Se sentaron a desayunar.

– ?Mama?

Era Emma.

– Dime.

– Cuando papa y tu os casasteis… -Se interrumpio.

– ?Que?

Emma empezo otra vez.

– Cuando papa y tu os casasteis… al final, cuando os dijeron que ya se podia besar a la novia…

– Si.

– Pues… -Emma ladeo la cabeza y cerro un ojo-. ?Tuviste que hacerlo?

– ?Besarnos?

– Si.

– ?Si tuve que hacerlo? No, supongo que no. Pero quise hacerlo.

– Pero ?tienes que hacerlo? -insistio Emma-. O sea, ?no se puede simplemente chocar los cinco?

– ?Chocar los cinco?

– En lugar de besarse. Ya sabes, mirarse y chocar las manos. -Le hizo una demostracion.

– Supongo que si. Si eso es lo que quieres.

– Es lo que quiero -dijo Emma con firmeza.

Grace los llevo a la parada del autobus. Esta vez no los siguio hasta la escuela. Se quedo alli, mordiendose el labio inferior. La apariencia de calma y normalidad volvia a desvanecerse. Aunque, ahora que Emma y Max se habian ido, eso tampoco importaba.

Cuando regreso a la casa, Cora estaba despierta y gemia delante del ordenador.

– ?Necesitas algo? -pregunto Grace.

– Un anestesiologo -dijo Cora-. A ser posible heterosexual, aunque no es un requisito.

– Pensaba mas bien en algo como un cafe.

– Eso estaria incluso mejor. -Cora tecleo rapidamente. De pronto entorno los ojos y fruncio el entrecejo-. Aqui pasa algo raro.

– Te refieres a los mensajes de nuestro spam, ?no?

– No han contestado.

– A mi tambien me ha llamado la atencion.

Cora se reclino en la silla. Grace se acerco a ella y empezo a morderse una cuticula. Tras unos segundos, Cora se inclino hacia delante.

– Voy a probar una cosa.

Cora abrio un mensaje nuevo, tecleo algo y lo envio.

– ?Y eso?

– Acabo de mandar un mensaje a nuestra direccion para el spam. Quiero ver si llega.

Esperaron. No llego ningun mensaje.

– Mmm. -Cora se echo atras-. O sea, que o bien pasa algo con el servidor…

– ?O?

– O Gus sigue molesto por lo del pito pequeno.

– ?Y como podemos averiguar si es lo uno o lo otro?

Cora seguia mirando la pantalla.

– ?Con quien hablabas antes por telefono?

– Con la residencia de ancianos de Robert Dodd, el padre de Bob. Voy a verlo esta manana.

– Bien. -Cora mantenia la mirada fija en la pantalla.

– ?Que pasa?

– Quiero comprobar algo -dijo.

– ?Que?

– Quiza no sea nada, un detalle relacionado con las facturas del telefono. -Cora empezo a teclear otra vez-. Si averiguo algo, ya te avisare.

Perlmutter dejo a Charlaine Swain con el dibujante del condado de Bergen. Le habia sonsacado la verdad, desenterrando asi un secreto escabroso que habria sido mejor dejar bajo tierra. Charlaine Swain hacia bien en ocultarlo. No aportaba nada. La revelacion era, como mucho, una distraccion sordida y vergonzosa.

Sentado ante un cuaderno, escribio la palabra «Windstar» y durante el siguiente cuarto de hora dibujo circulos alrededor.

Un Ford Windstar.

Kasselton no era un pueblo pequeno y aletargado. Habia en plantilla treinta y ocho agentes de policia. Investigaban robos. Comprobaban los coches sospechosos. Tenian controlado el problema de la droga -la droga de los chicos blancos de los barrios residenciales- en las escuelas. Investigaban los casos de vandalismo. Se ocupaban de la congestion del trafico en el centro, el aparcamiento en zonas prohibidas, los accidentes de coche. Hacian cuanto podian para mantener a distancia prudencial la decadencia urbana de Paterson, a apenas cinco kilometros de los limites de Kasselton. Respondian a demasiadas falsas alarmas procedentes de demasiados detectores de movimiento excesivamente caros.

Perlmutter nunca habia disparado su revolver reglamentario, salvo en un campo de tiro. De hecho, nunca habia sacado su arma estando de servicio. En las ultimas tres decadas solo se habian producido tres muertes que entraban en la categoria de «sospechosas», y a los tres autores los detuvieron en cuestion de horas. Uno era un ex marido que se emborracho y, para demostrar su amor imperecedero, planeo matar a la mujer -a quien teoricamente adoraba- y dirigir luego la escopeta hacia si mismo. Dicho ex marido consiguio llevar a cabo la primera parte del plan -descerrajo dos tiros de escopeta a su ex en la cabeza- pero, como tantas veces en su patetica vida, la pifio en la segunda parte. Solo llevaba dos cartuchos. Una hora despues estaba bajo custodia. La segunda muerte sospechosa fue la de un maton adolescente apunalado por una de las victimas a quienes torturaba e intimidaba, un chico delgado de primaria. Este se paso tres anos en un reformatorio, donde aprendio el verdadero significado de las torturas y la intimidacion. El ultimo caso fue el de un hombre enfermo de cancer en fase terminal que pidio a su mujer de cuarenta y ocho anos que pusiera fin a su sufrimiento. Y ella lo hizo. Salio en libertad condicional y Perlmutter sospechaba que no se arrepentia.

En cuanto a disparos de arma, bueno, se habian producido muchos en Kasselton, pero casi todos autoinfligidos. A Perlmutter no le interesaba mucho la politica. No estaba seguro de las ventajas relativas del control de armas, pero sabia por experiencia que con un arma adquirida para la proteccion del hogar habia muchas mas probabilidades -muchas, muchisimas mas- de que el propietario la usara para suicidarse que para prevenir un allanamiento de morada. De hecho, en todos los anos que llevaba velando por la ley, Perlmutter nunca habia visto un caso en que se empleara un arma domestica para abatir, detener o ahuyentar a un intruso. Los suicidios con pistola eran mas frecuentes de lo que se queria admitir.

Ford Windstar. Trazo otro circulo alrededor.

Ahora, despues de tantos anos, Perlmutter tenia un caso que incluia un intento de asesinato, un secuestro extrano, una agresion inusualmente brutal y, sospechaba, muchas cosas mas. Empezo a garabatear otra vez. Escribio el nombre de Jack Lawson en el angulo superior izquierdo. Escribio el nombre de Rocky Conwell en el angulo superior derecho. Los dos hombres, posiblemente desaparecidos, habian pasado por un peaje de un estado vecino a la misma hora. Dibujo una linea que unia los dos nombres.

Primer punto en comun.

Perlmutter escribio el nombre de Freddy Sykes, en el angulo inferior izquierdo. La victima de una grave agresion. Escribio el de Mike Swain en el angulo inferior derecho. Herido de bala, intento de asesinato. La conexion entre estos dos hombres, el segundo punto en comun, era demasiado evidente. La mujer de Swain habia visto al autor de los dos hechos, un chino achaparrado que, segun su descripcion, se parecia al hijo del esbirro coreano Odd Job de las viejas peliculas de James Bond.

Pero en realidad no habia nada que relacionara los cuatro casos. Nada relacionaba a los dos hombres desaparecidos con las acciones del hijo de Odd Job, excepto, quizas, un detalle:

El Ford Windstar.

Jack Lawson conducia un Ford Windstar azul en el momento de su desaparicion. El pequeno Odd Job conducia

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