ellos, que ahora admiraban las danzas, parecian absortos en sus asuntos. «Algo grande se esta cociendo en la noche africana», resolvio Hong. «Y me niego a creer que sea este el camino que debamos emprender. No existe la menor posibilidad de que suceda, que cuatro millones de nuestros ciudadanos mas pobres, quiza mas, se trasladen a la selva africana sin que le exijamos una contraprestacion considerable al pais de acogida.»
De improviso, una mujer empezo a cantar. La interprete china explico que se trataba de una cancion de cuna. Hong escucho con atencion y constato que su melodia habria podido adormecer igualmente a un nino chino. Recordo una historia que oyo contar en una ocasion acerca de una cuna. En los paises pobres, las mujeres se ataban a sus hijos a la espalda, pues debian tener libres las manos para trabajar, sobre todo en el campo, en Africa con azadas, en China con el agua hasta las rodillas para plantar arroz. Alguien habia comparado las cunas habituales en otros paises e incluso en ciertas regiones de China y habia llegado a la conclusion de que el ritmo al que el pie de la madre mecia la cuna era el mismo que el de las caderas de la mujer al caminar con el nino a la espalda. Los ninos se dormian con el.
Cerro los ojos para concentrarse en la nana. La mujer termino con un tono prolongado que acabo con la misma ligereza que una pluma al caer al suelo. El espectaculo llego a su fin entre los aplausos del publico. Algunos acercaron sus sillas para entablar una discreta conversacion, en tanto que otros se levantaban y se dirigian a sus tiendas o se quedaban cerca del fuego, como si aguardasen algo mas.
En ese momento aparecio Ya Ru, que fue a sentarse a su lado en un asiento que acababa de quedar vacio.
– Una noche extrana -opino su hermano-. De libertad y calma absolutas. No creo haberme hallado jamas tan lejos del ambiente de la gran ciudad.
– En tu despacho -observo Hong-. Alla arriba, tan alto, muy por encima de las personas normales, de los coches y del ruido.
– Bueno, no puede compararse. Alli es como si me encontrase en un avion. A veces pienso que mi casa esta suelta en el aire. Aqui, en cambio, tengo los pies en el suelo. La tierra me retiene. Me gustaria poseer una casa en este pais, un
– Solo necesitas pedirlo, ?no? Un terreno, una valla y alguien que te construya la casa tal como tu la quieras.
– Puede ser. Pero ahora no es el momento.
Hong se percato de que se habian quedado solos. Las sillas a su alrededor estaban vacias. Se pregunto si Ya Ru habria indicado que deseaba hablar con su hermana a solas…
– ?Te has fijado en la mujer que representaba con su danza a una bruja desbocada?
Hong se quedo pensando un instante. Si, la mujer bailaba con energia y, al mismo tiempo, con movimientos muy ritmicos.
– Bailaba con una energia casi violenta.
– Pues alguien me ha contado que esta muy enferma y que morira pronto.
– ?De que?
– De una enfermedad de la sangre. No es sida, tal vez cancer, dijeron. Tambien me dijeron que baila para armarse del valor necesario para resistir. La danza es su lucha por la vida. Asi entretiene a la muerte.
– Aun asi, morira.
– Como la piedra, no como la pluma.
«Ahi tenemos a Mao otra vez», se dijo Hong. «Puede que en las ideas sobre el futuro que abriga Ya Ru, el Gran Timonel este mas presente de lo que yo creo. Es consciente de su condicion de miembro de la nueva elite, lejos de la gente a la que dice representar y por la que dice preocuparse.»
– ?Cual sera el precio de todo esto? -quiso saber Hong.
– ?Te refieres al campamento y al viaje?
– A lo de trasladar a cuatro millones de personas desde China y traerlas a una cuenca africana al lado de un gran rio. Y despues, quizas, a que hasta diez o veinte o cien millones de nuestros campesinos mas pobres puedan mudarse a otros paises de este continente.
– A corto plazo costara mucho dinero. A la larga, nada en absoluto.
– Supongo que todo estara ya listo, ?no? -pregunto Hong-. Los procesos de seleccion, el transporte con una escuadra de buques, viviendas sencillas que los nuevos colonos podran montar por si mismos, la comida, las herramientas, los comercios, las escuelas, los hospitales. ?Se han firmado ya los acuerdos entre ambos paises? ?Que recibira a cambio Mozambique? Y nosotros, ?que obtendremos, aparte del derecho a deshacernos de un numero de campesinos pobres mandandolos a otro pais, tambien pobre? ?Que sucedera si resulta que este gran traslado no funciona? ?De que modo se pillara los dedos Mozambique? ?Que parte de la informacion es la que a mi me falta? ?Que hay detras de todo esto, aparte de la voluntad de verse libre de un problema chino que esta creciendo de forma descontrolada? ?Que piensas hacer con el resto de millones que amenazan con rebelarse contra el nuevo orden establecido?
– Queria que lo vieras con tus propios ojos; que utilizaras tu razon para comprender la necesidad de poblar la cuenca del Zambeze. Nuestros hermanos produciran aqui un excedente de productos que podran destinarse a la exportacion.
– Haces que suene como si, en el fondo, arrastrar hasta aqui a nuestros pobres fuese una buena accion. A mi entender, seguimos las huellas de los imperialistas de siempre. En las colonias se desloman, nosotros percibimos los beneficios. Un nuevo mercado para nuestras manufacturas, un modo de hacer mas soportable el capitalismo. Esta, Ya Ru, es la verdad que se oculta detras de vuestras hermosas palabras. Se que hemos pagado la construccion de un nuevo Ministerio de Finanzas en Mozambique. Pese a que aludimos a ello como a un regalo, para mi es un soborno. Tambien he oido decir que los capataces chinos golpeaban a los trabajadores locales cuando no se empleaban a fondo. Ni que decir tiene que ese asunto se silencio, pero eso no impide que me averguence. Y que me asuste. Poco a poco, iremos eligiendo distintos paises africanos, uno tras otro, para utilizarlos y favorecer nuestro propio desarrollo. No te creo, Ya Ru.
– Estas haciendote vieja, hermana Hong. Y como todos los viejos, te atemoriza que lo nuevo se abra camino. Alla donde miras, ves conspiraciones contra los antiguos ideales. Estas convencida de ser la unica en posesion de la verdad, cuando en realidad has empezado a convertirte en lo que mas te asusta, una conservadora, una reaccionaria.
De pronto, Hong se le acerco y le dio una bofetada. Ya Ru la miro con sorpresa y sobresalto.
– Has ido demasiado lejos. No te permitire que me humilles. Podemos conversar y estar en desacuerdo, pero no consentire que me ataques.
Ya Ru se levanto sin decir una sola palabra mas y desaparecio en la oscuridad. Nadie mas parecia haberse percatado del incidente. Hong estaba arrepentida, deberia haberse mostrado mas paciente y con mas recursos para perseverar en el intento de convencerlo con palabras de su error.
Ya Ru no volvia, de modo que Hong se marcho a su tienda, iluminada como las demas por candiles colgados tanto fuera como en el interior. La mosquitera estaba preparada y la cama lista para dormir.
Hong se sento ante la puerta. Hacia una noche bochornosa. La tienda de Ya Ru estaba vacia. Tenia la certeza de que su hermano se vengaria de la bofetada. Sin embargo, eso no la asustaba; comprendia que Ya Ru se enfadase por ese motivo. En cuanto volviese a verlo, le pediria perdon.
La tienda estaba tan retirada de la hoguera que le llegaban mejor los sonidos de la naturaleza que el murmullo de las voces y las conversaciones de la gente. Corria una ligera brisa impregnada del aroma a sal, a arena mojada y a algo mas que no fue capaz de determinar.
Se retrotrajo mentalmente en el tiempo. Recordo las palabras de Mao cuando decia que, en politica, una tendencia ocultaba otra; que bajo lo que era evidente, se gestaba lo latente. Asi pues, habria tanta razon para rebelarse hoy como dentro de diez mil anos. En la humillacion de la antigua China se habia forjado la fuerza futura, a base de sangre y de sudor y esfuerzo milenarios. El brutal ejercicio del poder por parte de los senores feudales condujo a la caida y a una miseria incomprensible. Sin embargo, la ruina genero al mismo tiempo la fortaleza necesaria de la que se nutririan las numerosas guerras y el movimiento campesino que nunca se dejo aplastar por completo. Durante cientos de anos, senores y campesinos midieron sus fuerzas, el Estado de los mandarines y de las dinastias imperiales se rodeo de lo que, segun pensaban, los haria inaccesibles. Mas el sentimiento de insatisfaccion no se calmo jamas, continuaron las rebeliones y, por fin, llego el momento de que los fuertes ejercitos campesinos abatieran de una vez por todas a los senores feudales y llevasen a cabo la liberacion