pequeno, Pierce? ?Es eso?

Pierce nego con la cabeza enfaticamente, sacudiendose un amago de mareo. Cerro los ojos.

– Yo no he dicho eso. No fue culpa mia.

– Lo ha dicho. Yo lo he oido.

– No. Esta poniendo palabras en mi boca. No es culpa mia. No tengo nada que ver en eso.

Abrio los ojos y vio que Renner hurgaba en el bolsillo y sacaba una grabadora. La luz roja estaba encendida.

Pierce se dio cuenta de que era una grabadora distinta de la que antes habia estado en la bandeja de la comida y que luego habia apagado. El detective habia grabado toda la conversacion.

Renner pulso el boton de rebobinado durante unos segundos y despues trasteo con la grabacion hasta que encontro lo que queria y volvio a reproducir lo que Pierce habia dicho momentos antes.

«Es todo un error. Lo unico que hice… O sea… Me dieron su numero. Solo queria ver… Queria ayudarla… Vera, fue culpa mia… y crei que si…»

El detective apago la grabadora y miro a Pierce con una sonrisa petulante. Renner lo habia acorralado. Le habia tendido una trampa. Todos sus instintos legales, por limitados que fueran, le decian que no dijera ni una palabra mas. Pero Pierce no podia parar.

– No -dijo-. No estaba hablando de Lilly Quinlan. Estaba hablando de mi hermana. Fue…

– Estabamos hablando de Lilly Quinlan y dijo «fue culpa mia». Eso es un reconocimiento, amigo.

– No, le dije que yo…

– Se lo que me dijo. Fue una bonita historia.

– No es una historia.

– Bueno, ?sabe que? Supongo que en cuanto encuentre el cadaver tendre la historia real contada. Le tendre en el saco, victoria asegurada.

Renner se inclino sobre la cama hasta que su rostro quedo a solo unos centimetros del de Pierce.

– ?Donde esta, Pierce? Sabe que es inevitable. Vamos a encontrarla. Asi que terminemos con esto. Digame lo que hizo con ella.

Las miradas de ambos conectaron. Pierce oyo el clic de la grabadora que volvia a encenderse.

– Salga.

– Sera mejor que hable conmigo. Se esta quedando sin tiempo. Cuando consiga esto y llegue a los abogados, no podre ayudarle mas. Hable, Henry. Vamos. Descarguese.

– Le he dicho que salga. Quiero un abogado.

Renner se incorporo y esbozo una sonrisa de complicidad. De manera exagerada levanto la grabadora y la apago.

– Por supuesto que quiere un abogado -dijo-. Y va a necesitarlo. Voy a ir al fiscal, Pierce. Se que para empezar le tengo por allanamiento de morada y por obstruccion a la justicia. Le tendre congelado con eso, pero en el fondo no son mas que minucias. Quiero el premio gordo.

Brindo con la grabadora como si las palabras que habia captado alli fueran el Santo Grial.

– En cuanto aparezca el cuerpo, se termino el juego.

Pierce ya no estaba escuchando. Volvio el rostro a Renner y empezo a mirar al espacio, pensando en lo que iba a suceder. De repente cayo en la cuenta de que lo perderia todo. La empresa… todo. En una fraccion de segundo las fichas de domino cayeron en su imaginacion, la ultima era Goddard echandose atras y llevando su inversion a otro sitio, a Bronson Tech o a Midas Molecular o a cualquier otro de sus competidores. Goddard se iria y nadie querria participar. No bajo el escrutinio de una investigacion criminal y un posible juicio. Se terminaria. Quedaria fuera de la carrera para siempre.

Volvio a mirar a Renner.

– He dicho que no voy a volver a hablar con usted. Quiero que se vaya. Quiero un abogado.

Renner asintio.

– Le aconsejo que se busque uno bueno.

Estiro el brazo hacia una mesita donde estaban los medicamentos y cogio un sombrero que Pierce no habia visto antes. Era un porkpie con el ala hacia abajo. Pierce pensaba que ya nadie llevaba sombreros como ese en Los Angeles. Nadie. Renner salio de la habitacion sin decir ni una palabra mas.

23

Pierce se quedo sentado un momento, pensando en el aprieto en el que estaba metido. Se pregunto cuanto de lo que Renner habia dicho acerca de ir a la fiscalia habia sido amenaza y cuanto realidad. Trato de desembarazarse de esa idea y busco un telefono en la habitacion. No habia nada en la mesita, pero la cama tenia barandillas laterales con todo tipo de botones electronicos para posicionar el colchon y controlar la television instalada en la pared opuesta. Encontro un telefono en la barandilla derecha. Junto al aparato, en un bolsillo de plastico, tambien encontro un espejito de mano. Lo levanto y se miro la cara por primera vez.

Esperaba algo peor. Cuando se habia palpado la herida con la mano en los momentos posteriores a la agresion, le habia parecido que le habian abierto el rostro y que seria inevitable una gruesa cicatriz. En ese momento no le habia importado, porque se daba por satisfecho con estar vivo. Ahora estaba un poco mas preocupado. Al mirarse la cara, vio que la hinchazon se habia reducido. Tenia el rostro abotagado en torno a las comisuras de los ojos y en la parte inferior de la nariz. Llevaba algodon en ambas narinas y tenia los dos ojos amoratados. La cornea izquierda estaba inundada de sangre a un lado del iris. Y en la nariz tenia los minusculos rastros de la microcostura.

La costura formaba una K con una linea que subia desde el puente de la nariz y los brazos de la K que se curvaban por debajo del ojo izquierdo y por encima de su ceja. Le habian afeitado la mitad de la ceja para facilitar la cirugia y a Pierce eso le parecio el elemento mas extrano del rostro que estaba mirando.

Bajo el espejo y se dio cuenta de que estaba sonriendo. Tenia la cara casi destruida. Tenia a un poli del Departamento de Policia de Los Angeles tratando de encarcelarlo por un crimen que el habia descubierto, pero no cometido. Tenia a un macarra virtual con un monstruo por mascota que era una amenaza viva y real para el y los que estaban proximos a el. Aun asi, el estaba sentado en la cama y sonriendo.

No lo entendia, pero sabia que tenia algo que ver con lo que habia visto en el espejo. Habia sobrevivido y su cara mostraba lo cerca que habia estado de no hacerlo. Esa era la razon del alivio y la sonrisa inadecuada.

Levanto el telefono y llamo a Jacob Kaz, el abogado de patentes de la empresa. Le pasaron al abogado de inmediato.

– Henry, ?estas bien? He oido que te atacaron o algo. ?Que…?

– Es una larga historia, Jacob. Tendre que contartela en otro momento. Lo que necesito ahora mismo es un nombre. Necesito un abogado. Un abogado defensor criminalista. Alguien bueno, pero que no quiera que su cara salga en la tele o en los periodicos.

Pierce sabia que lo que estaba pidiendo era una rara avis en Los Angeles, pero contener la situacion iba a ser una labor tan urgente como la defensa ante una falsa acusacion de asesinato. Tenia que manejarse rapida y discretamente, de lo contrario, las fichas de domino cayendo que Pierce habia imaginado momentos antes se convertirian en bloques de hormigon que lo aplastarian a el y a la empresa.

Kaz se aclaro la garganta antes de responder. No dio senal alguna de que la solicitud de Pierce fuera algo inusual o algo anormal en su relacion profesional.

– Creo que tengo un nombre para ti -dijo-. Te va a gustar.

24

El miercoles por la manana Pierce estaba hablando por telefono con Charlie Condon cuando una mujer vestida con un traje de chaqueta gris entro en la habitacion del hospital y le tendio una tarjeta que decia: «Janis Langwiser, abogada penal.» Pierce tapo con la mano el auricular y le dijo a Langwiser que ya terminaba.

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