cuenta de que estaba de nuevo en el punto de partida. Todo era blabla, no habia pruebas de nada.
Se aburrio de pensar en eso
Giro en redondo y condujo hasta su edificio. Todavia era de dia y no habia luces encendidas tras las ventanas del apartamento cuando llego. No podia saber si ella estaba alli o no. Bosch aparco al lado y observo durante unos minutos, debatiendo que deberia hacer, si es que tenia que hacer algo.
Al cabo de quince minutos, cuando parecia que la indecision lo habia paralizado, ella salio por la puerta. Bosch habia aparcado a unos veinte metros, entre otros dos coches. Su afliccion paralizante se alivio lo suficiente para que pudiera resbalar en el asiento para evitar ser visto. La mujer camino hasta el aparcamiento y se metio detras de la fila de coches entre lo que estaba el vehiculo alquilado de Bosch. Este no se movio ni giro la cabeza para seguir el movimiento de ella. Escucho. Espero el sonido de un coche que se ponia en marcha. Entonces que, se pregunto. ?Iba a seguirla? ?Que estaba haciendo?
Se levanto de golpe cuando alguien golpeo la ventana del conductor. Era ella. Bosch estaba avergonzado, pero logro girar la llave de contacto para bajar la ventanilla.
– ?Si?
– Senor Bosch, ?que esta haciendo?
– ?A que se refiere?
– Ha estado sentado aqui fuera, le he visto.
– Yo… -Estaba demasiado humillado para continuar. -No sabia si debia llamar a seguridad o que.
– No, no lo haga. Yo, eh, yo solo… Iba a llamar a su puerta. Para disculparme.
– ?Disculparse? ?Disculparse por que?
– Por lo de hoy. Antes, cuando he estado en su casa. Yo… Tenia razon, no estaba buscando para comprar nada.
– Entonces ?que estaba haciendo?
Bosch abrio la puerta del coche y salio. Se sentia en desventaja con ella mirandolo desde arriba.
– Soy policia -dijo-. Necesitaba entrar en la urbanizacion para ver a alguien. La utilice y lo siento. Lo siento de veras. No sabia lo de su padre ni nada de eso.
Ella sonrio y nego con la cabeza.
– Es la historia mas ridicula que he oido nunca. ?Y lo de Los Angeles era parte de la historia?
– No, soy de Los Angeles, soy policia alli.
– Yo no se si lo admitiria en su caso. Tienen algunos problemillas de relaciones publicas.
– Si, ya lo se. Bueno… -Sintio que se animaba. Se dijo a si mismo que su avion salia por la manana y que no importaba lo que ocurriera porque no iba a volver a verla a ella ni a aquel estado-. Antes ha dicho algo de una limonada, pero no me ha invitado. Estaba pensando que tal vez podria contarle la historia, disculparme y tomar un poco de limonada. -Miro hacia la puerta de la casa.
– Los polis de Los Angeles sois unos prepotentes -dijo ella, pero estaba sonriendo-. Un vaso. Y sera mejor que sea una buena historia. Despues nos vamos los dos. Yo he de ir en coche a Tampa esta noche.
Empezaron a caminar hacia la puerta y Bosch cayo en la cuenta de que estaba sonriendo.
– ?Que hay en Tampa?
– Vivo alli, y lo hecho de menos. Llevo aqui desde que puse este condominio a la venta. Quiero pasar el domingo en casa, en mi estudio.
– ?Eres pintora?
– Lo intento.
Ella le abrio la puerta y dejo que Bosch pasara primero.
– Bueno, no hay problema. Tengo que ir a Tampa esta noche, mi vuelo sale por la manana.
Mientras sostenia un vaso alto de limonada, Bosch explico su estratagema de usarla para acceder al complejo y ver a otro residente, y ella no parecio enfadada. De hecho, se dio cuenta de que la mujer admiraba la ingeniosidad del truco. Bosch no le explico como le habia rebotado cuando McKittrick lo apunto con una pistola. Le explico por encima el caso, sin mencionar su conexion personal, y ella parecio intrigada por la idea de resolver un asesinato cometido treinta y tres anos antes.
El vaso de limonada se convirtio en cuatro vasos, los dos ultimos aderezados con vodka. La bebida se ocupo de lo que quedaba del dolor de cabeza de Bosch y puso un bonito velo en todo. Entre el tercer y el cuarto vaso, ella le pregunto si le molestaba que fumara y Bosch encendio un cigarrillo para los dos. Y cuando el cielo se oscurecio sobre los mangles, Harry finalmente consiguio que la conversacion girara en torno a ella. Habia percibido cierta soledad en Jasmine, un misterio. Detras de la cara bonita habia cicatrices. De las que no se ven.
Se llamaba Jasmine Corian, pero dijo que sus amigos la llamaban Jazz. Habia crecido al sol de Florida y nunca habia deseado irse. Se habia casado en una ocasion, pero habia sido hacia mucho tiempo. No habia nadie en su vida en ese momento y estaba acostumbrada a ello. Dijo que concentraba la mayor parte de su vida en ella y su arte y, en cierto modo, Bosch entendia lo que queria decir. Su propio arte, aunque pocos lo llamarian asi, tambien ocupaba la mayor parte de su vida.
– ?Que pintas?
– Sobre todo retratos.
– ?De quien?
– De gente que conozco. Quiza algun dia te pintare a ti, Bosch. Algun dia.
Bosch no sabia que decir a eso, de modo que hizo una torpe transicion a terreno mas seguro.
– ?Por que no le das la casa a una inmobiliaria para que la venda? Asi podrias quedarte pintando en Tampa.
– Porque me apetecia distraerme. Y tampoco quiero darle un cinco por ciento a una inmobiliaria. Es un complejo bonito. Estos apartamentos se venden muy bien sin inmobiliarias. Hay mucha inversion canadiense. Creo que lo vendere. Esta ha sido la primera semana que ha salido el anuncio.
Bosch se limito a asentir y lamento haber desviado la conversacion del tema de la pintura. El torpe cambio parecia haber embotado un poco la situacion.
– Pensaba que a lo mejor te apetece ir a cenar.
Jasmine lo miro con solemnidad, como si la peticion y su respuesta tuvieran mayores implicaciones. Probablemente las tenian. Al menos, Bosch pensaba que las tenian.
– ?Adonde iriamos?
Era un punto de inflexion, pero Bosch siguio el juego.
– No lo se, no es mi ciudad, ni mi estado. Puedes elegir tu el sitio. Por aqui o de camino a Tampa. No me importa. Pero me gusta tu compania, Jazz. Si a ti te gusta.
– ?Cuanto hace que no has estado con una mujer? Me refiero a una cita.
– ?En una cita? No lo se. Unos meses, supongo. Pero, mira, no soy un caso imposible. Simplemente estoy solo en la ciudad y pensaba que tu…
– Esta bien, Harry. Vamos.
– ?A cenar?
– Si, a cenar. Conozco un sitio de camino a Tampa, esta en cima de Longboat. Tendras que seguirme.
Bosch sonrio y asintio con la cabeza.
Ella conducia un Volkswagen escarabajo descapotable de color azul pastel con parachoques rojo. No la habria perdido ni en medio de una granizada, y menos en las lentas autopistas de Florida.
Bosch conto dos puentes levadizos en los que tuvieron que detenerse antes de llegar a Longboat Key. Desde alli se dirigieron hacia el norte a lo largo de la isla, cruzaron un puente hasta la isla de Anna Maria y finalmente se detuvieron en un lugar llamado Sandbar. Atravesaron el local y se sentaron en una terraza con vistas al golfo. Era agradable y comieron cangrejos y ostras acompanadas de cerveza mexicana. A Bosch le encanto.
No hablaron mucho, pero no hacia falta. Siempre era en los silencios cuando Bosch se sentia mas comodo con las mujeres con las que habia estado a lo largo de su vida. Sentia que el efecto del vodka y la cerveza lo acercaban a ella, limando cualquier aspereza de la tarde. Experimentaba un creciente deseo. McKittrick y el caso habian quedado apartados en la oscuridad del fondo de su mente.