– ?Recuerda a Rebecca Verloren? -pregunto Rider.

Stoddard palidecio.

– Si, claro que la recuerdo. Le di clase de ciencias. ?De eso se trata? ?Han detenido a ese chico, Mackey? O sea, supongo que ahora sera un hombre. ?Fue el? -Eso no lo sabemos aun, senor -dijo rapidamente Bosch-. Estamos revisando el caso y ha surgido su nombre y hemos de comprobarlo. Eso es todo.

– ?Han visto la placa? -pregunto Stoddard.

– ?Disculpe?

– Fuera, en la pared del vestibulo principal. Hay una placa dedicada a Rebecca.

Los estudiantes de su curso recogieron fondos y mandaron hacerla. Es bonita, aunque por supuesto tambien es muy triste. La cuestion es que cumple su proposito. La gente de aqui recuerda a Rebecca Verloren.

– No la hemos visto. La miraremos al salir.

– Hay mucha gente que todavia la recuerda. Puede que esta escuela no pague demasiado bien, a decir verdad, la mayor parte del profesorado tiene dos trabajos para llegar a fin de mes, pero de todos modos tenemos un profesorado muy leal. Aun quedan aqui varios profesores que dieron clases a Rebecca. Tenemos una, la senora Sable, que de hecho iba a su clase y despues regreso aqui como maestra. En realidad, creo que Bailey era una de sus mejores amigas.

Bosch miro a Rider, que alzo las cejas, Tenian un plan para contactar con las amigas de Becky Verloren, pero de pronto se les presentaba una oportunidad. Bosch habia reconocido el nombre de Bailey. Una de las tres amigas con las que Becky Verloren habia pasado la tarde dos noches antes de su desaparicion se llamaba Bailey Koster.

Bosch se dio cuenta de que era mas que una oportunidad para interrogar a uno de los testigos del caso. Si no accedian a ella ya, probablemente Sable tendria noticias de Roland Mackey a traves de Stoddard. A Bosch esa posibilidad no le interesaba. Queria controlar la informacion que se daba del caso a los implicados en el.

– ?Esta aqui hoy? -pregunto Bosch-. ?Podemos hablar con ella?

Stoddard miro el reloj que habia en la pared, junto al mostrador.

– Bueno, ahora esta en clase, pero termina la jornada dentro de veinte minutos. Si no les importa esperar estoy seguro de que podran hablar con ella entonces. -No hay problema.

– Bien, le enviare un mensaje a su clase para que venga a la oficina despues de la leccion.

La senora Atkins, la secretaria, aparecio detras de Stoddard.

– De hecho, si no le importa -dijo Rider- prefeririamos ir a su aula a hablar con ella. No queremos que se sienta incomoda.

Bosch asintio. Rider iba en la misma frecuencia. No querian que la senora Sable recibiera ningun tipo de mensaje. No querian que pensara en Becky Verloren hasta que ellos estuvieran alli mirando y escuchando.

– Como ustedes prefieran -dijo Stoddard.

Se fijo en la senora Atkins, que se encontraba tras el y le pidio que explicara sus hallazgos.

– No tenemos ficha de ningun Roland Mackey que haya estudiado aqui -dijo esta.

– ?Han encontrado a alguien con ese apellido? -pregunto Rider.

– Si, un Mackey, de nombre Gregory, asistio dos anos en mil novecientos noventa y seis y noventa y siete.

Existia una posibilidad lejana de que se tratara de un hermano menor o de un primo. Podria ser necesario cotejar ese nombre.

– ?Puede ver si dispone de alguna direccion o numero de contacto de este Gregory Mackey? -pregunto Rider.

La senora Atkins miro a Stoddard en busca de aprobacion y este asintio con la cabeza. La secretaria desaparecio para ir a buscar la informacion. Bosch miro el reloj de la pared. Les sobraban casi veinte minutos.

– Senor Stoddard, ?tienen anuarios de finales de los anos ochenta a los que podamos echar un vistazo mientras esperamos para entrevistar a la senora Sable? pregunto.

– Si, por supuesto, les acompanare a la biblioteca.

De camino a la biblioteca, Stoddard los hizo pasar junto a la placa que los companeros de clase de Rebecca Verloren habian instalado en la pared del vestibulo principal. Era una simple dedicatoria con su nombre, los anos de nacimiento y defuncion y la juvenil promesa de «Siempre te recordaremos».

– Era una chica muy dulce -dijo Stoddard-. Siempre participativa. Y su familia tambien. ?Que tragedia!

Stoddard limpio con la manga de la camisa el polvo de una fotografia laminada de la sonriente Becky Verloren en la placa.

La biblioteca estaba al doblar la esquina. Habia pocos estudiantes en las mesas o revisando los estantes cuando se acercaba el final de la jornada. Stoddard les dijo en un susurro que se sentaran a una mesa y el fue hacia una estanteria. Al cabo de menos de un minuto volvio con tres anuarios y los puso en la mesa. Bosch vio que cada libro tenia la leyenda «Veritas» y el ano en la cubierta. Stoddard les entrego anuarios de 1986, 1987 y 1988.

– Estos son los ultimos tres anos -susurro Stoddard-. Recuerdo que ella asistio desde primer curso, asi que si quieren ver los anteriores, diganmelo. Estan en el estante. Bosch nego con la cabeza.

– Gracias. Con esto bastara por ahora. Volveremos a pasar por la oficina antes de irnos. De todos modos necesitamos la informacion de la senora Atkins.

– De acuerdo, entonces les dejo.

– Ah, ?podria decirnos donde esta el aula de la senora Sable?

Stoddard les dio el numero de aula y les explico como llegar hasta alli desde la biblioteca. Despues se excuso, diciendo que tenia que volver a su despacho. Antes de irse, susurro unas palabras a unos chicos que ocupaban una mesa cercana a la puerta. Los chicos cogieron las mochilas que habian dejado en el suelo y las pusieron debajo de la mesa para no impedir el paso. Algo en el modo en que habian dejado las mochilas de cualquier manera le recordo a Bosch la forma en que lo hacian los chicos de Vietnam: alli donde estaban, sin preocuparse de nada que no fuera quitarse el peso de los hombros.

Despues de que Stoddard se hubiera ido, los chicos hicieron muecas en la puerta cuando el paso.

Rider cogio el anuario de 1988 antes que Bosch, y este se quedo con la edicion de 1986. No esperaba encontrar nada de valor una vez que la senora Atkins habia acabado con su teoria de que Roland Mackey habia asistido a la escuela pero la habia abandonado antes del asesinato. Ya estaba resignado a la idea de que la conexion entre Mackey y Becky Verloren -si es que existia- habria que encontrarla en otro sitio.

Hizo los calculos mentalmente y paso el anuario hasta que encontro las fotos de octavo curso. Rapidamente descubrio la foto de Becky Verloren. Llevaba coletas y aparatos en los dientes. Sonreia, pero daba la impresion de que estaba empezando ese periodo de incomodidad prepubescente. Reviso las fotos de grupo que mostraban diferentes clubes y organizaciones de alumnos a fin de determinar sus actividades extracurriculares. Becky jugaba al futbol y tambien aparecia en las fotos de los clubes de arte y ciencia, asi como en las de los representantes del alumnado en el consejo escolar. En todas las fotografias estaba siempre en la fila de atras y hacia un lado. Bosch se pregunto si era el lugar donde la colocaba el fotografo o bien se sentia comoda alli.

Rider se estaba tomando su tiempo con la edicion de 1988. Iba pasando pagina por pagina, y en un momento dado sostuvo el volumen para que Bosch lo viera cuando estaba mirando la seccion del claustro. Senalo la foto de un joven Gordon Stoddard, con el pelo mucho mas largo y sin gafas. Tambien era mas delgado y parecia mas fuerte.

– Miralo -dijo Kiz-. Nadie deberia hacerse mayor.

– Y todo el mundo tendria que tener la oportunidad de hacerlo.

Bosch paso al anuario de 1987 y vio fotos de Becky Verloren como una jovencita que parecia estar floreciendo. Su sonrisa era mas plena, mas confiada. Si todavia llevaba aparatos en los dientes ya no resultaban visibles. En las fotos de grupo se habia situado delante y en el centro. En las fotos del consejo escolar todavia no era una delegada de clase, pero tenia los brazos cruzados en ademan de quien se sabe importante. Su pose y su mirada sin pestanear a la camara le decian a Bosch que iba a llegar lejos. Solo que alguien la habia parado.

Bosch hojeo unas cuantas paginas mas y cerro el anuario. Estaba esperando que sonara la campana para poder ir a entrevistar a Bailey Koster Sable.

– ?Nada? -pregunto Rider.

– Nada de valor -dijo-, pero esta bien verla en aquellos momentos. En su sitio. En su elemento.

– Si, mira esto.

Estaban sentados uno enfrente del otro. Ella giro el anuario de 1988 en la mesa para que el pudiera verlo. Finalmente Kiz habia llegado a la clase de segundo curso. La mitad superior de la pagina mostraba a la derecha a

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