Los Gemelos ya estaban muertos en cuanto Win entro en escena.
La peor parte era que Myron ya no sentia nada por eso. Se lo sacudia de encima. Y cuando empezo a sentirse asi, cuando supo que matarlos era lo mas prudente y sus ojos ya no le obsesionarian durante la noche…, fue cuando supo que habia llegado la hora de dejarlo. Rescatar personas, moverse en esa linea tenue entre el bien y el mal te iba despojando poco a poco del alma.
O puede que no.
Tal vez moverse en esa linea, ver al otro lado de ella te hacia mas realista. El hecho es que un millon de Orville, el Profesor de Arte o Jeb el Lazos no valian la vida de un solo inocente, de una Brenda Slaughter, una Aimee Biel o una Katie Rochester, o, en el extranjero, la vida de su hijo soldado, Jeremy Downing.
Sentir esto puede parecer amoral, pero era asi. Tambien aplicaba esta forma de pensar a la guerra. En sus momentos mas sinceros, en los que no se atrevia a hablar en voz alta, Myron no se angustiaba mucho por los civiles que se buscaban la vida en algun desierto dejado de la mano de Dios. No le importaba que obtuvieran la democracia y la libertad, que sus vidas mejoraran. Lo que le importaba de verdad eran los chicos como Jeremy. Que maten a cien, a mil del otro bando, si es necesario. Pero que nadie haga dano a mi hijo.
Myron se sento frente a Rochester.
– No le he mentido. Intento localizar a Aimee Biel.
Rochester solo le miro.
– ?Sabe que las dos chicas usaron el mismo cajero?
Rochester asintio.
– Tiene que haber una razon para que lo hicieran. No es una coincidencia. Los padres de Aimee no conocen a su hija. Tampoco creen que la conozca Aimee.
Por fin Rochester hablo.
– Pregunte a mi esposa y a mis hijos -dijo en voz baja-, y no creian que Katie conociera a Aimee.
– Pero las dos chicas iban al mismo instituto -dijo Myron.
– Es un instituto muy grande.
– Hay una relacion. Tiene que haberla. La estamos pasando por alto. Necesito que usted y su familia se pongan a buscar esa relacion. Pregunten a los amigos de Katie. Busquen entre sus cosas. Algo vincula a su hija y Aimee. Si lo descubrimos, estaremos mas cerca.
– No va a matarme -dijo Rochester.
– No.
Sus ojos se movieron hacia arriba.
– Su amigo hizo lo que debia. Matar a los Gemelos, quiero decir. De haberlos dejado marchar, habrian torturado a su madre hasta que hubiera maldecido el dia que le pario.
Myron decidio no hacer comentarios.
– Fue una estupidez contratarlos -dijo Rochester-. Pero estaba desesperado.
– Si busca mi perdon, vayase a la mierda.
– Solo quiero que lo entienda.
– No quiero entender -dijo Myron-. Quiero encontrar a Aimee Biel.
Myron tuvo que ir a urgencias. El medico miro el mordisco de su pierna y meneo la cabeza.
– Por Dios, ?es que le ha atacado un tiburon?
– Un perro -mintio Myron.
– Deberia matarlo.
– Ya esta hecho -intervino Win.
El medico lo suturo y despues lo vendo, lo cual dolio de mala manera. Dio antibioticos a Myron y algunos analgesicos para el dolor. Cuando se marcharon, Win se aseguro de que Myron todavia llevara la pistola. La llevaba.
– ?Quieres que me quede? -pregunto Win.
– Estoy bien. -El coche acelero en Livingston Avenue-. ?Te has deshecho de esos dos?
– Para siempre.
Myron asintio. Win le miro a la cara.
– Les llaman los Gemelos -dijo Win-. El mayor, el del lazo, te habria mordido primero los pezones. Asi es como se calientan. Primero un pezon y despues el otro.
– Entiendo.
– ?No me das un sermon por pasarme?
Myron se palpo el pecho.
– Me gustan mucho mis pezones.
Era tarde cuando Win le dejo en casa. Cerca de la puerta Myron encontro el movil en el suelo, donde habia caido. Miro el identificador de llamadas. Habia un monton de llamadas perdidas, casi todas del trabajo. Estando Esperanza en Antigua de luna de miel, deberia haber estado localizable. Pero era demasiado tarde para preocuparse por eso.
Ali tambien le habia llamado.
Hacia un siglo le habia dicho que pasaria a verla esa noche. Habian bromeado sobre la «siesta» tardia que harian juntos. Caramba, ?era posible que hubiera sido hoy?
Dudo en esperar a la manana siguiente, pero Ali podia estar preocupada. Ademas, seria agradable, realmente agradable, oir la calidez de su voz. Lo necesitaba, en ese dia enloquecedor, agotador y doloroso. Le dolia todo. La pierna no paraba de palpitar.
Ali contesto al primer timbre.
– Eh, espero no haberte despertado.
Su voz no era calida.
– ?Cuando?
Myron cerro los ojos.
– Maldita sea. No queria involucrarla en esto.
– Lo siento.
– ?Que me llamaran?
– Las oi hablar de que habian ido en coche con un chico borracho. No queria que volvieran a hacerlo.
El abrio la boca, pero no le salio nada.
– No fue planeado, Ali.
Hubo un silencio. A Myron no le gusto.
– ?Estamos bien? -pregunto.
Myron sintio un vuelco en el estomago.
– Bueno -dijo el, arrastrando la palabra-, supongo que no hay otra oportunidad para la siesta.
– Lo se.