ante su escritorio en la ciudad, con el telefono sujeto entre el hombro y la oreja, enrollando y desenrollando las mangas de la camisa con los dedos, el cuello cada vez mas apretado porque su ego le impedia reconocer que necesitaba una talla mas.

Su vecino, el bicho raro llamado Freddy Sykes, debia de estar en casa a esa hora.

Charlaine echo una mirada al espejo. No lo hacia a menudo. No necesitaba recordarse que tenia mas de cuarenta anos. La imagen que le devolvio la mirada desde el espejo presentaba aun unos contornos bien proporcionados, supuso, gracias en parte sin duda a las asas del sosten; pero lo que en su dia se habia considerado curvilineo y turgente se habia debilitado y reblandecido. Aunque tambien era cierto que Charlaine hacia ejercicio. Iba a clase de yoga -siendo el yoga este ano el sustituto del tae bo o el step- tres dias por semana. Se mantenia en forma, luchando contra lo evidente y lo invencible, sin cejar siquiera al ver que se le escapaba de las manos.

?Que le habia pasado?

«Olvidate del fisico por un instante», se dijo. De joven, Charlaine Swain derrochaba energia. Disfrutaba de la vida. Era ambiciosa e iba a por todas. Lo decia todo el mundo. Siempre habia una chispa en Charlaine, una electricidad en el aire cerca de ella, y eso en algun momento, por alguna razon, la vida -el simple hecho de vivir- se lo habia apagado.

?La culpa era de los ninos? ?De Mike? En otros tiempos el nunca se saciaba de ella, y al verla con un modelo como ese se le habria hecho la boca agua y habria abierto los ojos de par en par. Ahora el apenas si alzaba la vista cuando ella pasaba por su lado.

?Eso cuando habia empezado?

No podia precisarlo. Sabia que el proceso habia sido gradual, el cambio muy lento, apenas discernible, hasta convertirse lamentablemente en un hecho consumado. No habia sido solo culpa de el. Eso ella lo sabia. Su propio deseo habia menguado, sobre todo durante los embarazos, la lactancia, el posterior agotamiento de la crianza. Era normal, suponia. Todo el mundo pasaba por eso. Aun asi, lamentaba no haberse esforzado mas antes de que los cambios pasajeros se consolidasen en forma de apatia cronica.

Los recuerdos, sin embargo, seguian alli. Mike antes la cortejaba. La sorprendia. La deseaba. Antes -y si, esto puede parecer ordinario- arremetia contra su cuerpo. Ahora lo que queria era eficacia, algo mecanico y preciso: la oscuridad, un grunido, un desahogo, dormir.

Cuando hablaban, era sobre los ninos: los horarios de las clases, las horas de recogida, los deberes, las visitas al dentista, los partidos de la liga infantil, el programa de baloncesto, las citas con los amigos. Pero eso tampoco era solo culpa de Mike. Cuando Charlaine tomaba un cafe con las mujeres del barrio -los encuentros de mamas en el Starbucks-, las conversaciones eran tan empalagosas, tan aburridas, tan circunscritas a los ninos, que le entraban ganas de gritar.

Charlaine Swain se estaba asfixiando.

Su madre -la ociosa reina de las comidas en el club de campo- le dijo que asi era la vida, que Charlaine tenia todo lo que podia desear una mujer, que sus expectativas simplemente no eran realistas. Lo mas triste era que Charlaine se temia que su madre no andaba desencaminada.

Se miro el maquillaje. Se puso mas lapiz de labios y colorete y luego se echo hacia atras y se examino. Si, parecia una puta. Cogio un Percodan, el equivalente para las mamas de un aperitivo, y se lo trago. A continuacion se miro mas atentamente en el espejo, incluso entrecerrando los ojos.

?Seguia alli, en alguna parte, la Charlaine de antes?

Se acordo de una mujer que vivia a dos manzanas, una encantadora madre de dos hijos como Charlaine. Dos meses atras, esa encantadora madre de dos hijos se acerco a las vias de ferrocarril de Glen Rock y se suicido plantandose delante del tren de las once y diez de la manana de la linea de Bergen en direccion sur. Una historia horrenda. Todo el mundo hablo de ello durante semanas. ?Como pudo esa mujer, esa encantadora madre de dos hijos, abandonarlos asi? ?Como pudo ser tan egoista? Y sin embargo, mientras Charlaine la criticaba con sus companeras de las zonas residenciales, sintio una pequena punzada de celos. Para esa encantadora madre todo habia acabado. Eso debia de representar cierto alivio.

?Donde estaba Freddy?

De hecho, Charlaine esperaba con impaciencia los encuentros de los martes a las diez, y tal vez eso fuera lo mas triste. Su primera reaccion al descubrir que Freddy la espiaba fue de asco y rabia. ?Cuando y como se convirtio eso en aceptacion e incluso, que Dios la perdonase, en excitacion? No, penso. No era excitacion. Era… algo. Solo eso. Era una chispa. Era algo que podia sentir.

Espero a ver levantarse el estor de Freddy.

No se levanto.

Era extrano. Pensandolo bien, Freddy Sykes nunca bajaba los estores. Los jardines traseros de ambas casas eran colindantes, de modo que solo ellos se veian por las ventanas. Freddy nunca bajaba el estor de atras. ?Para que?

Miro las demas ventanas. Todos los estores estaban bajados. ?Que curioso! Las cortinas de lo que suponia que era la leonera -nunca habia pisado esa casa, claro- estaban corridas.

?Se habria marchado Freddy de viaje?

Charlaine Swain vio su reflejo en la ventana y sintio una nueva oleada de verguenza. Cogio una bata -el albornoz raido de su marido- y se la puso. Se pregunto si Mike tenia una amante, si otra mujer habia consumido ese impulso sexual que antes era insaciable, o si simplemente ella habia dejado de interesarle. Se pregunto que era peor.

?Donde estaba Freddy?

?Y que degradante, que patetico, que bajo habia caido para que una cosa asi significase tanto para ella! Se quedo mirando la casa.

Algo se movio.

Muy ligeramente. Una sombra se habia deslizado por un estor. Sin duda era un movimiento. Tal vez, solo tal vez, Freddy estaba espiando, aumentando, por asi decirlo, su nivel de excitacion. Podia ser eso, ?no? Muchos mirones se excitaban con los aspectos furtivos de su accion, con el espionaje en si. Tal vez el no queria que ella lo viera. Tal vez la estaba mirando en ese mismo momento, a escondidas.

?Seria eso?

Se desato el albornoz, se descubrio los hombros y lo dejo caer. Olia a sudor de hombre y a los vestigios de la colonia que le habia regalado a Mike hacia… ?cuanto? ?Ocho, nueve anos? Charlaine sintio que le ardian los ojos por las lagrimas. Pero no aparto la mirada.

De pronto aparecio otra cosa entre los estores. Algo… ?azul?

Entorno los ojos. ?Que era?

Los prismaticos. ?Donde estaban? Mike tenia una caja llena de cachivaches en su armario. La encontro, busco entre un revoltijo de cables y enchufes, y desenterro los Leica. Se acordo de cuando los compraron. Fue en un crucero por el Caribe. Habian hecho escala en una de las islas Virgenes -no recordaba cual- y la compra habia sido espontanea. Por eso se acordaba de la compra de los prismaticos, por la espontaneidad de un acto tan trivial.

Charlaine se llevo los prismaticos a los ojos. Enfocaban automaticamente, asi que no tuvo que ajustados. Tardo un poco en encontrar la rendija entre la ventana y el estor. Pero la mancha azul estaba alli. Vio el parpadeo y cerro los ojos. Tenia que haberlo adivinado.

La television. Freddy habia encendido la television.

Estaba en casa.

Charlaine permanecio inmovil. Ya no sabia como se sentia. Estaba otra vez embotada. Su hijo Clay cantaba una cancion de la pelicula Shrek de alguien que se dibujaba una P con los dedos en la frente. Perdedor. Eso era Freddy Sykes. Y ahora Freddy, ese bicho raro, ese perdedor con una P mayuscula en la frente, preferia ver la television a contemplar su cuerpo en ropa interior.

Pero alli seguia habiendo algo raro.

Todos esos estores bajados. ?Por que? Hacia ocho anos que vivia junto a la casa de los Sykes. Ni siquiera cuando vivia la madre de Freddy bajaban nunca los estores, ni corrian las cortinas. Charlaine volvio a mirar por los prismaticos.

La television se apago.

Bajo los prismaticos, esperando que sucediera algo. Freddy habia perdido la nocion del tiempo, penso. El

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