– Frank Simmons de Fresno -dijo Bosch como si tratara de recordar el nombre-. No creo que lo conociera.
– Es buen tio.
Bosch asintio.
– Habia un tipo que entro unas semanas antes de que yo saliera de alli -dijo-. Oi que era de Fresno, pero, tio, no me quedaba mucho y no iba a conocer a mas gente, ?entiendes?
– Si, claro.
– ?Tu amigo tenia el pelo oscuro y muchas cicatrices de granos en la cara y tal?
Mackey empezo a sonreir y asintio.
– ?Es el! Ese es Frank. Soliamos llamarle Caracrater.
– Seguro que le encantaba.
La grua giro en Tampa y enfilo hacia el norte. Bosch sabia que tal vez dispondria de mas tiempo con Mackey en el taller mientras le reparaban el neumatico, pero no podia contar con eso. Podia haber otra llamada para la grua o un sinfin de otras distracciones. Tenia que terminar su actuacion y plantar la semilla mientras estuviera solo con el objetivo. Cogio el periodico y lo sostuvo en el regazo, mirando hacia abajo como si estuviera leyendo los titulares, buscando una manera natural de girar la conversacion directamente hacia el articulo de Verloren.
Mackey levanto la mano derecha del volante y se quito un guante mordiendose uno de los dedos. Le recordo a Bosch la forma en que lo haria un nino. Mackey entonces extendio la mano a Bosch.
– Soy Ro, por cierto.
Bosch nego con la cabeza.
– ?Ro?
– De Roland. Roland Mackey. Encantado de conocerte.
– George Reichert -dijo Bosch, dando el nombre que se le habia ocurrido ese mismo dia despues de mucho pensar.
– ?Reichert? -dijo Mackey-. Aleman, ?verdad?
– Significa «corazon del Reich».
– Guapo. Y supongo que eso explica el Mercedes. ?Sabes? Estoy con coches todo el puto dia. Puedes decir muchas cosas de la gente por los coches que conducen y como los cuidan.
– Supongo.
Bosch asintio con la cabeza. Vio el camino directo a su objetivo. Una vez mas, Mackey le habia ayudado sin darse cuenta.
– Ingenieria alemana -dijo Bosch-. Los mejores fabricantes de coches del mundo. ?Que coche llevas tu cuando no estas en este camion?
– Estoy restaurando un Camaro del setenta y dos. Ira fino, fino cuando termine.
– Buen ano -propuso Bosch.
– Si, pero no compraria nada hecho en Detroit ahora. ?Sabes quien esta haciendo nuestros coches ahora mismo? Putos monos. No conduciria uno, y menos aun pondria mi familia alli.
– En Alemania -comento Bosch-, entras en una fabrica y todo el mundo tiene ojos azules, ?entiendes? He visto fotos.
Mackey asintio de manera pensativa. Bosch considero que era el momento de hacer el movimiento adecuado. Desdoblo el periodico en su regazo. Lo levanto de manera que toda la primera pagina, y el articulo de Verloren completo estaban a la vista.
– Hablando de monos -dijo-. ?Has leido este articulo?
– No. ?Que dice?
– Esta madre sentada en una cama llorando por su hijita negra a la que mataron hace diecisiete anos. Y la pasma sigue en el caso. Pero, quiero decir, ?a quien le importa, tio?
Mackey miro el diario y vio la foto con la imagen insertada del rostro de Rebecca Verloren. Pero no dijo nada y su propia cara no delataba ningun reconocimiento. Bosch bajo el diario para no ser demasiado obvio al respecto. Lo doblo otra vez y lo dejo en el asiento que habia entre ellos. Forzo la situacion otra vez.
– Joder, mezclas las razas asi y ?que esperas conseguir? -pregunto.
– Exactamente -dijo Mackey.
No era una replica fuerte. Era casi vacilante, como si Mackey estuviera pensando en otra cosa. Bosch lo tomo como una buena senal. Quiza Mackey acababa de sentir el dedo gelido del miedo en la espalda. Quizas era la primera vez en diecisiete anos.
Bosch decidio que lo habia hecho lo mejor posible. Si insistia podia cruzar la frontera de la obviedad y delatarse. Decidio circular el resto del camino en silencio, y Mackey parecio tomar la misma decision.
Sin embargo, al cabo de unas manzanas, Mackey viro el camion en el segundo carril para adelantar a un Pinto lento.
– ?Puedes creer que todavia queden coches asi en la calle? -dijo.
Al adelantar al pequeno vehiculo, Bosch vio a un hombre de origen asiatico acurrucado tras el volante. Penso que podia ser camboyano.
– Lo suponia -dijo Mackey al ver al conductor-. Mira.
Mackey se coloco de nuevo en el carril original apretando al Pinto entre el Mercedes remolcado y una fila de coches aparcados en el bordillo. El conductor del Pinto no tuvo otra opcion que hundir el pie en el freno. La risa de Mackey ahogo el debil bocinazo del Pinto.
– ?Jodete! -dijo Mackey-. ?Vuelve a tu puta barca!
Miro a Bosch para buscar apoyo, y este sonrio. Fue lo mas duro que habia tenido que hacer en mucho tiempo.
– Eh, tio, que era mi coche con lo que casi le das a ese tipo -dijo en una protesta falsa.
– Eh, ?estuviste en Vietnam? -pregunto Mackey.
– ?Por que?
– Estuviste alli, ?verdad?
– ?Y?
– Y, tio, tenia un amigo que estuvo alli. Decia que aplastaban a esos tipos como si nada. Una docena para desayunar y otra docena para comer. Ojala hubiera estado alli, es lo unico que digo.
Bosch aparto la mirada hacia la ventanilla lateral. La afirmacion de Mackey habia dejado abierta una puerta para que preguntara por pistolas y matar a gente, pero Bosch no podia permitirse llegar tan lejos. De repente, solo queria separarse de Mackey.
Sin embargo, Mackey continuo hablando.
– Trate de alistarme para ir al Golfo, la primera vez, pero no me aceptaron. Bosch se recupero y volvio a la carga.
– ?Por que no? -pregunto.
– No lo se. Supongo que necesitaban guardarle el sitio a un negro.
– O puede que tuvieras antecedentes.
Bosch se habia girado para mirarlo al decirlo. Inmediatamente penso que habia sonado demasiado acusatorio. Mackey giro el cuello y mantuvo la mirada lo mas posible hasta que tuvo que volver a concentrarse en la calle.
– Tengo antecedentes, tio, ?y que? De todas formas podrian haberme usado alli.
La conversacion murio alli, y al cabo de unas manzanas estaban aparcando en el taller.
– No creo que tengamos que ponerlo en el garaje -dijo Mackey-. Arana puede sacar la rueda mientras lo tengo colgado. Lo haremos deprisa.
– Lo que quieras -dijo Bosch-. ?Estas seguro de que no se ha ido todavia?
– No, es ese de ahi.
Cuando la grua entro en el garaje, un hombre salio de las sombras y se dirigio a la parte posterior del camion. Llevaba un destornillador electrico en una mano y con la otra tiraba de la manguera de aire. Bosch vio el tatuaje en el cuello. Azul carcelario. Algo en el rostro del hombre inmediatamente le sono familiar. En un momento de panico penso que conocia al tipo porque habia tratado con el como policia. Lo habia detenido o interrogado antes, quizas incluso lo habia enviado a la prision donde le habian hecho el tatuaje.
Bosch comprendio que tenia que mantenerse alejado del hombre llamado Arana. Saco el telefono del cinturon.
– ?Te importa si me quedo aqui sentado y hago una llamada? -le pregunto a Mackey, que estaba saliendo del