dias. La ciudad se habia quedado sin gobierno. En el transcurso de un brevisimo espacio de tiempo habia perdido los aeroplanos, la bateria antiaerea, la sirena de alarma, la casa publica, el proyector y las monjas.

Atraida durante un tiempo por la aventura, despues de conocer el sabor del cielo y de los peligros internacionales, la ciudad se sentia aturdida y se refugiaba de nuevo en sus viejas piedras. Sus vinculos con el cielo se habian quebrado de modo definitivo. La lluvia y el viento se esforzaban por devolver el sueno a sus miembros alterados. Aun estaba desquiciada. Los aviones desconocidos que la sobrevolaban ahora no la conocian o fingian no conocerla. Volaban a gran altura dejando atras un murmullo de menosprecio.

Una de aquellas mananas, dona Pino, despues de cerrar con cuidado la puerta, salio a la calle.

– ?Donde vas, querida Pino? -le pregunto desde la ventana la mujer de Bido Sherif.

– De boda.

– ?De boda? ?Pero quien se casa en estos tiempos?

– Se casan -respondio dona Pino-, la gente se casa en todos los tiempos.

El hecho de que dona Pino fuera de boda significaba que la ciudad era capaz de vivir sin gobierno. No obstante, los tiempos eran inciertos, como todos los periodos transitorios. Las normas de vida se habian roto. El juzgado no funcionaba. El periodico no salia a la calle. Ya no habia ni bandos del ayuntamiento, ni carteles, ni ordenanzas. Las noticias, tanto nacionales como internacionales, corrian de boca en boca. Su fuente principal era una vieja, desconocida hasta entonces, cuyo nombre se difundio rapidamente durante aquellos dias sin rostro. Se llamaba Sose, pero la mayoria la llamaba la «vieja noticia».

Deambulaban por la ciudad los evadidos de la carcel, algunos leprosos y tambien algunos rostros desconocidos. Todo era cambiante e indefinido. Las plazas, las callejas, las columnas, guardaban su secreto. La desconfianza de las puertas era manifiesta. Las ventanas, cubiertas por mantas desde el tiempo de los bombardeos, habian quedado marginadas de la vida. Los dias eran frios, sin rostro. Solo las chimeneas llevaban una vida verdaderamente intensa. Fue entonces cuando reaparecio Xexo. Los repiqueteos de la puerta me golpearon la cabeza como un martillo. Quise esconderme, desaparecer, pero ya era inutil. Subia las escaleras, jadeante. Los miedos, las noticias, los sucesos correteaban ante ella como pequenos gatos negros. Era verdaderamente inutil.

– ?Ah, Xexo! -dijo la abuela.

– ?Ah, Xexo! -dijo mama.

– ?Como estas, Xexo? -dijo papa-. ?Donde te has metido durante tanto tiempo?

Xexo no respondio. Como de costumbre, se dirigio de inmediato a la abuela.

– ?Has visto, querida Selfixe, como resulto lo que yo decia? ?Has visto que nos ha enviado el Senor, o no? Te lo adverti, Selfixe: va a manar agua negra de la tierra. Y ahi lo tienes: salio agua negra. ?Has visto los hoyos de las bombas en Hazmurat? ?Y en Mechite? ?Y en Palorto de arriba? Agua negra por todas partes.

– ?Como es el agua negra? -pregunte en voz baja a mama.

– El agua negra sale de la tierra cuando caen las bombas -respondio.

– Pero este pueblo no cambia, no cambia -grito Xexo con voz ronca, amenazante-. ?Te has enterado? Han robado el brazo del ingles del mu… mu…, como se llame…

– El museo -dijo papa.

– Lo han robado, Selfixe. Lo han robado.

– Pero ?quien?, ?por que? -pregunto mama.

– ?Por que va a ser? Porque estan poseidos por el diablo, querida. Porque este es el tiempo del maligno. Todo en esta hora se vuelve del reves. Dios nos arrojo un brazo ingles, pero espera y veras cuando nos tire barbas alemanas, unas judias y narices de negros.

Xexo hablo y hablo durante largo rato. Mientras lo hacia, yo intentaba imaginar como se las ingeniaria Dios para conseguir que nevara unas, pelos, barbas y narices. Pensaba tambien en el maligno. En cuanto se marchara Xexo le preguntaria a la abuela por el. ?Por que se habia descarriado? ?Por donde iba y quien le prohibia andar por el buen camino? Quiza se hubiera vuelto malo precisamente porque no lo dejaban andar por el camino recto. Cualquiera, si le prohibes que ande por el camino recto, se vuelve malo. Sentia lastima del maligno, de aquel pobre descarriado.

Por la calle pasaba Maksut. Llevaba una cabeza bajo el brazo que me resultaba conocida. Hacia tiempo que no veia a su bonita esposa. Hasta que llegara la primavera y saliera de nuevo al porche deberia pasar mucho tiempo. En su casa debia de haberse levantado ya toda una piramide de cabezas cortadas, como las de Gengis Khan. ?Que estara haciendo… rgarita? (Su silueta, su cara, su nombre, acudieron amputados a mi memoria, como un pan roido por los ratones.)

Xexo se fue. Las sospechas respecto al robo del brazo del ingles recayeron en principio sobre Qani Kekez, despues sobre el cronista Xivo Gavo. Otros sospechaban de un granuja de Varosh. Decian que era posible que hubiera vendido el brazo a un monasterio situado mas alla de la montana.

La ciudad se ocupaba de sucesos infimos, irrelevantes. El vagabundo Lame Kareco Spiri vagaba por las calles, borracho, suspirando por el burdel.

– Lo han cerrado, lo han cerrado -decia lloriqueando-. Mi calido refugio, mi nido. Mi pequena casa alfombrada de plumas. Me la han cerrado, amigos, me la han cerrado. ?Que voy a hacer yo ahora, pobre de mi? ?Donde voy a refugiar mis huesos en estas noches de invierno? Llukan Burgamadhi se unia a el con frecuencia. -Mi calido refugio, mi nido de plumas -repetia mimeticamente Llukan.

– ?Largaos, bribones, no teneis verguenza! -les gritaban las viejas-. Despenaos por ahi.

– ?Ay, nidito mio perdido! ?O sole miol -suspiraba como chalado Lame Kareco Spiri, lanzando besos a las viejas con la mano.

– ?Largate, perdido! ?Asi te parta un rayo y te borre de la superficie de la tierra!

– Como si las estrellas no brillaran, como si el sol se hubiera apagado.

– Como si el sol se hubiera apagado -repetia Llukan. -?Que os abrase a los dos, malditos! Era en verdad un periodo de monotonia. Todo se arrastraba por el suelo. Las vacas seguian pastando en el campo del aeropuerto. Dino Chicho habia interrumpido sus investigaciones. Su imaginacion decaia.

Precisamente en esta fase de somnolencia, la ciudad intento una vez mas restablecer contacto con el gran mundo y lo hizo mediante el viejo antiaereo de la fortaleza.

El canon, abandonado desde los tiempos de la monarquia en la torre occidental de la fortaleza, se divisaba desde cualquier rincon de la ciudad. Su largo cuello, con cierto cansancio, apuntaba siempre hacia el cielo. Era un objeto familiar y querido por todos, igual que su vecino, el viejo reloj instalado en la otra torre, muy cerca. Pero con el paso de los anos, la gente habia olvidado casi la utilidad de aquel largo canon, con sus manivelas, ruedecillas y mecanismos que habia en su base. Desde el momento de su inauguracion (los viejos recordaban perfectamente la fiesta que habia organizado el ayuntamiento, los discursos patrioticos, la musica, las botellas de cerveza y al gitano Lamche que, despues de emborracharse como una cuba, se habia tirado desde el muro de la fortaleza y se habia hecho trizas sobre el camino) el antiaereo no habia disparado nunca.

El dia del primer bombardeo, cuando tras el susto inicial la gente se escondio en los sotanos, en el fondo de sus conciencias refulgio debilmente el recuerdo del arma. Recordaron que aquel largo tubo metalico, aquellos instrumentos y mecanismos que llevaban el nombre de antiaereo estaban hechos precisamente para una oportunidad como aquella. Les resulto casi como una revelacion y entonces se preguntaron unos a otros, algunos con sorpresa, otros con irritacion:

– ?Y nuestro antiaereo? ?Por que no ha disparado nuestro antiaereo?

– Es verdad, la ciudad tiene un antiaereo. ?Por que no se ha oido funcionar?

La primera desilusion fue amarga, sobre todo para nosotros, los chiquillos. Cuando la gente volvio a salir a la calle, volvian la cabeza hacia la torre occidental, donde su tubo continuaba perfilandose, cansado y macizo, sobre el fondo del cielo.

Por la tarde se supo la verdad sobre el silencio del antiaereo: tenia un defecto. Los mecanicos del ayuntamiento comenzaron a trabajar aquella misma noche en su reparacion. Al dia siguiente por la manana, las mujeres se preguntaban unas a otras desde las ventanas:

– ?Lo han arreglado?

– No, aun no.

– ?Por que no?

La pregunta se repitio en todas partes. Cada manana, cada tarde, cada noche. El defecto era, al parecer, grave. Entonces llego la bateria antiaerea, la que derribo luego al primer avion ingles. Dos dias mas tarde, el viejo

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