los investigadores consideraban parte de un cuidadoso plan del asesino para evitar ser descubierto.

Si se sumaba a los ingredientes del caso -poder, fama, sexo y dinero- la conexion con Hollywood, la maxima atencion de los medios estaba garantizada. David Storey trabajaba detras de la camara y eso le impedia ser una autentica celebridad, pero su nombre era conocido y poseia el formidable poder de un hombre que habia obtenido siete exitos de taquilla en otros tantos anos. La prensa estaba centrada en el juicio de Storey del mismo modo en que los jovenes se sentian atraidos por el sueno de Hollywood. La cobertura previa definia claramente el caso como una parabola de la avaricia y el exceso sin limites de la meca del cine.

El caso tambien tenia un grado de confidencialidad poco habitual en los juicios por asesinato. Los fiscales asignados habian llevado sus pruebas a un jurado de acusacion para presentar cargos contra Storey. Ese movimiento les permitio saltarse una vista preliminar, donde la mayor parte de las pruebas acumuladas contra un acusado se hacen publicas. Al carecer de esa fuente de informacion, los medios estaban abocados a buscar carnaza tanto en el campo de la acusacion como en el de la defensa. Aun asi, solo se habian filtrado algunas generalidades del caso. Las pruebas que la fiscalia pensaba usar para vincular a Storey con el crimen se mantenian en secreto, y eso contribuia a azuzar la desesperacion de los medios con el caso.

Era esa desesperacion la que habia convencido al fiscal del distrito a trasladar el juicio a la enorme sala del Departamento N, en Van Nuys. La segunda tribuna del jurado se utilizaria para acomodar a mas miembros de los medios, y la sala de deliberaciones no usada se convertiria en una sala de prensa donde los periodistas podrian ver los videos desde La segunda y la tercera gradas. La jugada, que daria a todos los medios -desde el National Enquirer al New York Times- acceso pleno al juicio y a sus protagonistas, garantizaba que el proceso se convertiria en el primer circo mediatico sangriento del milenio.

En el centro de la arena del circo, sentado ante la mesa de la acusacion, estaba Harry Bosch, el detective encargado del caso. Todos los analisis previos al juicio que habia hecho la prensa llegaban a la misma conclusion, que los cargos contra David Storey empezaban y terminaban en Bosch, Las pruebas que cimentaban la acusacion de asesinato eran circunstanciales; la construccion del caso la aportaria Bosch. La unica prueba solida que se habia filtrado a los medios de comunicacion era que Bosch iba a testificar que, en privado y sin testigos ni ningun tipo de grabacion, Storey se habia jactado de que habia cometido el crimen y habia fanfarroneado con que saldria en libertad.

McCaleb sabia todo esto cuando entro en la sala de Van Nuys poco antes de mediodia. Estaba en la cola para pasar por el detector de metales y eso le sirvio de recordatorio de todo lo que habia cambiado en su vida. Cuando era agente del FBI, lo unico que tenia que hacer era mostrar la placa y pasar, pero ya solo era un simple ciudadano y tenia que esperar.

La sala de la cuarta planta estaba repleta de gente pululando. McCaleb advirtio que muchos tenian en sus manos revistas ilustradas con fotos de estrellas que estarian presentes en el juicio, ya fuera como testigos o como espectadores que apoyaban al acusado. Se acerco a las puertas dobles que daban acceso al Departamento N, pero uno de los ayudantes del sheriff alli apostado le explico que la sala estaba llena. El ayudante senalo a una larga fila de personas situadas detras de una cuerda y le dijo que era gente que aguardaba para entrar. Cada vez que una persona abandonaba la sala se permitia el acceso a otra. McCaleb asintio y se retiro.

Vio que mas alla habia una puerta abierta con gente merodeando. Reconocio a un periodista del informativo de la television local. Supuso que era la sala de prensa y se dirigio hacia alli.

Al llegar a la puerta abierta advirtio que en el interior habian instalado en alto dos grandes pantallas de television, una en cada esquina. Habia muchas personas reunidas en torno a una mesa de jurado. Eran periodistas escribiendo sus cronicas en ordenadores portatiles, tomando notas en blocs o comiendo sandwiches. El centro de la mesa estaba lleno de vasos de plastico con cafe o soda.

Miro a una de las pantallas y vio que la sesion continuaba, a pesar de que ya era mas de mediodia. La camara capto un angulo amplio y McCaleb reconocio a Harry Bosch, sentado con un hombre y una mujer ante la mesa de la acusacion. No parecia prestar mucha atencion a la sesion. En el estrado situado entre la mesa de la acusacion y la de la defensa, McCaleb reconocio a J. Reason Fowkkes, el abogado defensor. El acusado, David Storey, estaba sentado ante la mesa que quedaba a su izquierda.

McCaleb no oia lo que decia Fowkkes, pero sabia que no estaba pronunciando su exposicion de apertura. Estaba mirando al juez, no a la mesa del jurado. Seguramente los letrados estaban presentando mociones de ultima hora antes de las preliminares. Los monitores cambiaron entonces a una nueva camara, enfocada directamente al juez, quien empezo a hablar, en apariencia exponiendo su resolucion. McCaleb se fijo en la placa con el nombre del juez: Juez de la Corte Superior John A. Houghton.

– ?Agente McCaleb?

McCaleb se volvio y vio a su lado a un hombre al que reconocio, pero a quien no pudo situar de inmediato.

– Solo McCaleb, Terry McCaleb.

El hombre percibio la dificultad del ex agente y le tendio la mano.

– Jack McEvoy. Lo entreviste en una ocasion. Fue muy breve. En el caso del Poeta.

– Ah, si. Ahora lo recuerdo. Ha pasado mucho tiempo.

McCaleb le estrecho la mano. Se acordaba de McEvoy. Se habia visto envuelto en el caso del Poeta y luego escribio un libro sobre el. McCaleb habia tenido un papel muy periferico en el caso» cuando la investigacion se traslado a Los Angeles. No leyo el libro de McEvoy, pero sabia que su aportacion no habia sido relevante y seguramente el periodista ni siquiera lo habia mencionado.

– Creia que era usted de Colorado -dijo, al acordarse de que McEvoy trabajaba en uno de los diarios de Denver-. ?Lo han enviado a cubrir el juicio?

McEvoy asintio.

– Buena memoria. Yo soy de Denver, pero ahora vivo aqui. Trabajo por mi cuenta.

McCaleb asintio, y se pregunto que mas decir.

– ?Para quien cubre el caso?

– He estado escribiendo una columna semanal sobre el caso en el New Times. ?Lo ha leido?

McCaleb asintio. Conocia el New Times, sabia que era un diario sensacionalista aficionado a destapar escandalos y con una postura contraria a las autoridades. Al parecer sobrevivia por los anuncios de ocio que llenaban el dorso de sus paginas, desde las peliculas hasta las senoritas de compania. Era una publicacion gratuita y Buddy siempre dejaba algun ejemplar en el barco. McCaleb lo hojeaba de vez en cuando, pero no se habia fijado en el nombre de McEvoy.

– Tambien hago un articulo general para Vanity Fair -dijo McEvoy-, Algo con mas estilo sobre el lado oscuro de Hollywood. Tambien estoy pensando en escribir otro libro. ?Que le trae por aqui? ?Ha… participado de algun modo en el…?

– ?Yo? No. Estaba por aqui cerca y tengo un amigo que esta implicado. Pensaba que tendria ocasion de saludarlo.

Mientras soltaba su mentira, McCaleb aparto la mirada del periodista y se fijo de nuevo en las televisiones. Estaban mostrando un plano general de la sala. Por lo visto Bosch estaba recogiendo las cosas en su maletin.

– ?Harry Bosch?

McCaleb volvio a centrar su atencion en el periodista.

– Si, Harry. Colaboramos en un caso y… eh, ?que esta pasando ahora?

– Son las mociones finales antes de que empiecen. Han empezado con una sesion cerrada y ahora estan poniendo un poco de orden. No vale la pena estar dentro. Todo el mundo cree que el juez terminara antes de la hora del almuerzo y que dara a los letrados el resto del dia para que preparen la apertura. Empezaran manana a las diez. Si le parece que esto esta lleno hoy, espere a manana.

McCaleb asintio.

– Ah, bueno, de acuerdo, entonces. Ah, encantado de verlo otra vez, Jack. Buena suerte con el articulo. Y el libro, si es que sale.

– ?Sabe?, me habria encantado escribir su historia. Lo del corazon y eso.

McCaleb asintio.

– Bueno, le debia una a Keisha Russell, y la verdad es que hizo un buen trabajo.

McCaleb vio que la gente empezaba a abrirse paso para salir de la sala de prensa. En las pantallas situadas tras los periodistas vio que el juez habia abandonado el estrado. Se habia levantado la sesion.

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