica, todo aquello que hasta el momento solo ha estado a disposicion de pocos campesinos y que ha sido privilegio de los habitantes de las ciudades.

Hong ya habia oido rumores de que las autoridades que se encargaban del traslado obligatorio de campesinos a causa de la construccion de las grandes presas prometieron a los afectados que un dia vivirian en Africa como terratenientes. Ya se imaginaba el desplazamiento. Hermosas palabras que evocaban una imagen paradisiaca de como los empobrecidos campesinos chinos, analfabetos e ignorantes, serian capaces de echar raices en un medio desconocido. No surgiria ningun problema gracias a la amistad y a la colaboracion, ningun conflicto con las personas que ya habitaban las orillas del rio. Sin embargo, nadie lograria convencerla de que aquello que ahora estaba escuchando no era el preludio de la transformacion de China en una nacion avida de obtener un botin y que, sin dudarlo, se haria con todo el petroleo y las materias primas que necesitara para continuar con su imparable desarrollo economico. La Union Sovietica le habia proporcionado armas durante la larga guerra de liberacion que llevo a la expulsion de los colonizadores portugueses en 1974. Se trataba por lo general de armas viejas, desgastadas. A cambio, se arrogaron el derecho de pescar sin licencia en las ricas aguas de Mozambique. ?Acaso seguiria China los pasos de esa tradicion, cuya primera y unica divisa era servir siempre los intereses propios?

A fin de no llamar la atencion, Hong aplaudio como los demas, una vez finalizado el discurso. El ministro de Comercio Ke subio al podio. No existia el menor peligro, aseguro, todo y todos estaban insobornablemente unidos por los lazos del intercambio mutuo e igualitario.

Ke no se prodigo a la hora de hablar y, cuando termino, los visitantes fueron conducidos a la otra tienda, donde los aguardaba una mesa con aperitivos. Hong tomo una copa de vino bien fresco. Una vez mas, busco con la mirada a Ya Ru, pero sin exito.

Una hora mas tarde, los helicopteros despegaron y pusieron rumbo noroeste. Hong contemplo el extrano rio que discurria bajo sus pies. Los pocos lugares habitados y en los que la tierra era roja y aparecia cultivada se presentaban en marcado contraste con las inmensas areas en apariencia intactas. Hong se pregunto si, pese a todo, no estaria equivocada. ?Y si China iba a prestar a Mozambique un apoyo del que no esperaba extraer el doble de beneficio?

El ruido de los motores le impedia ordenar sus ideas. Y la cuestion quedo sin respuesta.

Antes de subir al helicoptero, le entregaron un pequeno mapa que le resulto familiar, pues era el mismo que los dos funcionarios del Ministerio de Agricultura habian estado estudiando durante el viaje en coche hasta Beira.

Llegaron al punto mas al norte, antes de girar al este. Una vez en Loabo, los helicopteros giraron en direccion al mar y empezaron a descender cerca de un lugar que Hong localizo en el mapa bajo el nombre de Chinde. Junto a la pista de aterrizaje aguardaban otros coches y otras carreteras cubiertas de la misma tierra roja de siempre.

Los vehiculos se adentraron en el follaje y empezaron a frenar cerca de un pequeno afluente del Zambeze. Despues se detuvieron en un lugar del que habian retirado arbustos y maleza. Junto al rio habia montadas varias tiendas formando un semicirculo. Cuando Hong bajo del helicoptero, Ya Ru la estaba esperando.

– Bienvenida a Kaya Kwanga. Significa «mi hogar» en alguna de las lenguas locales. Esta noche la pasaremos aqui.

Senalo una de las tiendas mas proximas al rio. Una joven negra le llevo la maleta.

– ?Que hacemos aqui exactamente? -quiso saber Hong.

– Disfrutar del silencio africano despues de una larga jornada de trabajo.

– ?Es aqui donde tendre ocasion de ver el leopardo?

– No. Aqui lo que abundan son las serpientes y los lagartos. Y las famosas hormigas cazadoras que tanto temen todos, pero nada de leopardos.

– ?Que hacemos ahora?

– Nada. Ya hemos terminado por hoy. Descubriras que no todo es tan primitivo como crees. En tu tienda hay incluso una ducha. La cama es comoda. Luego, llegada la noche, cenaremos juntos. Quien quiera quedarse junto al fuego, podra hacerlo; quien no, sera libre de irse a dormir.

– Tu y yo hemos de hablar -senalo Hong-. Es necesario.

Ya Ru sonrio.

– Despues de la cena. Podemos sentarnos a la puerta de mi tienda.

No tuvo que indicarle cual era. Hong ya se habia dado cuenta de que se hallaba junto a la suya.

Sentada ante la tienda, contemplo el breve ocaso que se cernia sobre la sabana. Una hoguera ardia ya en la explanada que formaban las tiendas. Y vio a Ya Ru. Llevaba un esmoquin blanco. Le recordo una imagen que habia visto hacia mucho tiempo, en un diario chino que dedicaba un gran reportaje a describir la historia colonial de Africa y de Asia. Dos hombres blancos vestidos de etiqueta degustaban una cena sentados a una mesa con un mantel blanco, lujosas piezas de porcelana y vino frio, en medio de la selva africana. Los camareros, tambien africanos, aguardaban tras sus sillas a recibir ordenes.

«Me pregunto quien sera mi hermano», se dijo Hong. «Hubo un tiempo en que crei que formabamos un equipo, no solo como familia, sino tambien en las aspiraciones para nuestro pais. Ahora, en cambio, no estoy tan segura.»

Hong fue la ultima en sentarse a la mesa preparada junto al fuego.

Pensaba en la carta que habia escrito la noche anterior. Y en Ma Li, en quien, de improviso, dudaba si podria seguir confiando.

«Ya no puedo dar nada por seguro», sentencio para si. «Nada.»

32

Concluida la cena, que degustaron entre las sombras de la noche, disfrutaron de la actuacion de un grupo de danza. Hong, que ni siquiera probo el vino pues queria mantener la mente despejada, observo a los bailarines con admiracion y con los vestigios de un sentimiento de antiguas anoranzas. Hubo un tiempo, cuando era muy joven, en que sono con convertirse en artista de algun circo chino o en la clasica opera de Pekin. Era un sueno dividido. Cuando se veia en la carpa del circo, era la mas importante de las equilibristas, capaz de mantener en movimiento un numero infinito de platos de porcelana sobre canas de bambu. Iba paseando despacio entre los platos que giraban a su alrededor antes de, en el ultimo minuto, poner a danzar un plato vacilante con un rapido movimiento de la mano. En la opera de Pekin, en cambio, era la grave heroina que luchaba contra un enemigo mil veces superior, ambos provistos de bastones con los que, a modo de espadas, se batian en una lucha acrobatica. Despues, cuando se hizo mayor, comprendio que lo que en realidad deseaba era tener un control absoluto sobre todos los sucesos que la rodeaban. Ahora, al ver a los bailarines, que parecian fundirse en un unico cuerpo de multiples brazos, evoco nuevamente aquella sensacion de su ninez. En la noche africana con su impenetrable oscuridad, su calor humedo y el perfume del mar, tan cercano que cuando todo quedo en calma se oia el vago murmullo de las olas, su infancia vino a visitarla.

Vio a Ya Ru sentado ante su tienda jugueteando con una copa de vino sobre la rodilla y con los ojos semicerrados, y penso que sabia muy poco sobre sus suenos infantiles. Su hermano se hallaba siempre en un mundo interior propio. Hong pudo tener con el una relacion intima, pero nunca tanto como para que hablasen de sus suenos.

Una interprete china iba presentando las danzas. «No habria sido necesario», penso Hong. Era evidente que se trataba de bailes populares cuyas raices se hallaban en la vida cotidiana o en encuentros simbolicos con demonios y malos o buenos espiritus. Los ritos humanos procedian todos de las mismas fuentes, con independencia del color de la piel o del pais de origen, El clima quiza si ejerciese alguna influencia, pues quienes habitaban un lugar frio bailaban vestidos, pero en el trance y la busqueda de la union con los mundos superior e inferior, asi como con lo que habia sido y lo que quedaba, el chino y el africano se comportaban de un modo similar.

Hong continuo estudiando lo que tenia a su alrededor. El presidente Gebuza y su sequito habian desaparecido. En el campamento donde iban a pasar la noche no se encontraban mas que la delegacion china, los sirvientes, los cocineros y un nutrido grupo de vigilantes de seguridad convenientemente ocultos entre las sombras. Muchos de

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