reunion, que se celebraba cada manana, participaban el jefe de la comisaria, el capitan de patrullas, el teniente de guardia y el jefe de detectives, que era Pounds.
Se trataban asuntos de rutina y los encuentros nunca se prolongaban mas de veinte minutos. Los miembros del grupo de mando de la comisaria se limitaban a tomar cafe y revisar los informes nocturnos y los problemas en curso, quejas o investigaciones de particular interes.
Bosch entro por la puerta de atras, junto a la celda de borrachos, y despues recorrio el pasillo hasta la oficina de detectives. Habia sido una manana atareada. Ya habia cuatro hombres esposadas en los bancos del pasillo. Uno de ellos, un yonqui al que Bosch habia visto antes por alli y al que en ocasiones utilizaba como confidente no muy fiable, le pidio un cigarrillo a Bosch. Era ilegal fumar en un edificio municipal. Bosch encendio el cigarrillo de todos modos y lo puso en la boca del hombre, porque tenia los dos brazos, llenos de cicatrices de pinchazos, esposados a la espalda.
– ?Que ha pasado esta vez, Harley? -pregunto Bosch.
– Mierda, si un tio deja el garaje abierto es que me esta invitando a entrar, ?no?
– Cuentaselo al juez.
Mientras Bosch se alejaba, otro de los detenidos le grito desde el otro lado del pasillo.
– ?Y yo que, tio? Necesito un cigarrillo.
– Me voy.
– Que te den por culo, tio.
– Si, eso te iba a decir.
Se metio en la sala de la brigada de detectives por la puerta de atras. Lo primero que hizo fue confirmar que el despacho acristalado de Pounds estaba vacio. Despues se fijo en el colgador de la parte delantera y supo que estaba en comisaria. El teniente ya estaba en la reunion de mando. Mientras caminaba por el pasillo formado por la separacion de las mesas de los investigadores, intercambio saludos con la cabeza con algunos de los detectives.
Edgar se hallaba en la mesa de homicidios, sentado enfrente de su nuevo companero, que ocupaba la antigua silla de Bosch. Edgar oyo uno de los «?Que tal, Harry?», y se volvio.
– ?Que pasa, Harry?
– Hola, tio, solo he venido a buscar un par de cosas. Espera un segundo, hace calor fuera.
Bosch camino hasta la parte delantera de la sala, donde el viejo Henry de la brigada del si estaba haciendo un crucigrama detras del mostrador. Bosch vio que las marcas de la goma de borrar habian vuelto la parrilla gris.
– Henry, ?como va eso? ?Sale o no sale?
– Detective Bosch.
Bosch se quito la americana y la colgo en un gancho del colgador, junto a una chaqueta con un estampado gris. Esta pendia de una percha y Bosch sabia que era la de Pounds. Mientras ponia su americana en el gancho, dandole la espalda a Henry y al resto de la brigada, metio la mano izquierda en la otra chaqueta, palpo el bolsillo interior y saco la cartera con la placa de Pounds. Sabia que tenia que estar alli. Pounds era un animal de costumbres y Bosch ya habia visto la cartera con la placa en la chaqueta en una ocasion anterior.
Se guardo la cartera en el bolsillo del pantalon y se volvio mientras Henry continuaba hablando. Bosch solo tuvo un momento de vacilacion ante la gravedad de lo
– Si quiere ver al teniente, esta al fondo del vestibulo, en una reunion -‹lijo Henry.
– No, no quiero ver al teniente, Henry. De hecho, ni siquiera le diga que he estado aqui. No quiero que le suba la tension. Solo he venido a recoger unas cosas, enseguida me voy.
– Trato hecho, yo tampoco quiero que se ponga de mal humor.
Bosch no tenia que preocuparse porque nadie mas de la brigada le dijera a Pounds que habia estado alli. Para sellar el acuerdo le dio a Henry un amistoso pellizco en el
– ?Necesitas entrar aqui, Harry? -pregunto.
Bosch creyo detectar una energia nerviosa en la voz del otro hombre. Comprendio el
– Si, si no te importa -‹lijo-. Creo que voy a sacar de ahi mis objetos personales para que puedas moverte con comodidad.
Bosch rodeo el
– Ah, los caramelos son mios, lo siento -dijo Burns.
Se estiro para coger las dos cajas de caramelos y se quedo de pie junto a la mesa, sosteniendolos como un nino grande con traje mientras Bosch revisaba los papeles.
Todo era un
– Ten cuidado, Bob.
– Bill. ?Cuidado de que?
– De las hormigas.
Bosch se acerco a la hilera de archivadores que recorria la pared de al lado de la mesa y abrio uno de los cajones que tenian su tarjeta de visita pegada en el. Era el tercero empezando por abajo y sabia que estaba casi vacio. De nuevo de espaldas a la mesa, saco del bolsillo la cartera de la placa y la puso en el cajon. Acto seguido, con las manos en el cajon y fuera de la vista, abrio la cartera y saco la placa dorada. Se puso la placa en un bolsillo y la cartera en el otro. Para disimular saco una carpeta del cajon y cerro este.
Se volvio y miro a Jerry Edgar.
– Bueno, ya esta. Me llevo unos papeles personales que podria necesitar. ?Que hay de nuevo?
– Nada, la cosa esta tranquila.
Otra vez en el colgador, Bosch dio su espalda a la mesa y cogio la americana con una mano mientras con la otra saco la cartera de la placa del bolsillo y la deslizo en la chaqueta de Pounds. Despues se puso la cazadora, se despidio de Henry y volvio a la mesa de homicidios.
– Me voy -les dijo a Edgar y Burns mientras cogia las dos carpetas que habia sacado-. No quiero que Pounds me vea y monte un numero. Buena suerte, chicos.
En el camino de salida, Bosch se detuvo y le dio otro cigarrillo al yonqui. El detenido que se habia quejado antes ya no estaba en el banco, si no Bosch tambien le habria dado uno.
De nuevo en el Mustang, Harry dejo las carpetas en el asiento de atras y saco su cartera sin placa del maletin. Coloco la placa de Pounds en su lugar junto a su propia tarjeta de identificacion. Penso que funcionaria siempre y cuando nadie la mirara muy de cerca. La placa ponia «teniente». La tarjeta de identificacion de Bosch lo identificaba como detective. Era una discrepancia menor y Bosch se sentia satisfecho. Lo mejor de todo, penso, era que habia muchas posibilidades de que durante un tiempo Pounds no echara en falta su placa. Apenas salia de comisaria para ir a visitar escenas de crimenes y por tanto rara vez tenia que abrir la cartera para mostrar la placa. Existia una buena oportunidad de que no reparara en su desaparicion. Lo unico que tenia que hacer era devolverla en cuanto ya no la necesitara.
Bosch llego al despacho de Carmen Hinojos temprano para su sesion de la tarde. Espero hasta exactamente las tres y media y llamo a la puerta. Hinojos le sonrio mientras entraba en el despacho y Bosch se fijo en que el sol de media tarde se colaba por la ventana y derramaba su luz sobre el escritorio de la psiquiatra. Se dirigio a la silla que ocupaba habitualmente, pero en el ultimo instante se detuvo y se sento en la silla situada a la izquierda de la mesa. Hinojos se fijo en la maniobra y puso cara de enfado como si Bosch fuera un colegial.
– Si cree que me importa en que silla se sienta, se equivoca.
– ?Ah, si? Bueno.