– ?Hirsch? Si, Hirsch. Lo recuerdo, ?que pasa?
– Queria decirle que he hecho la busqueda que me pidio en el AFIS. He entrado temprano y he hecho esa busqueda Junto con otra que tenia pendiente para homicidios de Devonshire. No creo que se entere nadie.
Bosch coloco las piernas a un lado de la cama, abrio un cajon de la mesita de noche y saco una libreta y un lapiz. Se fijo en que se habia llevado la libreta del Surf and Sand Hotel de Laguna Beach. Recordo que habia pasado unos dias alli con Sylvia el ano anterior.
– ?Que has conseguido?
– Bueno, esa es la cuestion. Lo siento, pero no he conseguido nada.
Bosch volvio a tirar la libreta en el cajon abierto y se tendio boca arriba en la cama.
– ?Ningun resultado?
– Bueno, el ordenador mostraba dos candidatos. Despues hice una comparacion visual y no era buena. No coincidia. Lo siento. Se que este caso significa… -No termino.
– ?Has mirado en todas las bases de datos?
– En todas las que estan en nuestra red.
– Deja que te pregunte una cosa. Todas esas bases de datos, ?incluyen al personal de la fiscalia y del departamento de policia?
Hubo un silencio durante el cual Hirsch debio de sopesar el significado de la pregunta.
– ?Estas ahi, Hirsch?
– Si, la respuesta es si.
– ?Desde cuando? ?Sabes a que me refiero? ?Hasta cuando se remontan los datos que hay en esas bases?
– Bueno, cada base de datos es diferente. La del Departamento de Policia de Los Angeles es extensa. Diria que tenemos huellas de todo el mundo que trabajo aqui desde la Segunda Guerra Mundial.
Bosch penso que eso descartaba a Irving y al resto de los polis, pero no le importaba demasiado. Sus miras estaban definitivamente en otro sitio.
– ?Y la gente que trabajaba para la fiscalia?
– Lo de la fiscalia seria distinto -dijo Hirsch-. No creo que empezaran a recoger las huellas de los empleados hasta mediados de los sesenta.
Conklin habia estado alli en ese tiempo, Bosch lo sabia, pero ya habia sido elegido fiscal del distrito. No habria enviado sus propias huellas, especialmente si sabia que en el expediente de un caso de asesinato habia una tarjeta con huellas que podian coincidir con las suyas.
Penso en Mittel. Ya habria salido de la oficina del fiscal en el momento en que las huellas de los empleados se tomaban de manera rutinaria.
– ?Y la base de datos federal? -pregunto-. Y si un hombre trabajo para un presidente y obtuvo la clase de autorizacion necesaria para visitar la Casa Blanca, ?estarian sus huellas en esa base?
– Si, estarian dos veces. En la base de empleados federales y en la del FBI. Mantienen un registro de huellas de todos aquellos de los que realizan investigaciones de antecedentes, si se refiere a eso. Pero recuerde que solo porque alguien visite a un presidente, eso no significa que se tomen sus huellas.
Bueno, Mittel no quedaba descartado, pero casi, penso Bosch.
– Entonces -recapitulo Bosch- ?lo que estas diciendo es que tanto si tenemos archivos de datos completos desde mil novecientos sesenta y uno como si no, al propietario de esas huellas no se las han tomado desde entonces?
– No al ciento por ciento, pero casi. La persona que dejo esas huellas probablemente no ha sido examinada, al menos por ninguno de los contribuyentes de las bases de datos. No podemos remontamos mas. De un modo u otro podemos conseguir huellas de una de cada cincuenta personas del pais. Pero en este momento no tengo nada. Lo siento.
– No importa, Hirsch. Gracias por intentarlo.
– Bueno, he de volver al trabajo. ?Que quiere que haga con la tarjeta de huellas?
Bosch penso un momento. Se pregunto si habia otro camino a seguir.
– ?Puedes guardarla? Pasare a buscarla por el laboratorio en cuanto pueda. Probablemente hoy mismo.
– Vale, la pondre en un sobre para usted por si acaso yo no estoy aqui. Adios.
– Eh, Hirsch.
– ?Si?
– Te sientes bien, ?no?
– ?Que?
– Has hecho lo que tenias que hacer. No has conseguido a ningun resultado, pero has hecho lo correcto.
– Si, supongo.
Actuaba como si no lo entendiera porque sentia verguenza, pero lo entendia.
– Bueno, ya nos veremos, Hirsch.
Despues de colgar, Bosch se sento en el borde de la cama, encendio un cigarrillo y penso en lo que iba a hacer ese dia. La informacion de Hirsch no era buena, pero tampoco era desalentadora. Ciertamente no descartaba a Arno Conklin. Podria no descartar siquiera a Gordon Mittel. Bosch no estaba seguro de si el trabajo de Mittel para presidentes y senadores habria requerido una comprobacion de huellas dactilares. Considero que su investigacion permanecia intacta. No iba a cambiar de planes.
Penso en la noche anterior y en el riesgo que habia corrido al enfrentarse a Mittel del modo en que lo habia hecho. Sonrio ante su absoluta temeridad y se pregunto que pensaria Hinojos de eso. Sabia que diria que era un sintoma de su problema. No lo veria como un movimiento sutil.
Se levanto y puso en marcha el cafe, y despues se ducho y se preparo para el dia. Se llevo el cafe y la caja de cereales de la nevera a la terraza, dejando la puerta corredera abierta para poder oir el equipo de musica, donde habia sintonizado las noticias de la KFWB.
Hacia un frio cortante, pero sabia que pronto haria calor. Las urracas descendian en picado al arroyo que discurria por debajo de su terraza y vio abejorros del tamano de una moneda de veinticinco centavos libando de las flores amarillas del jazmin de invierno.
En la radio comentaban que un contratista habla ganado la bonificacion de catorce millones de dolares por haber completado la reconstruccion de la autovia 10 tres meses antes de lo previsto. Las autoridades que se habian congregado para anunciar la proeza de la ingenieria compararon la autovia caida con la propia ciudad. La autovia estaba levantada de nuevo, y la ciudad tambien volvia a estar en movimiento. Tenian mucho que aprender, penso Bosch.
Al cabo de un rato, Bosch entro, busco las paginas amarillas y empezo a hacer gestiones telefonicas desde la cocina. Llamo a las principales companias aereas, comparo precios y reservo un pasaje a Florida. La mejor oferta para viajar ese mismo dia era de setecientos dolares, que seguia siendo una cantidad muy elevada para el. Pago con tarjeta de credito. Tambien reservo un coche de alquiler en el aeropuerto internacional de Tampa.
Cuando hubo terminado, volvio a salir a la terraza y penso en el siguiente proyecto que tenia que abordar. Necesitaba una placa.
Durante un buen rato se quedo sentado en la silla de la terraza y sopeso si la necesitaba por su propio sentido de la seguridad o porque era una autentica necesidad para su mision.
Sabia lo desnudo y vulnerable que se habia sentido esa semana sin la pistola y la placa, extremidades que habian formado parte de su cuerpo durante mas de dos decadas. No obstante, se habia resistido a la tentacion de llevar la pistola que tenia en el armario de al lado de la puerta de entrada. Sabia que podia hacerla. Pero la placa era diferente. Mas que la pistola, la placa era el simbolo de lo que era. Le abria puertas mejor que ninguna llave, le daba mas autoridad que cualquier palabra, que cualquier arma. Decidio que la placa era una necesidad. Si iba a ir a Florida y tenia que enganar a McKittrick, tenia que parecer autentico. Tenia que llevar placa.
Su placa probablemente estaba en un cajon del escritorio del subdirector Irvin S. Irving. No habia forma de conseguirla sin ser descubierto. Pero Bosch sabia que habia otra que podia servirle igual.
Harry miro su reloj. Las nueve y cuarto. Faltaban cuarenta y cinco minutos para la reunion de mando en la comisaria de Hollywood. Tenia tiempo de sobra.
Bosch estaciono en el aparcamiento de atras de la comisaria a las diez y cinco. Estaba seguro de que Pounds, que era puntual en todo lo que hacia, ya habria acudido al despacho del capitan con los informes de la noche. En la