Bosch asintio. Sabia que su companera tenia razon. No tenian pruebas en ese momento, y para el caso podrian no tenerlas nunca. Mackey, el unico vinculo directo que tenian con Verloren, estaba muerto. Las propias acciones de Bosch lo habian perdido. Ahora tendrian que retroceder en el tiempo e investigar a fondo a Burkhart en busca de algo que se pasara por alto o se desconociera diecisiete anos antes. La completa depresion de la situacion del caso le estaba cayendo a plomo.

Abrio el telefono y llamo otra vez a Marcia.

– ?Algo?

– Nada, Harry. Ningun telefono, ninguna prueba, nada.

– Vale. Solo para que lo sepais, vamos a soltado. Podria aparecer por alli dentro de un rato.

– Genial. No le va a gustar lo que se va a encontrar.

– Bien.

Bosch cerro el telefono y miro a Rider. Los ojos de ella contaban la historia. Desastre. Sabia que la habia deprimido. Por primera vez penso que tal vez Irving tenia razon, quiza no deberia haber vuelto.

– Voy a decirle que es un hombre libre -dijo.

Despues de que se alejara, Rider lo llamo.

– Harry, no te culpo.

Bosch la miro.

– Yo aprobe todos los pasos que dimos. Era un buen plan.

Bosch asintio.

– Gracias, Kiz.

35

Bosch fue a su casa a ducharse, cambiarse de ropa y quiza cerrar un rato los ojos antes de dirigirse de nuevo al centro para la reunion de la unidad. Una vez mas condujo a traves de una ciudad que apenas se estaba despertando. Y una vez mas le parecio grotesca, llena de aristas afiladas y miradas severas. Ahora todo le parecia grotesco.

Bosch no deseaba que llegara la reunion de la unidad. Sabia que todas las miradas estarian puestas en el. Todo el mundo en Casos Abiertos comprendia que a partir de ese momento sus acciones serian analizadas y cuestionadas a posteriori despues de la muerte de Mackey. Tambien entendian que si estaban buscando una razon que constituyera una amenaza potencial a sus carreras no tenian que buscar muy lejos.

Bosch dejo las llaves en la encimera de la cocina y escucho el contestador. No habia mensajes. Miro su reloj y determino que disponia de al menos un par de horas antes de salir hacia el Pacific Dining Car. Mirar la hora le recordo el ultimatum que le habia dado a Irving durante su cnfrontacion en el pasillo, fuera de Robos y Homicidios. Pero Bosch dudaba de que tuviera noticias de Irving o McClellan. Al parecer, todo el mundo calaba sus faroles.

Era consciente de que, con todo lo que pesaba sobre el, dormir un par de horas no era una opcion realista. Se habia llevado a casa el expediente y los archivos acumulados. Decidio que trabajaria en ellos. Sabia que cuando todo lo demas se torcia siempre quedaba el expediente del caso. Tenia que mantener la mirada fija en la presa. El caso.

Puso en marcha la cafetera, se dio una ducha de cinco minutos y empezo a trabajar releyendo el expediente mientras en el reproductor de discos compactos sonaba una version remezclada de Kind Of Blue.

Le machacaba la sensacion de que se estaba perdiendo algo que tenia delante de las narices. Sentia que se veria acosado por el caso, que cargaria con el para siempre, a no ser que lo desmenuzara y encontrara lo que faltaba. Y sabia que si tenia que encontrarlo en algun sitio seria en el expediente.

Decidio que esta no leeria los documentos en el orden en que se los habian presentado los primeros investigadores del caso. Abrio las anllas y saco los documentos. Empezo a leerlos en orden aleatorio, tomandose su tiempo, asegurandose de que asimilaba cada nombre, cada palabra, cada foto.

Al cabo de quince minutos estaba mirando otra vez las fotos del dormitorio de Rebecca Verloren cuando oyo que la puerta de un coche se cerraba delante de su casa. Con curiosidad por saber quien aparcaria tan temprano se levanto y se acerco a la puerta. A traves de la mirilla vio a un hombre solo que se aproximaba. Era dificil verlo con claridad a traves de la lente convexa de la mirilla. Bosch abrio la puerta de todos modos antes de que el hombre tuviera la oportunidad de llamar.

Al hombre no le sorprendio que su aproximacion hubiera sido vista. Bosch podia asegurar por su actitud que era poli.

– ?McClellan?

Este asintio.

– Teniente McClellan. Y supongo que usted es el detective Bosch.

– Podria haber llamado.

Bosch retrocedio para dejarle pasar. Ninguno de los dos hombres tendio la mano. Bosch penso que era tipico de Irving emviar al hombre a la casa. Se trataba de un procedimiento estandar en la estrategia intidatoria del «se donde vives».

– Pense que seria mejor que hablaramos cara a cara -dijo McClellan.

– ?Penso? ?O lo penso el jefe Irving?

McClellan era un hombre alto, con cabello rubio casi transparente y mejillas rubicundas. A Bosch se le ocurrio que podria describirse como bien alimentado. Sus mejillas se tornaron de un tono mas oscuro ante la pregunta de Bosch.

– Mire, he venido a cooperar con usted, detective.

– Bien. ?Puedo ofrecerle algo? Tengo agua.

– Agua estara bien.

– Sientese.

Bosch fue a la cocina, saco del armario el vaso mas sucio de polvo y lo lleno de agua del grifo. Apago el interruptor de la cafetera. No iba a dejar que McClellan se sintiera a gusto.

Cuando volvio a la sala de estar, McClellan estaba contemplando el paisaje a traves de las puertas correderas de la terraza. El aire era claro en el paso de Sepulveda. Pero todavia era temprano.

– Bonita vista -dijo McClellan.

– Lo se. No veo que lleve ninguna carpeta en la mano, teniente. Espero que no sea una visita de cortesia como las que le hizo a Robert Verloren hace diecisiete anos.

McClellan se volvio hacia Bosch y acepto el vaso de agua y el insulto con la misma impavidez.

– No hay archivos. Si los habia, desaparecieron hace mucho tiempo.

– ?Y que? ?Ha venido a convencerme con sus recuerdos?

– De hecho, tengo una gran memoria de aquel periodo. Ha de entender una cosa. Yo era detective de primer grado asignado a la UOP. Si me daban un trabajo, lo hacia. No se cuestionan las ordenes en esa situacion. Si lo haces, estas fuera.

– Asi que era un buen soldado que hacia su trabajo. Entiendo. ?Y los Ochos de Chatsworth y el asesinato Verloren? ?Que hay de las coartadas?

– Habia ocho actores principales en los Ochos. Los descarte a todos. Y no crea que queria exonerarlos a todos y asi lo hice. Me pidieron que viera si alguno de esos capullos podia estar implicado. Y lo comprobe, pero todos estaban limpios…, al menos del asesinato.

– Hableme de William Burkhart y Roland Mackey.

McClellan tomo asiento en una silla que habia junto a la television. Dejo el vaso de agua, del que todavia no habia bebido, en la mesa de centro. Bosch corto a Miles Davis en medio de Freddie Freeloader

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