– Me licencie en Stanford. ?Y usted?

Bosch penso un momento.

– En Vietnam.

Mittel volvio a torcer el gesto y Bosch vio que el interes escapaba de su mirada como el agua por un sumidero.

– Bueno, tengo que seguir circulando. Cuidado con el champan, y si decide que no quiere conducir, uno de los chicos de la entrada puede llevarle a casa. Pregunte por Manuel.

– ?El del chaleco rojo?

– Ah, si, uno de ellos.

Bosch levanto la copa.

– No se preocupe, solo es la tercera.

Mittel asintio y desaparecio entre la multitud. Bosch observo como cruzaba la zona cubierta por el toldo. Mittel se detuvo para estrechar unas cuantas manos, pero finalmente entro a traves de una puerta cristalera en lo que parecia una sala de estar o algun tipo de zona mirador. Camino hasta un sofa y se inclino para hablar pausadamente a un hombre de traje. El hombre parecia de la misma edad de Mittel, pero tenia una apariencia mas dura. Tenia un rostro afilado y, aunque estaba sentado, estaba claro que tenia un cuerpo mas pesado. De joven probablemente habia usado su fuerza y no su cerebro. Mittel se enderezo y el otro hombre se limito a asentir. A continuacion Mittel se adentro en lugares mas ocultos de la casa.

Bosch se termino la copa de champan y empezo a avanzar hacia la casa a traves de la multitud que habia bajo el entoldado. Al acercarse a la puerta cristalera, una de las mujeres de blanco y negro le pregunto si buscaba algo. Le dijo que buscaba el bano y ella lo dirigio a otra puerta de la izquierda. Fue hacia donde le dijeron y encontro la puerta cerrada. Espero unos segundos y la puerta finalmente se abrio y salieron un hombre y una mujer. Se rieron tontamente al ver a Bosch esperando y se dirigieron de nuevo a la carpa.

En el interior del cuarto de bano, Bosch se desabrocho la americana y extrajo un trozo de papel del bolsillo interior izquierdo. Era una fotocopia del articulo sobre Johnny Fox que le habia dado Keisha Russell. Lo desdoblo y saco un boli. Rodeo los nombres de Johnny Fox, Arno Conklin y Gordon Mittel. Debajo del articulo, escribio: «?Que experiencia laboral previa le valio el trabajo a Johnny?»

Volvio a doblar la hoja dos veces y paso los dedos con fuerza por los pliegues. En la parte exterior escribio: «?Solo para Gordon Mittel!»

De nuevo bajo la carpa, Bosch encontro a una mujer de blanco y negro y le dio el papel doblado.

– Tiene que encontrar al senor Mittel enseguida -le dijo-. Dele esta nota. La esta esperando.

Bosch vio como la mujer se alejaba y el atraveso de nuevo la multitud para regresar a la mesa de firmas de la entrada. Se inclino rapidamente sobre el registro de invitados y anoto el nombre de su madre. La azafata de la mesa argumento protestando que ya habia firmado antes.

– Esto es por otra persona -dijo.

En la direccion escribio Hollywood y Vista. Dejo en blanco la casilla del numero de telefono.

Bosch volvio a examinar la multitud, pero no vio ni a Mittel ni a la mujer a la que le habia dejado la nota. Entonces miro a la sala que se hallaba mas alla de la puerta cristalera y vio a Mittel con la nota en la mano. Se adentraba lentamente en la sala. Bosch supo por la direccion de su mirada que estaba leyendo la nota garabateada en la parte inferior. Incluso con su falso bronceado, a Bosch le parecio que palidecia.

Bosch dio un paso atras y observo. Sentia que se le aceleraba el pulso. Se sentia como si estuviera observando una representacion secreta en el escenario.

El rostro de Mittel mostraba una expresion de ira y perplejidad. Bosch vio que le pasaba la hoja al hombre duro que todavia estaba sentado en el mullido sofa. A continuacion Mittel se volvio hacia los paneles de cristal y observo a la gente que estaba bajo la carpa. Dijo algo y Bosch creyo que pudo leerle los labios: «Hijo de puta.»

Entonces empezo a hablar mas deprisa, ladrando ordenes. El hombre de la silla se levanto y Bosch supo de manera instintiva que era el momento de irse. Camino con rapidez de vuelta al sendero de entrada y troto hasta el grupo de hombres con chalecos rojos. Le paso el resguardo del aparcacoches y un billete de diez dolares a uno de ellos y le dijo en espanol que tenia mucha prisa.

Aun asi, le parecio que tardaba una eternidad. Mientras esperaba con nerviosismo, Bosch mantuvo los ojos en la casa, esperando que apareciera el tipo duro. Habia observado en que direccion habia ido el aparcacoches y estaba preparado para salir hacia alli si era necesario.

Empezo a lamentar no llevar la pistola. Si iba a necesitada o no era algo que no importaba. En ese momento sabia que le daba una sensacion de seguridad, que se sentia desnudo sin ella.

El surfista trajeado aparecio en lo alto del sendero y corrio hacia Bosch. Al mismo tiempo, Bosch vio que se aproximaba su Mustang. Salio a la calle, listo para cogerlo. El surfista llego antes.

– Eh, amigo, espere un seg…

Bosch se volvio del coche que se aproximaba y le dio un punetazo en la mandibula, enviandolo al suelo. El hombre gimio y rodo sobre su costado, llevandose ambas manos a la mandibula. Bosch estaba seguro de que si no se la habia roto como minimo se la habia dislocado. Se sacudio el dolor que sentia en la mano al tiempo que el Mustang chirriaba al detenerse.

El hombre del chaleco rojo tardo en salir. Bosch lo arrastro por la puerta abierta y salto al interior del vehiculo. Mientras se situaba tras el volante miro por el sendero y vio que se aproximaba el tipo duro. Al ver al surfista en el suelo, echo a correr, pero sus pasos eran inseguros en la bajada del sendero. Bosch vio que sus muslos pesados presionaban la tela de sus pantalones y de repente resbalo y se cayo. Dos de los hombres de chaleco rojo acudieron a ayudarle, pero el los ahuyento con malos modos.

Bosch acelero y se alejo. Subio por Mulholland y doblo al este en direccion a su casa. Sentia que la adrenalina corria por sus venas. No solo habia escapado, sino que estaba claro que habia pinchado donde dolia. Que Mittel pensara un rato en eso, se dijo. Que sufriera. Entonces grito en el interior del coche, aunque nadie mas que el podia oirlo.

– ?Te has asustado, cabron!

Descargo la mano en el volante en un gesto de triunfo.

Volvio a sonar con el coyote. El animal estaba en un sendero de montana donde no habia casas ni coches ni gente. Se movia con gran rapidez a traves de la oscuridad, como si tratara de huir. Pero el sendero y el territorio eran los suyos. Conocia el terreno, sabia que escaparia. No quedaba claro ni se veia de que huia. Pero estaba alli, detras de el, en la oscuridad. Y el coyote sabia por instinto que tenia que huir.

El telefono desperto a Bosch, entrometiendose en el sueno como una punalada asestada a traves del papel. Bosch se quito la almohada de la cabeza, rodo hacia su derecha y sus ojos fueron agredidos inmediatamente por la luz del alba. Habia olvidado cerrar la persiana. Alcanzo el telefono, que estaba en el suelo.

– No cuelgue -dijo.

Dejo el aparato en la cama; se incorporo y se froto la cara. Miro el reloj, entre cerrando los ojos. Eran las siete y diez. Tosio y se aclaro la garganta antes de volver a coger el telefono.

– Si.

– ?Detective Bosch?

– Si.

– Soy Brad Hirsch. Lamento llamarle tan temprano.

Bosch tuvo que pensar un momento. No tenia ni idea de quien era Brad Hirsch.

– No importa -dijo mientras seguia tratando de recordar el nombre.

Se produjo un silencio.

– Soy el de… huellas. Recuerda que…

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