– ?Que es esto?
– Hagame ese favor.
Bosch nego con la cabeza como si estuviera molesto, pero hizo lo que ella le habia pedido. Se sentia estupido.
– Muy bien.
– De acuerdo, quiero que me cuente una historia sobre su madre. La imagen o el episodio con ella que tenga mas claro en su mente, quiero que me lo cuente.
Bosch penso a fondo. Las imagenes de ella pasaban y desaparecian. Finalmente, llego a una que permanecio.
– Ya.
– Cuentela.
– Fue en McClaren. Ella habia venido a visitarme y estabamos fuera, en la valla, en el campo de deportes.
– ?Por que recuerda esta historia?
– No lo se. Porque ella estaba alli y siempre me hacia sentir bien, aunque siempre terminabamos llorando. Tendria que haber visto aquel lugar en los dias de visita. Todo el mundo lloraba… y yo tambien lo recuerdo porque fue hacia el final. Poco despues de eso ella murio. Quiza al cabo de unos meses.
– ?Recuerda de que hablaron?
– De muchas cosas. De beisbol. Ella era hincha de los Dodgers. Recuerdo que uno de los chicos mas grandes me habia quitado las zapatillas que ella me habia regalado por mi cumpleanos. Ella Se fijo en que no las llevaba puestas y se enfurecio.
– ?Por que le quito las zapatillas el chico mayor?
– Ella me pregunto lo mismo.
– ?Que le dijo?
– Le dije que el chico me quito las zapatillas porque podia. Mire, podian llamar a aquel sitio como quisieran, pero basicamente era una prision para ninos y tenia las mismas sociedades que tiene una prision. Los papeles dominantes, los sometidos, todo.
– ?Que era usted?
– No lo se. Iba bastante por libre. Pero cuando un chico mayor y mas grande me quitaba las zapatillas era un sumiso. Era una forma de sobrevivir.
– ?Su madre estaba descontenta por eso?
– Bueno, si, pero ella no sabia de que iba. Ella queria quejarse. No sabia que si lo hacia solo conseguiria complicarme las cosas. Entonces de repente se dio cuenta de como funcionaba aquel lugar y empezo a llorar.
Bosch estaba en silencio, imaginando perfectamente la escena en su cabeza. Recordaba la humedad en el ambiente y el olor a azahar de la arboleda vecina.
Hinojos se aclaro la garganta antes de interrumpir su recuerdo.
– ?Que hizo usted cuando ella se echo a llorar?
– Probablemente yo tambien empece a llorar. Normalmente lo hacia. No queria que ella se sintiera mal, pero era un alivio saber que ella sabia lo que me estaba pasando. Solo las madres pueden hacer eso, hacerte sentir bien cuando estas triste… -Bosch todavia tenia los ojos cerrados y solo veia el recuerdo.
– ?Que le dijo su madre?
– Ella… Ella solo me dijo que iba a sacarme de alli. Dijo que su abogado iba a ir pronto a juicio para apelar el veredicto de la custodia y el veredicto de madre inadecuada. Ella dijo que tambien habia otras cosas que podia hacer. La cuestion era que iba sacarme.
– ?Ese abogado era su padre?
– Si, pero yo no lo sabia… Da igual, lo que estoy diciendo era que el tribunal estaba equivocado con ella. Eso es lo que me molesta. Era buena para mi y ellos no lo veian asi…, no importa, recuerdo que me prometio que haria lo que tuviera que hacer, pero que me sacaria.
– Pero nunca lo hizo.
– No, como he dicho se le acabo el tiempo.
– Lo siento.
Bosch abrio los ojos y miro a la psiquiatra.
– Yo tambien lo siento.
Bosch habia estacionado en un aparcamiento publico cerca de Hill Street. Le costo doce dolares. Se metio en la 101 y se dirigio al norte, hacia las colinas. Mientras conducia, miro ocasionalmente a la caja azul que tenia en el asiento de al lado. Pero no la abrio. Sabia que tenia que hacerlo, pero esperaria a llegar a casa.
Encendio la radio y escucho al locutor que presentaba una cancion de Abbey Lincoln. Bosch nunca la habia oido, pero inmediatamente le gusto la letra y la voz ahumada de la mujer.
Despues de meterse en Woodrow Wilson y seguir su rutina habitual de aparcar a media manzana de su casa, Bosch entro y puso la caja en la mesa del comedor. Encendio un cigarrillo y camino por la estancia, mirando ocasionalmente la caja. Tenia la lista de pruebas en el expediente, pero no podia superar la sensacion de que al abrir la caja estaria invadiendo un secreto intimo, cometiendo un pecado que no comprendia.
Finalmente saco las llaves. Habia una navajita en el aro y la uso para cortar la cinta roja que precintaba la caja. Dejo la navajita y sin pensarselo mas levanto la tapa de la caja.
Las ropas y otras pertenencias de la victima estaban envueltas individualmente en bolsas de plastico, que Bosch fue sacando una por una y dejandolas en la mesa. El plastico estaba amarillento, pero podia ver a traves de el. No saco nada de las bolsas, sino que se limito a levantar cada una de las pruebas y examinarlas a traves del plastico.
Abrio el expediente del caso por la lista de pruebas y se aseguro de que no faltaba nada. Estaba todo ahi. Levanto a la luz la bolsita que contenia los pendientes. Eran como lagrimas congeladas. Volvio a bajar la bolsa y en el fondo de la caja vio la blusa, pulcramente doblada en el plastico, con la mancha de sangre exactamente en el sitio indicado en la hoja de pruebas, en el pecho izquierdo, a unos cinco centimetros del boton del centro.
Bosch paso el dedo por encima del plastico. Fue entonces cuando cayo en la cuenta de que no habia mas sangre. Sabia que era lo que habia estado inquietandole cuando habia leido el expediente, pero entonces no habia conseguido captar la idea. Esta vez si. La sangre. No habia sangre en la ropa interior, ni en la falda ni en las medias o zapatos. Solo en la blusa.
Bosch sabia tambien que la autopsia habia descrito un cadaver sin laceraciones. Entonces, ?de donde habia salido la sangre? Queria mirar la escena del crimen y las fotos de la autopsia, pero sabia que no podria hacerla. Bajo ningun concepto iba a abrir ese sobre.
Bosch saco de la caja la bolsa que contenia la blusa y leyo la etiqueta de la prueba y otras anotaciones. En ningun sitio mencionaba ni daba codigo de referencia de que se hubiera realizado ningun analisis de sangre.
Esto lo animo. Habia una posibilidad razonable de que la sangre fuera del asesino, y no de la victima. No tenia idea de si todavia podia determinarse el tipo sanguineo en sangre tan vieja o practicarse un analisis de ADN, pero iba a averiguarlo. Sabia que el problema seria la comparacion. No importaba si la sangre todavia podia ser analizada si no habia nada con que compararla. Para obtener sangre de Conklin o de Mittel, o de quien fuera, necesitaria una orden judicial. Y para conseguirla necesitaba pruebas, no solo sospechas o corazonadas.
Habia reunido las bolsas de pruebas para volver a guardarlas en la caja cuando se detuvo para examinar una