desaparecida.

– ?Todavia nada? -pregunto Kretzler-. Depende del tiempo que te tenga alli John Reason vamos a necesitarla manana por la tarde o pasado manana.

– Aun no tengo nada -dijo Bosch-, pero estoy trabajando. De hecho es mejor que me vaya.

– No me gusta nada -dijo Kretzler-. Esto puede estallar. Si no se ha presentado tiene que haber una razon. Nunca me he creido al ciento por ciento su historia.

– Storey puede haber llegado hasta ella -sugirio Bosch.

– La necesitamos -dijo Langwiser-. Muestra procedimiento. Tienes que encontrarla.

– Estoy en ello. -Se levanto de la mesa para salir.

– Buena suerte, Harry -dijo Langwiser-. Y por cierto, de momento lo has hecho muy bien alli arriba.

Bosch asintio.

– Es la calma que precede a la tormenta.

En su camino por el pasillo hasta los ascensores, uno de los periodistas se acerco a Bosch. El detective de homicidios no conocia su nombre, pero lo reconocio por haberlo visto en la tribuna de prensa de la sala.

– ?Detective Bosch?

Bosch continuo caminando.

– Mire, ya se lo he dicho a todos. No voy a hacer comentarios hasta que termine el juicio. Lo siento. Tendra que…

– No es por eso. Queria saber si ha llegado a un acuerdo con Terry McCaleb.

Bosch se detuvo y miro al periodista.

– ?Que quiere decir?

– Ayer. Lo estaba buscando aqui.

– Ah, si. Lo vi. ?Conoce a Terry?

– Si, escribi un libro sobre el FBI hace unos anos. Lo conoci entonces. Antes de su trasplante.

Bosch asintio y estaba a punto de seguir adelante cuando el periodista le tendio la mano.

– Jack McEvoy.

Bosch le estrecho la mano a reganadientes. Reconocio el nombre. Cinco anos antes, el FBI habia perseguido a un asesino en serie hasta Los Angeles, donde se creia que iba a atacar a su siguiente victima, un detective de homicidios de Hollywood llamado Ed Thomas. El FBI habia utilizado informacion de McEvoy, un periodista del Rocky Mountain News de Denver, para localizar al asesino conocido como el Poeta y la vida de Thomas no llego a estar amenazada. El policia se habia retirado y habia puesto una libreria en el condado de Orange.

– Si, lo recuerdo -dijo Bosch-. Ed Thomas es amigo mio.

Ambos hombres se estudiaron mutuamente.

– ?Esta cubriendo esto? -pregunto Bosch, una pregunta obvia.

– Si, para el New Times y para el Vanity Fair. Tambien estoy pensando en un libro, asi que cuando esto termine quiza podamos hablar.

– Si, puede ser.

– A no ser que este haciendo algo con Terry.

– ?Con Terry? No, lo de ayer no tenia nada que ver con esto. Nada de libros.

– Muy bien, entonces tengame en cuenta.

McEvoy saco la billetera del bolsillo y extrajo una tarjeta.

– Trabajo desde mi casa en Laurel Canyon. Llameme si lo desea.

Bosch levanto la tarjeta.

– Muy bien. Bueno, tengo que irme. Supongo que ya nos veremos por aqui.

– Si.

Bosch se alejo y pulso el boton de llamada del ascensor. Miro de nuevo la tarjeta mientras esperaba y penso en Ed Thomas. Luego se guardo la tarjeta en el bolsillo del traje.

Antes de que llegara el ascensor, vio que McEvoy seguia en el pasillo, esta vez hablando con Rudy Tafero, el investigador de la defensa. Tafero era un hombre alto y estaba inclinado hacia McEvoy, como si se tratara de algun tipo de cita conspiratoria. McEvoy estaba escribiendo en una libreta.

El ascensor se abrio y Bosch entro. Miro a Tafero y McEvoy hasta que las puertas se cerraron.

Bosch subio la colina por Laurel Canyon Boulevard y bajo a Hollywood antes del atasco de la tarde. En Sunset doblo a la derecha y aparco a unas cuantas manzanas del limite de West Hollywood. Echo unas monedas en el parquimetro y se metio en un edificio de oficinas blanco y sin gracia al otro de un strip bar de Sunset. El edificio de dos plantas con patio ofrecia oficinas y servicios a pequenas productoras. Las empresas duraban de una pelicula a otra. Entre medio no habia necesidad de oficinas opulentas y espacio.

Bosch consulto su reloj y vio que llegaba justo a tiempo. Eran las cinco menos cuarto y la audicion se habia fijado a las cinco. Subio por la escalera hasta el segundo piso y entro por una puerta con un cartel que decia: «Nuff Said Productions». Era un piso con tres salas, uno de los mas grandes del edificio. Bosch habia estado alli antes y conocia la distribucion: una sala de espera con un escritorio para la secretaria, la oficina del amigo de Bosch, Albert Nuf/Said, y al fondo una sala de conferencias. La mujer de detras del escritorio de la secretaria levanto la cabeza cuando Bosch entro.

– Soy Harry Bosch. He venido a ver al senor Said.

Ella asintio, levanto el telefono y marco un numero. Bosch lo oyo sonar en la otra sala y reconocio la voz de Said.

– Esta aqui Harry Bosch -dijo la secretaria.

Bosch oyo que Said decia que lo hiciera pasar y se encamino en aquella direccion antes de que la secretaria colgara.

– Puede pasar-dijo ella a su espalda.

Bosch entro en un despacho que estaba sencillamente amueblado con una mesa, dos sillas, un sofa de cuero negro y una consola de television y video. Las paredes estaban cubiertas de carteles enmarcados de peliculas de Said y otros recuerdos, como los respaldos de las sillas de los directores con los nombres de las peliculas escritos en ellas. Bosch conocia a Said desde hacia al menos quince anos, desde que el hombre, mayor que el, lo habia contratado como asesor tecnico en una pelicula basada vagamente en uno de sus casos. En la decada siguiente habian mantenido un contacto esporadico. Por lo general, habia sido Said quien llamaba a Bosch cuando tenia una pregunta tecnica acerca del procedimiento policial para una pelicula. La mayoria de las peliculas de Said no estaban destinadas a la pantalla grande, sino que eran peliculas para television y canales de cable.

Albert Said se levanto tras el escritorio y Bosch le tendio la mano.

– Hola, Nuff, ?como va eso?

– Va bien, amigo. -Senalo a la television-. He visto tu actuacion de hoy en Court TV. ?Bravo!

Said aplaudio educadamente. Bosch hizo un gesto con la mano para que se interrumpiera y volvio a mirar su reloj.

– Gracias. ?Esta todo preparado aqui?

– Eso creo. Marjorie hara que me espere en la sala de reuniones. A partir de ahi es cosa tuya.

– Te lo agradezco, Nuff. Ya me diras como puedo devolverte el favor.

– Puedes salir en mi proxima pelicula. Tienes presencia, amigo. Lo he visto todo hoy. Y lo he grabado, por si quieres verlo.

– No, creo que no. De todos modos no creo que tengamos tiempo. ?Que tienes entre manos ahora?

– Bah, ya sabes, esperando que el semaforo se ponga verde. Tengo un proyecto que creo que esta a punto de arrancar con financiacion extranjera. Es acerca de un poli al que mandan a la carcel y el trauma de perder la placa y el respeto y todo le da amnesia. Asi que esta en prision y no se acuerda de a quien metio el alli dentro y a quien no. Es una lucha constante por sobrevivir. El presidiario que se hace amigo suyo resulta que es un asesino en serie al que el envio alli. Es un thriller, Harry. ?Que te parece? Steven Seagal se esta leyendo el guion.

Las pobladas cejas de Said estaban arqueadas en angulos agudos en su frente. Estaba claramente excitado por la promesa de la pelicula.

– No se, Nuff -dijo Bosch-, Creo que ya se ha hecho antes.

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