asegurarse de que sus hijos tuvieran suficientes recuerdos de ella cuando ya no estuviera.

Fue entonces -cuando pensaba en sus padres, en lo mayores que se veian Emma y Max en comparacion con la coleccion de fotos de la cosecha de manzanas del ano anterior- cuando se topo con aquella foto extrana.

Grace fruncio el entrecejo.

La foto estaba mas o menos en la mitad de la pila. Tal vez mas hacia el final. Era del mismo tamano, y encajaba perfectamente con las demas, aunque el papel era mas delgado. Mas barato, penso. Tal vez como una fotocopia de buena calidad.

Grace miro la siguiente foto. Para esta, no habia duplicado. Era raro. Una sola copia. Se quedo pensando. La foto debia de haberse traspapelado, procedente de otro carrete.

Porque esa foto no era de ella.

Era un error. Esa era la explicacion obvia. Si pensaba por un instante en la posible aptitud para el trabajo de, digamos, El Pelusilla… Sin duda era muy capaz de cometer un error, ?no? De introducir la foto en el paquete que no debia.

Lo mas probable era eso.

La foto de otra persona se habia mezclado con las suyas.

O tal vez…

La foto parecia antigua: no en blanco y negro o en sepia. No, nada de eso. La instantanea era en color, pero los tonos parecian… como apagados: saturados, deslucidos por el sol, sin el brillo que cabia esperar en estos tiempos. La misma impresion daban las personas que aparecian en ella. La ropa, el pelo, el maquillaje: todo desfasado. De hacia quince, tal vez veinte anos.

Grace la dejo en la mesa para observarla mas detenidamente.

Las imagenes eran un poco borrosas. Habia cuatro personas -no, un momento, asomaba otra en la esquina-, cinco personas. Dos hombres y tres mujeres, todos de unos veinte anos; al menos los que se veian bien parecian aproximadamente de esa edad.

Estudiantes universitarios, penso Grace.

Tenian los vaqueros, las sudaderas, el pelo despeinado, la actitud, la postura despreocupada de la independencia en ciernes. Parecia que les habian tomado la foto cuando no estaban del todo listos, mientras se preparaban para posar. Algunas cabezas estaban de lado y solo se las veia de perfil. A una chica morena, justo en el borde de la foto, solo se le veia de hecho la parte de atras de la cabeza y una chaqueta vaquera. Junto a ella habia otra chica, esta con el cabello rojo intenso y los ojos muy separados.

Cerca del centro, una chica rubia tenia… Dios santo, ?y eso que era? Habian trazado una gran cruz sobre su rostro. Como si alguien la hubiera tachado.

?Como habia llegado esa foto…?

Mientras Grace seguia mirando, sintio una punzada en medio del pecho. No reconocio a ninguna de las tres mujeres. Los dos hombres se parecian bastante: misma estatura, mismo pelo, misma actitud. Al que estaba en el extremo izquierdo tampoco lo conocia.

Estaba segura, sin embargo, de que reconocia al otro hombre. O chico. No tenia edad suficiente para llamarlo hombre. ?Tenia edad suficiente para alistarse en el ejercito? Claro. ?Tenia edad suficiente para llamarlo hombre? Estaba en medio, al lado de la rubia con el aspa en la cara…

Pero no podia ser. De entrada, tenia la cabeza vuelta. Una fina barba de adolescente le cubria buena parte de la cara…

?Era su marido?

Grace se acerco mas. Era, en el mejor de los casos, una foto de perfil. Ella no conocio a Jack tan joven. Su relacion habia empezado trece anos antes en una playa de la Costa Azul, en el sur de Francia. Tras mas de un ano de operaciones y rehabilitacion, Grace todavia no estaba del todo recuperada. Seguia con los dolores de cabeza y la perdida de memoria. Cojeaba -como ahora- pero, agobiada por tanta publicidad y por la atencion suscitada por aquella noche tragica, Grace habia querido alejarse de todo durante un tiempo. Se matriculo en la Universidad de Paris para estudiar arte en serio. Fue en unas vacaciones, tumbada al sol en la Costa Azul, cuando conocio a Jack.

?Seguro que era Jack?

Alli se le veia distinto, de eso no cabia duda. Tenia el pelo mucho mas largo, y barba, aunque, a tan corta edad y con ese rostro de nino, todavia no le crecia demasiado poblada. Llevaba gafas. Pero habia algo en la postura, la inclinacion de la cabeza, la expresion.

Era su marido.

Miro rapidamente el resto de las fotos. Mas carros, mas manzanas, mas brazos estirados. Vio una que le habia sacado a Jack, la unica vez que el le habia dejado coger la camara, con esa mania suya de controlarlo todo. Tenia los brazos tan estirados hacia arriba que se le habia levantado la camisa y le quedaba el vientre al descubierto. Emma le habia dicho: «?Agh, que asco!». Cosa que, por supuesto, indujo a Jack a levantarse mas la camisa. Grace se rio. «?A ver ese movimiento, carino!», dijo entonces ella, y tomo la siguiente foto. Jack, para mayor tormento de Emma, obedecio y se contoneo.

– ?Mama?

Grace se volvio.

– ?Que pasa, Max?

– ?Puedo comer una barrita de cereales?

– Cojamos una para el coche -dijo ella, levantandose-. Tenemos que salir.

El Pelusilla no estaba en Photomat.

Max miro los marcos de fotos sobre distintos temas: «Feliz cumpleanos», «Te queremos, mama», esas cosas. El hombre que estaba detras del mostrador, deslumbrante con su corbata de poliester, su protector del bolsillo para evitar las manchas de tinta de los boligrafos y la camisa de manga corta lo bastante fina para transparentarse debajo la camiseta de cuello en pico, llevaba una placa que informaba a todo el mundo que el, Bruce, era el subdirector.

– ?En que puedo ayudarla?

– Busco al joven que estaba aqui hace un par de horas -contesto Grace.

– Josh ya se ha ido. ?Puedo hacer algo por usted?

– He recogido un carrete antes de las tres…

– ?Si?

Grace no sabia como decirlo.

– Habia una foto que no se correspondia.

– Sintiendolo mucho, no la entiendo.

– Una de las fotos. No la hice yo.

El hombre senalo a Max.

– Veo que tiene hijos pequenos.

– ?Perdon?

El subdirector Bruce se reacomodo las gafas sobre el puente de la nariz.

– Sencillamente me he permitido observar que tiene hijos pequenos. O al menos, uno.

– ?Y eso que tiene que ver?

– A veces un nino coge la camara. Cuando el padre o la madre no mira. Saca una foto o dos. Y luego vuelve a dejar la camara donde estaba.

– No, no es eso. Esta foto no tiene nada que ver con nosotros.

– Ya veo. Bueno, lamento las molestias. ?Tiene todas las fotos que tomo?

– Creo que si.

– ?No le falta ninguna?

– No lo he comprobado, pero creo que estan todas.

El hombre abrio un cajon.

– Tenga, esto es un vale. El proximo carrete le saldra gratis. Para fotos de siete por doce centimetros. Si las quiere de diez por quince, tendra que pagar un pequeno recargo.

Grace hizo caso omiso de la mano tendida.

– El cartel en la puerta dice que revelan todas las fotos aqui mismo.

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