– Si va a hacerte feliz y va a servir para que conserve mi empleo.
– Uf, espera un momento. No te estoy amenazando con despedirte. Si no quieres hacerlo, no hay problema. Conseguire a alguien que lo haga. No tiene nada que ver con tu trabajo. ?Esta claro?
– Si, esta claro. Pero no te preocupes. Lo hare. Terminemos con esto.
Pierce repitio el guion una vez mas y luego marco el numero de All American Mail y le tendio el telefono a Monica. La secretaria pregunto por Curt y luego efectuo la llamada tal y como la habian planeado, con solo unos momentos de mala actuacion y confusion. Pierce observo como ella anotaba la direccion en la libreta. Estaba extasiado, pero no lo revelo. Cuando Monica colgo, Pierce le paso la libreta y el telefono.
Pierce leyo la direccion -era en Venice- y luego arranco la hoja, la doblo y se la guardo en el bolsillo.
– Curt parecia un buen tipo -dijo Monica-. Me siento mal por haberle mentido.
– Siempre puedes ir a visitarlo y pedirle una cita. Lo he visto. Creeme, una cita contigo lo haria feliz para el resto de su vida.
– ?Lo has visto? ?Tu eres la persona de quien estaba hablando? Me dijo que habia ido un tipo que queria mi apartado de correos. O sea, el de Lilly Quinlan.
– Si, ese era yo. Es asi como yo…
El telefono sono y Pierce contesto, pero la persona que habia llamado colgo. Pierce miro en el identificador de llamadas. La llamada se habia hecho desde el Ritz-Carlton Marina.
– Mira -dijo-, has de dejar el telefono conectado para que cuando lleguen los muebles puedan llamar de seguridad para dejarles pasar. Pero entre tanto probablemente vas a recibir un monton de llamadas para Lilly. Como eres una mujer van a pensar que eres ella. Asi que podrias decir algo enseguida como: «No soy Lilly, tiene mal el numero.» Algo asi o si no…
– Bueno, tal vez podria hacerme pasar por ella y conseguir informacion para ti.
– No, no querras hacer eso.
Pierce abrio la mochila y saco la foto impresa de la pagina Web de Lilly.
– Esta es Lilly. No creo que quieras hacerte pasar por ella con la gente que llama.
– ?Oh, Dios mio! -exclamo Monica mientras miraba la foto-. ?Es prostituta o algo asi?
– Eso creo.
– Entonces ?que estas haciendo tratando de encontrar a esta prostituta cuando deberias estar…?
Monica se detuvo abruptamente. Pierce la miro y espero a que terminara. Ella no lo hizo.
– ?Que? -dijo el-. ?Que deberia hacer?
– Nada. No es asunto mio.
– ?Has hablado con Nicki sobre nosotros dos?
– No, mira, no es nada. No se lo que iba a decir. Solo me parece que es extrano que vayas por ahi tratando de descubrir si esta prostituta esta bien. Es raro.
Pierce se sento en el sofa. Sabia que Monica estaba mintiendo sobre Nicole. Ambas mujeres habian trabado cierta amistad y solian ir a comer juntas cuando Pierce no podia salir del laboratorio, que era casi cada dia. ?Por que iba a terminar la relacion entre ellas solo porque Nicki lo habia dejado? Probablemente seguian hablando a diario, intercambiando historias sobre el.
Pierce tambien sabia que Monica tenia razon sobre lo que estaba haciendo. Pero habia llegado demasiado lejos. Su vida y su carrera se habian basado en seguir el hilo de su curiosidad. En su ultimo ano en Stanford se sento en una conferencia sobre la siguiente generacion de micro-chips. El catedratico hablo de nanochips tan pequenos que las supercomputadoras del futuro podrian ser del tamano de una moneda de diez centavos. Pierce se engancho y habia perseguido su curiosidad desde entonces.
– Voy a ir a Venice -le dijo a Monica-. Solo quiero comprobar que esta todo en orden y nada mas.
– ?Lo prometes?
– Si, puedes llamarme al laboratorio antes de irte, despues de que lleguen los muebles.
Se levanto y se colgo la mochila a la espalda.
– Si hablas con Nicki no menciones nada de esto, ?vale?
– Claro, Henry. No lo hare.
Pierce sabia que no podia contar con ello. Se encamino a la puerta del apartamento y se fue. Cuando recorrio el pasillo hasta el ascensor, penso en lo que Monica habia dicho y considero la diferencia entre la investigacion privada y la obsesion privada. En algun sitio habia una linea que separaba ambas, pero Pierce no sabia donde localizarla.
8
Habia algo raro en la direccion, algo que no encajaba. Y Pierce no sabia que era. Le dio vueltas a la cuestion mientras conducia hacia Venice, pero no logro desentranarla. Era como algo oculto tras una cortina de ducha. Estaba desdibujado, pero estaba ahi.
La direccion de contacto que habia dado Lilly Quinlan en All American Mail era un bungalo en Altair Place, a una manzana del tramo de tiendas de antiguedades con estilo y restaurantes en Abbot Kinney Boulevard. Era una casita blanca con moldura gris que a Pierce, de algun modo, le evoco una gaviota. En el jardin de la entrada habia una palmera real. Pierce estaciono al otro lado de la calle y durante varios minutos se quedo sentado en el coche, examinando la casa en busca de signos de vida recientes.
El cesped estaba pulcramente cortado. Pero era una casa de alquiler, de cuyo jardin probablemente se ocupaba el casero. No habia ningun coche en el sendero de entrada ni en el garaje abierto de atras, ni tampoco diarios apilados junto al bordillo. A primera vista nada parecia fuera de lugar.
Pierce finalmente decidio abordar la cuestion de manera directa. Salio del BMW, cruzo la calle y siguio el sendero hasta la puerta de la casa. Habia un timbre de boton. Lo pulso y oyo un repique leve en algun lugar del interior. Espero.
Nada.
Apreto de nuevo el timbre y acto seguido golpeo la puerta.
Espero.
Y nada.
Echo un vistazo. Las persianas de lamas de detras del ventanal estaban cerradas. Se volvio y examino las casas del otro lado de la calle con aire despreocupado, mientras estiraba una mano a su espalda y trataba de abrir la puerta. Estaba cerrada.
No queria que su jornada terminara sin obtener informacion nueva o alguna revelacion, de modo que se alejo de la puerta y miro al sendero de entrada, que conducia, por el lado izquierdo de la casa, a un garaje de una plaza situado en el patio de atras. Un enorme pino de Monterrey que empequenecia la casa estaba combando el sendero con sus raices. Estas se dirigian a la vivienda y Pierce supuso que en otros cinco anos causarian danos estructurales y entonces la cuestion consistiria en decidir que salvar, la casa o el arbol.
La puerta de madera del garaje, arqueada por el tiempo y por su propio peso, estaba abierta. Daba la impresion de que estaba permanentemente fijada en esa posicion. La cochera estaba vacia, salvo por una coleccion de latas de pintura alineadas contra la pared del fondo.
A la derecha del garaje habia un patio del tamano de un sello de correos que ofrecia intimidad gracias a un seto alto que recorria los costados. Dos tumbonas ocupaban el cesped y habia un bebedero para pajaros seco. Pierce miro las tumbonas y penso en las marcas del bronceado que habia visto en el cuerpo de Lilly, en la foto de la pagina Web.
Despues de dudar un momento en el patio, Pierce volvio a la puerta trasera y golpeo de nuevo. La puerta tenia una ventana en su parte superior. Sin esperar a ver si alguien contestaba, Pierce ahueco las manos contra el cristal y miro al interior. Era la cocina. Parecia ordenada y limpia. No habia nada en la mesita apoyada contra la pared de la izquierda. Pierce vio un periodico cuidadosamente doblado en una de las dos sillas.
En la encimera, al lado de la tostadora, habia un bol grande lleno de unas formas oscuras. Pierce se dio cuenta de que eran piezas de fruta podrida. Era una senal de algo que no encajaba, el primer indicio de que algo no iba bien. Golpeo con fuerza en la ventana de la puerta, aunque sabia que no habia nadie dentro para contestar. Se volvio y busco en el patio algo con lo que romper la ventana. Instintivamente se agarro del pomo y lo giro mientras