Tanto Bosch como Brockman lo miraron.

– Perdon -dijo Toliver.

– Le repito, Bosch -dijo Brockman-. ?De que esta hablando?

– Estoy hablando de que pase la mayor parte del tiempo con una mujer que conoci alli. Y el tiempo que no pase con ella estuve en un barco, con un guia de pesca en el golfo de Mexico. De lo que estoy hablando, capullo, es de que estuve acompanado casi cada minuto. Y las veces que no lo estuve no alcanzaban para volar de vuelta aqui y matar a Pounds. Ni siquiera se cuando lo mataron, pero ahora mismo ya le digo que no tiene caso, Brockman, porque no hay caso. Esta buscando en la direccion equivocada.

Bosch habia elegido sus palabras cuidadosamente. No estaba seguro de que conocian de su investigacion privada, si es que sabian algo, y no iba a darles nada si podia evitarlo. Tenian el expediente del caso y la caja de pruebas, pero penso que podria explicar todo eso de otra manera. Tambien tenian su libreta porque la habia metido en el bolso de viaje en el aeropuerto. En ella, junto con los nombres, numeros y direcciones de Jasmine y McKittrick, estaba la direccion del domicilio de Eno en Las Vegas y otras notas sobre el caso. Aunque quiza no lograran entender que significaban. Si tenia suerte.

Brockman saco una libreta y un boligrafo del bolsillo interior de su americana.

– Bueno, Bosch, digame el nombre de la mujer y del guia de pesca. Tambien necesito sus numeros. Todo.

– No lo creo.

Los ojos de Brockman se abrieron como platos.

– No me importa lo que crea. Digame los nombres. Bosch no dijo nada, se limito a mirar la mesa que tenia ante si.

– Bosch, nos ha contado donde ha estado, ahora tenemos que comprobado.

– Yo se donde estuve, es lo unico que necesito.

– Si no ha hecho nada, deje que lo comprobemos, lo descartemos y pasemos a otras cosas y otras posibilidades.

– Tiene la compania aerea y el alquiler de coche. Empiece por ahi. No voy a meter en esto a gente que no lo necesita. Son buena gente y, a diferencia de usted, me aprecian. No voy a dejar que usted lo estropee, entrando como un elefante en una cristaleria y pisoteando las relaciones.

– No tiene alternativa, Bosch.

– Ya lo creo que si. Ahora mismo. Si quiere acusarme, hagalo. Si llegamos a ese punto, recurrire a esa gente y su caso se ira a la mierda, Brockman. ?Cree que tiene problemas de relaciones publicas en el departamento por mandar a Bill Connors al armario? Acabara este caso con mas problemas de relaciones publicas que Nixon. No le voy a decir los nombres. Si quiere escribir algo en su libreta, escriba que le he dicho: «A la mierda.» Con eso bastara.

El rostro de Brockman se lleno de manchas rosas y blancas. Se quedo un momento en silencio antes de hablar.

– ?Sabe lo que creo? Todavia creo que lo hizo. Creo que contrato a alguien para que lo hiciera y se fue de fiesta a Florida para estar lejos. Un guia de pesca. Si eso no suena a montaje que me digan que. ?Y la mujer? ?Quien era? ?Una puta que recogio en un bar? ?Que era, una coartada de cincuenta dolares? ?O llego a los cien?

En un movimiento explosivo, Bosch empujo la mesa contra Brockman, cogiendolo completamente por sorpresa. La mesa resbalo por debajo de sus brazos y le impacto en el pecho. La silla del detective de asuntos internos choco con la pared de atras. Bosch mantuvo la presion, apreto a Brockman contra la pared y empujo su propia silla hacia atras hasta que esta se apoyo en la otra pared. Levanto la pierna izquierda y puso el pie en la mesa para mantener la presion. Vio que las manchas de color en el rostro de Brockman se hacian mas intensas a medida que le faltaba el aire. Los ojos parecian a punto de salirsele de las orbitas, pero no tenia ningun punto para hacer palanca y no podia apartar la mesa por si solo.

Toliver fue lento de reflejos. Aturdido, parecio mirar a Brockman demasiado tiempo, como si esperara ordenes antes de levantarse de un salto y contener a Bosch. Bosch logro repeler su primer intento, empujando al hombre mas joven a una palmera que estaba en un tiesto, en una esquina de la sala. Al hacerlo, Bosch vio en su vision periferica que una figura entraba en la sala por la otra puerta. Al momento su silla fue volcada abruptamente y se encontro en el suelo con un peso pesado encima de el. Al volver ligeramente la cabeza vio que era Irving.

– ?No se mueva, Bosch! -le grito Irving junto a su oido-. ?Calmese ahora mismo!

Bosch dejo de resistirse para dar a entender que obedecia e Irving se levanto. Harry se quedo quieto unos segundos y despues apoyo una mano en la mesa para levantarse. Al hacerlo, vio a Brockman tosiendo y tratando de meter aire en los pulmones mientras se llevaba ambas manos al pecho. Irving puso una mano en el pecho de Bosch como gesto apaciguador y como medio de impedir que volviera a arremeter contra Brockman. Con la otra mano, senalo a Toliver, que estaba tratando de poner de pie la palmera. Se habia arrancado de raiz y no se sostenia. Al final, el joven agente la apoyo contra la pared.

– Usted -le solto Irving-, fuera.

– Pero, senor, el…

– ?Salga!

Toliver salio rapidamente por la puerta del pasillo mientras Brockman estaba empezando a recuperar la voz.

– Bosch, hijoputa, va a… va a ir a la carcel. Es…

– Nadie va a ir a la carcel -dijo Irving con severidad-. Nadie va a ir a la carcel.

Irving se detuvo para coger aire. Bosch se fijo en que el subdirector parecia tan falto de aliento como el resto de los presentes en la sala.

– No habra cargos por esto -dijo finalmente Irving-. Teniente, usted lo provoco y consiguio lo que consiguio.

El tono de Irving no admitia replica. Brockman, cuyo pecho todavia oscilaba, puso los codos en la mesa y empezo a peinarse con los dedos, tratando de aparentar que le quedaba cierta compostura, aun cuando era la viva expresion de la derrota. Irving se volvio hacia Bosch, con los musculos de la mandibula hinchados por la ira.

– Y usted, Bosch, no se como ayudarle. Siempre es el bala perdida. Sabia lo que Brockman estaba haciendo, lo ha hecho usted antes. Pero no podia quedarse sentado y tragarselo. ?Que clase de hombre es?

Bosch no dijo nada y dudaba que Irving esperara una respuesta verbal. Brockman empezo a toser e Irving lo miro.

– ?Esta bien?

– Creo.

– Cruce la calle y que le mire uno de los medicos.

– No, estoy bien.

– Bien, entonces vaya a su oficina y tomese un descanso. Tengo a alguien mas que quiero que hable con Bosch.

– Quiero continuar la entre…

– La entrevista ha terminado, teniente. Se la ha cargado. -Despues miro a Bosch y anadio-: Los dos lo han hecho.

Irving dejo a Bosch solo en la sala de conferencias y al cabo de un momento entro Carmen Hinojos. Esta tomo el mismo asiento que habia ocupado Brockman. Miro a Bosch con ojos que parecian cargados a partes iguales de rabia y decepcion. Pero Bosch no parpadeo.

– Harry, no puedo creer…

Bosch levanto un dedo hacia ella para silenciarla.

– ?Que pasa?

– ?Se supone que nuestras sesiones han de seguir siendo privadas?

– Por supuesto.

– ?Incluso aqui?

– Si, ?que ocurre?

Bosch se levanto y camino hasta el telefono que habia sobre el mostrador. Apreto el boton que desconectaba la llamada en conferencia y volvio a su silla.

– Espero que haya quedado encendido de forma no intencionada -dijo Hinojos-. Voy a hablar de esto con el jefe Irving.

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