un anochecer neblinoso. La direccion que habia obtenido de Domino's estaba a mitad de la manzana. Pierce camino por la acera como si fuera a ver anochecer en la playa. Al pasar por el 909 miro con aire despreocupado. Era un bungalo amarillo, mas pequeno que la mayoria de los otros de la manzana, con una vieja mecedora en el amplio porche. Como la mayoria de las casas de la manzana, tenia una cerca enfrente con una puertecita.
Las cortinas de detras de las ventanas delanteras estaban corridas. La luz del porche estaba encendida y Pierce lo tomo como una mala senal. Era demasiado temprano para que la luz estuviera encendida y supuso que llevaba encendida desde la noche anterior. Empezo a temer, una vez que por fin habia encontrado el lugar que ni el detective Renner ni Cody Zeller habian localizado, que Lucy LaPorte se habia ido.
Continuo paseando hasta donde Breeze terminaba en Speedway y vio que alli habia un aparcamiento de playa. Penso en ir a buscar el coche y llevarlo al aparcamiento, pero supuso que no valia la pena. Estuvo matando el tiempo, observando el sol que caia hacia el horizonte durante otros diez minutos. Entonces, empezo a volver hacia Breeze.
En esta ocasion camino mas despacio todavia, fijandose en todas las casas en busca de senales de actividad. Era una noche tranquila en Breeze. No vio a nadie. No oyo a nadie, ni siquiera el sonido de la television. Paso de nuevo junto al 909 y no detecto ninguna indicacion de que la casita estuviera habitada en ese momento.
Cuando llegaba al final de Breeze, una furgoneta azul con el familiar cartel de Domino's en la parte superior aparco al borde de la calle peatonal. Un hombre bajito de origen mexicano salio con un envoltorio de pizza isotermico de color rojo y camino a paso ligero por la acera. Pierce le concedio una buena ventaja y luego lo siguio. Olia la pizza a pesar del aislamiento. Olia bien y el tenia hambre. Cuando el hombre recorrio el porche hasta la puerta de entrada al 909, Pierce se detuvo y se oculto tras una buganvilla roja del patio del vecino de al lado.
El hombre de la pizza llamo dos veces -mas fuerte la segunda vez- y tenia aspecto de que iba a claudicar cuando la puerta se abrio. Pierce se dio cuenta de que habia elegido un mal escondite porque la perspectiva le impedia ver el interior de la casa. Sin embargo, en ese momento oyo una voz y supo que era Lucy LaPorte quien habia abierto la puerta.
– Yo no he pedido eso.
– ?Esta segura? Me han dicho Breeze, novecientos nueve.
El pizzero abrio el lateral de la bolsa y saco una caja plana. Leyo lo que estaba escrito en el lateral.
– LaPorte, mediana con cebolla, pimiento y champinones.
La joven se rio.
– Bueno, esa soy yo y es lo que suelo pedir, pero yo no lo he pedido esta noche. A lo mejor ha sido un problema tecnico con el ordenador y el pedido ha salido otra vez.
El hombre miro la pizza y nego tristemente con la cabeza.
– Bueno, de acuerdo. Se lo dire.
Metio la caja otra vez en el envoltorio y se aparto de la puerta. Al bajar del entarimado del porche, la puerta se cerro tras el. Pierce lo estaba aguardando junto a la buganvilla con un billete de veinte dolares.
– Oye, si ella no la quiere, me la quedo.
El rostro del
– Por mi, de acuerdo.
Pierce cambio el billete por la pizza.
– Quedate con el cambio.
El rostro del pizzero se ilumino mas todavia. Una entrega desastrosa se habia convertido en una buena propina.
– ?Gracias! Que tenga buenas noches.
– Lo intentare.
Sin dudar, Pierce llevo la pizza al 909 y subio al entarimado del porche. Golpeo en la puerta y dio gracias de que no hubiera mirilla, o al menos el no la vio. Esta vez Lucy solo tardo unos segundos en contestar a la llamada. Tenia la mirada baja, a la altura del pizzero. Cuando levanto la cabeza, vio a Pierce y se fijo en las heridas de su rostro. La impresion contorsiono su propio rostro sin moratones ni heridas.
– Eh, Lucy. Me dijiste que la siguiente vez te trajera una pizza. ?Recuerdas?
– ?Que estas haciendo aqui? No tendrias que estar aqui. Te dije que no me molestaras.
– Me dijiste que no te llamara, y no lo he hecho.
Ella trato de cerrar la puerta, pero Pierce ya se lo estaba esperando. Estiro el brazo y sujeto la puerta. La sostuvo abierta mientras ella trataba de cerrarla. Pero la presion era debil. O bien no trataba realmente de cerrarla o simplemente no tenia fuerzas. Pierce logro mantener la puerta abierta con una mano y sostener la pizza levantada como un camarero con la otra.
– Tenemos que hablar.
– Ahora no. Tienes que irte.
– Ahora.
Lucy transigio y detuvo la escasa presion que estaba ejerciendo en la puerta. Pierce mantuvo el brazo estirado por si se trataba de un truco.
– Vale, ?que quieres?
– Para empezar, quiero entrar. No me gusta estar aqui.
Lucy retrocedio y Pierce entro en la casa. La sala de estar era pequena, el espacio justo para dar cabida a un sofa, una silla mullida y una mesita de cafe. La television, situada en un soporte, estaba sintonizada en uno de los programas de noticias y entretenimiento de Hollywood. Habia una pequena chimenea, pero daba la impresion de que no habia visto un fuego en anos.
Pierce cerro la puerta y se adentro en la sala. Dejo la caja de la pizza en la mesita de cafe. Cogio el mando a distancia para apagar la tele y volvio a dejarlo en la mesa, que estaba llena de revistas del mundo del espectaculo y periodicuchos de cotilleo. Tambien habia un cenicero hasta los topes de colillas.
– Estaba viendo eso -dijo Lucy, que se habia quedado de pie junto a la chimenea.
– Ya lo se -dijo Pierce-. ?Por que no te sientas y comes un trozo de pizza?
– No quiero
Ella llevaba unos tejanos cortados y una camiseta sin mangas. Sin zapatos. Parecia bastante cansada y Pierce penso que tal vez el dia que la habia conocido si llevaba maquillaje.
– Si, tenian tu direccion.
– Deberia demandarlos.
– Olvidalos, Lucy, y habla conmigo. Me mentiste. Dijiste que te habian hecho dano, que estabas demasiado llena de moratones para que te vieran.
– No menti.
– Bueno, entonces te curas deprisa. Me gustaria saber el secreto de…
Lucy se levanto la camiseta dejando a la vista el estomago y el pecho. Tenia cardenales en el costado izquierdo y su pecho derecho estaba deformado. Pierce vio en el moratones pequenos y marcas de dedos.
– Dios -susurro.
Ella dejo caer la camiseta.
– No te menti, me dieron una paliza. Tambien me ha destrozado el implante. Puede que este supurando, pero no puedo ir a ver a un medico hasta manana.
Pierce examino el rostro de Lucy. Estaba claro que le dolia y que estaba asustada y sola. Lentamente se sento en el sofa. Los planes que podia haber concebido para la pizza habian desaparecido. Sentia ganas de agarrarla, abrir la puerta y lanzarla a la acera. Tenia la mente embotada con imagenes de Lucy sujetada por Dosmetros mientras Wentz la golpeaba. Veia con claridad el placer en el rostro de Wentz. Lo habia visto antes.
– Lucy, lo siento.
– Yo tambien. Siento haberme complicado la vida contigo. Por eso tienes que marcharte. Si saben que has venido aqui, volveran y sera mucho peor para mi.
– Si, vale. Me voy.
Pero no hizo ningun amago de levantarse.
– No lo se -continuo-. Estoy a cero hoy. He venido aqui porque pensaba que eras parte de esto. He venido para descubrir quien me tendio la trampa.
– ?La trampa para que?