– Claro. -Lo dijo como si fuera cualquier cosa menos eso.
– ?Ha encontrado algo?
– No, o sea, nada que pueda ser motivo de alarma.
– ?Y eso que significa?
– Solo que el capitan Perlmutter y yo necesitamos mas informacion, senora Lawson.
Otra clienta de Photomat, una rubia con mechas recientes de aproximadamente la misma edad que Grace, se acerco a la tienda vacia. Ahueco las manos en torno a los ojos y miro adentro. Tambien ella fruncio el entrecejo y se marcho malhumorada.
– ?Estan los dos en la comisaria? -pregunto Grace.
– Si.
– Pasare por alli dentro de tres minutos.
– ?Cuanto tiempo hace que su marido y usted viven aqui? -pregunto el capitan Perlmutter.
Estaban apretujados en un despacho mas propio del portero de la escuela que del capitan de policia del pueblo. La comisaria de Kasselton habia sido trasladada a la antigua biblioteca, un edificio con historia y tradicion pero con escasas comodidades. Al hacer la primera pregunta, el capitan Stu Perlmutter, sentado tras su escritorio, se reclino en la butaca y cruzo las manos sobre la pulcra barriga. El agente Daley permanecia apoyado en el marco de la puerta, haciendo ver que estaba comodo.
– Cuatro anos -contesto Grace.
– ?Le gusta esto?
– Bastante.
– Bien. -Perlmutter le sonrio, como un profesor dando su aprobacion a la respuesta-. Y tiene hijos, ?no?
– Si.
– ?De que edad?
– Ocho y seis.
– Ocho y seis -repitio con una sonrisa nostalgica-. Son unas edades maravillosas. No son bebes, y todavia no son adolescentes.
Grace decidio tomarselo con paciencia.
– Senora Lawson, ?su marido ya habia desaparecido alguna vez?
– No.
– ?Tienen problemas conyugales?
– Ninguno.
Perlmutter la miro con escepticismo. No guino un ojo, pero casi.
– Les va todo de maravilla, ?eh?
Grace guardo silencio.
– ?Como se conocieron su marido y usted?
– ?Perdon?
– He preguntado…
– ?Y eso que tiene que ver?
– Solo pretendo formarme una idea de la situacion.
– ?De que situacion? ?Ha averiguado algo o no?
– Por favor. -Perlmutter intento esbozar lo que debia de considerar una sonrisa irresistible-. Simplemente necesito un poco de informacion. Los antecedentes, ?entiende? ?Donde se conocieron Jack Lawson y usted?
– En Francia.
Lo anoto.
– Usted es artista, ?no es asi, senora Lawson?
– Si.
– ?Estaba estudiando arte en el extranjero, pues?
– ?Capitan Perlmutter?
– Si.
– No quiero ofenderlo, pero estas preguntas son muy extranas. Perlmutter dirigio una mirada a Daley. Se encogio de hombros para dar a entender que no albergaba malas intenciones.
– Tal vez tenga razon.
– ?Ha averiguado algo o no? -repitio Grace.
– Creo que el agente Daley ya le ha explicado que su marido es mayor de edad y que no estamos obligados a decirle nada, ?no es asi?
– Si.
– Bien, pues no creemos que haya sido victima de ninguna accion delictiva, si es eso lo que la preocupa.
– ?Por que lo dice?
– No hay pruebas de ello.
– ?Eso significa que no han encontrado manchas de sangre ni nada por el estilo? -pregunto ella.
– Exacto. Pero, mas que eso -Perlmutter volvio a mirar a Daley-, el hecho es que si encontramos algo que… bueno, tal vez no deberiamos contarle.
Grace se reacomodo en la silla. Intento por todos los medios mirarlo a los ojos, pero el la eludia.
– Le agradeceria mucho que me dijera lo que saben.
– No es gran cosa -dijo Perlmutter.
Grace espero.
– El agente Daley ha telefoneado a la oficina de su marido. No ha ido por alli, claro. Seguramente ya esta usted enterada de eso. Tampoco ha llamado para avisar que estaba enfermo. Asi que hemos decidido investigar un poco mas. De manera extraoficial, por supuesto.
– Ya.
– Usted ha tenido la amabilidad de facilitarnos el numero del tac de su coche. Lo hemos introducido en el ordenador. ?A que hora dijo que salio su marido anoche?
– A eso de las diez.
– ?Y penso que tal vez habia ido al supermercado?
– No lo sabia. No me dijo nada.
– ?Simplemente cogio y se largo?
– Si.
– ?Y usted no le pregunto adonde iba?
– Yo estaba arriba. Oi el motor del coche.
– Bien, pues esto es lo que necesitamos saber. -Perlmutter aparto las manos de la barriga. La butaca crujio cuando se inclino hacia delante-. Usted lo llamo al movil. Casi enseguida. ?No es asi?
– Si.
– Pues vera, ahi esta el problema. ?Por que no le contesto? O sea, si queria hablar con usted…
Grace vio adonde queria ir a parar.
– ?Cree que su marido… esto… sufrio un accidente en cuanto salio? ?O tal vez alguien lo secuestro minutos despues de marcharse de casa?
Grace no lo habia pensado.
– No lo se.
– ?Alguna vez usa usted la autopista de Nueva York?
El cambio de tema la desconcerto.
– No mucho, pero si, la he usado.
– ?Ha ido alguna vez a Woodbury Commons?
– ?El centro comercial de restos de serie?
– Si.
– Si, he estado alli.
– ?Cuanto tiempo cree que se tarda en llegar?
– Media hora. ?Fue alli?
– Lo dudo, no a esa hora. Las tiendas estan cerradas. Pero uso su tac en el peaje de esa salida a las diez y