Togodumno contra la segunda legion habia fracasado, la unidad habia sufrido dolorosas perdidas entre los soldados y la moral estaba baja. Un ataque exitoso, llevado a cabo sin piedad, quizas aun podria salvar la reputacion de la segunda y de su comandante. Pero, ?se sentirian los hombres con animos de hacerlo?

Plautio asentia con la cabeza mientras repasaba la propuesta de Geta.

– Tal como dices, hay cierto riesgo en un ataque dividido, pero el riesgo existe hagamos lo que hagamos. Asi que, de acuerdo, seguiremos este plan. Lo unico que falta es la asignacion de las fuerzas. Esta claro que el ataque 'por el flanco derecho cruzando el rio lo efectuaran los batavos -dijo con un gesto de la cabeza apenas perceptible hacia Vespasiano-. El ataque frontal lo llevara a cabo la novena.

Ahi estaba, comprendio Vespasiano. Era hora de recuperar el honor de la segunda. Dio un paso adelante y se aclaro la garganta.

– ?Si, Vespasiano? -Plautio miro hacia el-. ?Tienes algo que anadir? _Senor, solicito el privilegio de encabezar el ataque por el flanco izquierdo.

Plautio se cruzo de brazos y ladeo la cabeza como si considerara la peticion de Vespasiano.

– ?De verdad crees que la segunda podra hacerlo? Estais cortos de efectivos y me imagino que tus hombres no se alegraran demasiado de encontrarse en lo mas renido de la batalla cuando ha pasado tan poco tiempo desde su reciente experiencia.

Vespasiano se sonrojo. -Lamento discrepar, senor. Creo que hablo en nombre de- mis hombres tanto como en el mio propio. -Francamente, Vespasiano, hace un momento no tenia intencion de considerar siquiera a la segunda para este servicio. Iba -a manteneros en la reserva y dejar que otra unidad hiciera el trabajo. Y no veo ninguna razon por la que tenga que cambiar de idea, ?y tu?

A menos que Vespasiano pudiera encontrar enseguida motivos que justificaran la posicion de la segunda legion en el flanco izquierdo, estaria condenado a pasarse el tiempo que quedaba en el ejercito como legado bajo un velo de desconfianza en cuanto a su idoneidad para el mando. Y si los hombres tenian la sensacion de que se les negaba una participacion equitativa en la batalla y, por consiguiente, una parte justa del botin, la moral y la reputacion de la segunda nunca se recuperarian. Habian adquirido su fama a lo largo de los anos con la sangre de miles de companeros, bajo un aguila que los habia guiado hacia la batalla durante decadas. Si aquello iba a terminar, seria sobre su cadaver. Vespasiano tenia que Mantenerse firme con su general.

– Yo si, senor. Parece ser que lo han informado mal sobre el espiritu de lucha de mi legion. – Y Vespasiano supuso que jeta era la fuente de aquella mala informacion-. Los hombres estan dispuestos a ello, senor. Estan mas que dispuestos, estan deseandolo. Necesitamos vengar a los hombres que hemos perdido.

– ?Ya es suficiente! -interrumpio Plautio-. ?Crees que la retorica va a prevalecer sobre la razon? Estamos en primera linea, no en el foro de Roma. Te pedi que me dieras un buen motivo por el que tenga que ceder.

– De acuerdo, senor. Ire directo al grano. -Si, por favor. -La segunda no dispone de todos sus efectivos. Pero no hace falta una legion entera para el ataque. Si todo sale mal, entonces solo habra perdido una unidad que ya estaba en bastantes malas condiciones en vez de una legion todavia fresca. -Vespasiano dirigio una astuta mirada a su general--. Me imagino que quiere tener en reserva el mayor numero de unidades posible por si tiene que volver a luchar contra Carataco. No puede permitirse enfrentarse a el sin todos los efectivos y con las fuerzas de la linea de batalla cansadas. Es mejor arriesgar ahora una unidad mas prescindible.

Plautio asintio con la cabeza mientras escuchaba con aprobacion aquel razonamiento mucho mas cinico. Reflejaba perfectamente la cruda realidad del mando y, de una manera igual de cruda, era lo mas razonable.

– Muy bien, Vespasiano. Te concedo una prorroga a ti y a tus hombres.

Vespasiano bajo la cabeza en senal de agradecimiento. El corazon le dio un vuelco por la excitacion de haberle ganado la partida a su general, y tambien por la angustia ante la peligrosa mision para la que acababa de ofrecer voluntarios a sus hombres. No habia sido del todo sincero al presentarle la peticion al general. No tenia ninguna duda de que muchos de los hombres lo maldecirian por ello, pero los soldados se quejaban por todo. Les hacia falta combatir. Necesitaban una clara victoria de la que jactarse. Dejar que los hombres siguieran en su estado actual de duda acerca de si mismos iba a destruir la legion y a arruinar su carrera. Ahora que los habia comprometido para 'el ataque, confiaba en que la mayoria de ellos compartiria su deseo de luchar.

– Tus ordenes -expuso Plautio formalmente- son avanzar rio arriba y realizar un ataque sorpresa. Localiza el vado mas proximo y cruza a la otra orilla. Desde alli os dirigireis rio abajo evitando todo contacto con los britanos. Esperareis escondidos hasta que las trompetas del cuartel general toquen la senal de reconocimiento de vuestra legion y en ese momento os unireis al ataque en aquella colina. ?Ha quedado claro?

– Si, senor. Perfectamente. -Dales fuerte, Vespasiano. Lo mas fuerte que puedas. -Si, senor. -Las ordenes por escrito te llegaran mas tarde. Sera mejor que te pongas en marcha. Quiero que partas antes de que rompa el dia. Ahora vete.

Vespasiano saludo al general, se despidio de Sabino con un movimiento de cabeza y se abria camino entre el grupo de oficiales para volver a la linea de caballeria cuando llego Vitelio que subia a todo correr por la cuesta, jadeando.

– Senor ?Senor! -Plautio se volvio hacia el, alarmado. -?Que pasa, tribuno? Vitelio se puso en posicion de firmes, tomo un poco de aire y presento su informe.

– La marea esta subiendo, senor. Me entere por nuestros exploradores que se encuentran ahi abajo junto al rio.

El general Aulo Plautio se lo quedo mirando unos instantes.

– Bien, gracias, tribuno. Es muy interesante. Muy interesante, ya lo creo.

Entonces se dio la vuelta, para observar de nuevo las defensas enemigas y para ocultar la expresion de regocijo de su semblante.

CAPITULO VI

Las sombras se alargaban mientras Cato permanecia apoyado en el tronco de un arbol sin moverse, con su sencilla capa marron colocada a modo de cojin protegiendole de la aspera corteza. En la mano izquierda tenia el arco de caza que habia sacado de los pertrechos y apuntaba con una pesada flecha colocada en la cuerda. Habia descubierto un sinuoso sendero que se cruzaba con un camino lleno de baches y lo habia seguido hasta llegar a un claro. La senda serpenteaba a traves de los bajos helechos y se adentraba en los arboles que habia al otro lado del claro. Mas alla, el rio refulgia al pasar entre hojas y ramas y brillaba con el reflejo de la luz del sol que se ponia. Como el era un muchacho de ciudad, antes de dirigirse hacia el bosque habia tenido la sensatez de pedirle algun consejo a Pirax, un veterano acostumbrado desde hacia mucho tiempo a salir en busca de comida. Habian dejado aquella zona libre de enemigos y la rodeaban los campamentos de marcha del ejercito de Plautio, por lo que el joven optio penso que no corria peligro si salia a probar como se le daba la caza. Con un poco de suerte, los hombres de la sexta centuria no tendrian que cenar carne de cerdo en salazon aquella noche y entrarian en combate con una buena comida en el estomago.

Cuando a la sexta centuria le fue comunicada la noticia del inminente ataque, Macro habia maldecido su suerte. Dados sus escasos efectivos, lo ultimo que necesitaban eran unas peligrosas maniobras de flanqueo. Una vez de vuelta en su tienda, el y Cato hicieron los preparativos para el ataque de la manana siguiente.

– Toma nota -le ordeno Macro a su optio-. Todos los soldados tienen que dejar aqui el equipo no esencial. Si tenemos que nadar no debemos llevar nada mas que lo necesario. Tambien necesitaremos algo de cuerda. Toma unos noventa metros de soga ligera de los pertrechos. Tendria que bastar para alcanzar la otra orilla en caso de que encontremos un vado.

Cato levanto los ojos de la tablilla encerada en la que anotaba las cosas.

– ?Y que pasa si no hay ningun vado? ?Que hara entonces el legado?

– Eso es lo mejor de todo -refunfuno Macro-. Si no encontramos un vado antes del mediodia, la orden es cruzar el rio a nado. Tendremos que quedarnos solo con las tunicas puestas y llevar el-equipo al otro lado sobre vejigas infladas. Apunta que a cada uno de los soldados le proporcionen una.

Hizo una pausa al ver que Cato no respondia. -Lo siento, muchacho. Olvide tu aversion al agua. Si resulta que tenemos que cruzar a nado, no te separes de mi y procurare que llegues al otro lado sin ningun percance.

– Gracias, senor.

– Tu asegurate de tomar unas malditas lecciones de natacion en cuanto tengas oportunidad.

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