hacer una apuesta o pagar por acostarse con una mujer, ?que hay de malo en ello? ?Donde esta la victima?» Bueno, amigos, os dire que hay de malo en ello y quien es la victima. Nosotros somos las victimas. Todos nosotros. Cuando permitimos que este tipo de actividades ocurran, cuando nos limitamos a mirar hacia otro lado, nos debilitamos todos y cada uno de nosotros.
Yo lo veo de esta manera. Estos llamados pequenos delitos Son cada uno de ellos como una ventana rota en una casa abandonada. No parece un gran problema, ?verdad? Error. Si nadie repara esa ventana, pronto llegaran los chicos y creeran que a nadie le importa. Asi que tiraran unas cuantas piedras y romperan mas ventanas. Despues el ladron conduce por la calle y al ver la casa cree que a nadie le importa. Asi que monta la parada y empieza a entrar en casas mientras los propietarios estan trabajando.
La siguiente noticia es que otro bellaco viene y roba coches aparcados en la calle. Y etcetera, etcetera. Los residentes empiezan a ver sus barrios con otros ojos. Piensan: «Si a nadie le importa, ?por que voy a preocuparme yo?» Esperan un mes mas antes de cortar el cesped. No les dicen a los chicos que estan en las esquinas que dejen de fumar y que vayan a la escuela. Es un deterioro progresivo, amigos. Ocurre a lo largo de este gran pais nuestro. Se cuela como las malas hierbas en nuestro jardin. Bueno, cuando yo sea fiscal del distrito arrancare de raiz esas malas hierbas.
El articulo terminaba explicando que Conklin habia elegido a un joven «activista» de su oficina para que rigiera su campana. Decia que Gordon Mittel iba a renunciar a su puesto en la fiscalia para empezar a trabajar de inmediato. Bosch releyo el articulo y enseguida quedo paralizado por algo que no habia registrado en su primera lectura. Estaba en el segundo parrafo.
Para el famoso Conklin sera su primer asalto a la fiscalia. El soltero de 35 anos, residente en Hancock Park, dijo que habia planeado la candidatura durante mucho tiempo y que contaba con el respaldo del fiscal John Charles Stock, quien tambien se presento en la conferencia de prensa.
Bosch paso las paginas de su libreta hasta la lista de nombres que habia anotado antes y escribio «Hancock Park» despues del nombre de Conklin. No era mucho, pero era una pieza que confirmaba la historia de Katherine Register. Y era bastante para que a Bosch se le disparara la adrenalina. Le hizo sentir que al menos tenia una cana en el agua.
– Puto hipocrita -mascullo para sus adentros.
Trazo Un circulo en torno al nombre de Conklin en la libreta. Sin prestar atencion, siguio repasando el circulo con el boligrafo mientras pensaba que hacer a continuacion.
El ultimo destino de Marjorie Lowe habia sido una fiesta en Hancock Park. Segun Katherine Register, iba mas concretamente a ver a Conklin. Despues del asesinato, Conklin habia llamado a los detectives del caso para establecer una cita, pero faltaba el registro de la entrevista, si es que esta se habia producido. Bosch sabia que solo era una correlacion general de hechos, pero le servia para profundizar y consolidar la sospecha que habia sentido la primera noche al mirar en el expediente del caso de asesinato. Algo no encajaba. Y cuanto mas pensaba en ello, mas creia que Conklin era la pieza que no encajaba.
Busco en su americana, que tenia colgada del respaldo de la silla, y saco una pequena agenda de telefonos. Se la llevo a la cocina, donde marco el numero particular del ayudante del fiscal del distrito Roger Goff.
Goff era un amigo que compartia la pasion de Bosch por el saxo tenor. Habian pasado muchos dias sentados uno al lado del otro en el tribunal y muchas noches sentados en taburetes vecinos en bares de jazz. Goff era un fiscal de la vieja escuela que habia pasado casi treinta anos en la fiscalia. No tenia aspiraciones politicas ni dentro ni fuera de la oficina del fiscal. Simplemente le gustaba su trabajo. Era un bicho raro, porque nunca se cansaba de el. Miles de fiscales habian entrado, se habian quemado y habian ido a la America corporativa ante los ojos de Goff, pero el permanecia. A la sazon trabajaba en el edificio del tribunal de lo penal, con fiscales y abogados defensores veinte anos mas jovenes que el. Pero seguia siendo bueno y, algo mas importante, todavia conservaba la pasion en la voz cuando se situaba ante un jurado y descargaba la ira de Dios y de la sociedad contra aquellos que se sentaban en el banquillo de los acusados. Su mezcla de tenacidad e imparcialidad sin ambages lo habian convertido en una leyenda en los circulos legales y policiales de la ciudad. Y era uno de los pocos fiscales por los que Bosch sentia un respeto incondicional.
– Roger, soy Harry Bosch.
– Eh, maldita sea, ?como estas?
– Estoy bien, ?en que andabas?
– Viendo la tele, como todo el mundo. ?Que estas haciendo tu?
– Nada, solo estaba pensando. ?Recuerdas a Gloria Jeffries?
– Glo… Mierda, claro. Veamos. Ella era…, si, es la que tenia un marido tetraplejico por un accidente de moto.
Al recordar el caso, sono como si estuviera leyendo una de sus libretas de notas.
– Se ha cansado de cuidarle. Asi que una manana el esta en la cama y ella se sienta en la cara de el hasta que lo asfixia. Iba a pasar como muerte natural, pero un detective suspicaz llamado Harry Bosch no iba a dejar que se saliera con la suya. Encontro un testigo al que Gloria le habia explicado todo. La clave, lo que convencio al jurado, fue que ella le dijo al testigo que cuando lo asfixio, fue el primer orgasmo que el pobre diablo fue capaz de darle. ?Que te parece mi memoria?
– Impresionante.
– ?Que pasa con ella?
– Se esta reeducando en Frontera. Se esta preparando. Me preguntaba si tendrias tiempo para escribir una carta.
– Mierda, ?ya? Eso fue hace, ?tres o cuatro anos?
– Casi cinco. He oido que ahora esta con la Biblia y que habra una vista el mes que viene. Escribire una carta, pero seria bueno que el fiscal escribiera otra.
– Descuida, tengo una carta modelo en mi ordenador. Lo unico que hago es cambiar el nombre y el delito y anadir algunos detalles truculentos. La idea basica es que el delito fue demasiado vil para que se considere la condicional en este momento. Es una buena carta. La mandare manana. Normalmente funciona de maravilla.
– Bien. Gracias.
– Deberian dejar de darles la Biblia a estas mujeres. Todas se convierten a la religion cuando les llega el turno. ?Alguna vez has ido a una de esas vistas?
– Un par de veces.
– Si, si tienes tiempo y no te sientes particularmente propenso al suicidio, quedate medio dia alli sentado. Una vez me mandaron a Frontera cuando le toco el turno a una de las chicas Manson. Con los casos mas sonados en lugar de una carta mandamos a alguien en persona. Bueno, fui y me sente a escuchar diez casos mientras esperaba que apareciera mi chica. Y te lo juro, todas citan a los Corintios, citan el Apocalipsis, Mateo, Pablo, Juan tres dieciseis, Juan esto, Juan lo otro. ?Y funciona! Mierda si funciona. Esos viejos del tribunal se lo tragan. Ademas, creo que a todos les pone estar alli sentados escuchando a esas mujeres humillandose ante ellos. En fin, me has dado pie, Harry. La culpa es tuya.
– Lo siento.
– Vale. ?Que otras novedades hay? No te he visto en el edificio. ?Me estas preparando algo?
Era la pregunta que Bosch habia estado esperando de manera que pudiera cambiar la conversacion disimuladamente hacia Arno Conklin.
– Ah, no mucho. Esta tranquilo. Pero, eh, deja que te pregunte algo, ?conoces a Arno Conklin?
– ?Arno Conklin? Claro que lo conocia. El me contrato. ?Por que me preguntas por el?
– Por nada. Estaba revisando unos viejos archivos, haciendo sitio en los armarios, y me he encontrado con unos periodicos viejos. Estaban en el fondo. Habia varios articulos sobre el y he pensado en ti, creo que eran de cuando tu empezaste.
– Si, Arno trataba de ser un buen hombre. Un poco alto y poderoso para mi gusto, pero creo que en general era un hombre decente. Especialmente si consideramos que era al mismo tiempo politico y abogado.
Goff se rio de su propia broma, pero Bosch se quedo en silencio. Goff habia usado el pasado. Bosch sintio una presencia pesada en el pecho y solo entonces se dio cuenta de lo fuerte que era su deseo de venganza.
– ?Esta muerto? -Cerro los ojos. Deseo que Goff no detectara la urgencia que se habia deslizado en su tono de