– No. Yo estuve alli todo el tiempo.

– ?Quien salio primero?

– Las dos salimos a la vez, creo.

– Usted cojea.

Ella lo miro.

– ?Y que?

– Asi que salir le representara cierto esfuerzo.

– Me las apano muy bien.

– Pero, vamos, Grace, coopere conmigo. Es posible, y no estoy diciendo que sea probable, solo posible, que al salir del coche su amiga metiese la foto en el sobre.

– Si, es posible. Pero no lo hizo.

– ?De ninguna manera?

– De ninguna manera.

– ?Tanto confia en ella?

– Si. Pero aunque no confiara en ella… o sea, pienselo. ?Que hacia? ?Ir por ahi con una foto en espera de que yo llevara un paquete de fotos recien reveladas en el coche?

– No necesariamente. A lo mejor iba a ponerla en su cartera. O en la guantera. O debajo del asiento, yo que se. Y entonces vio el paquete de fotos y…

– No. -Grace levanto la mano-. Por ahi no vamos a ir. No fue Cora. Seguir por ese camino es una perdida de tiempo.

– ?Cual es su apellido?

– No viene al caso.

– Digamelo y no volvere a mencionarla.

– Lindley. Cora Lindley.

– De acuerdo -dijo Duncan-. No volvere a hablar de ella. -Pero anoto el nombre en un pequeno cuaderno.

– ?Y ahora que? -pregunto Grace.

Duncan miro su reloj.

– Tengo que volver al trabajo.

– ?Y yo que hago?

– Registre su casa. Si su marido escondia algo, a lo mejor tiene suerte.

– ?Me aconseja que espie a mi marido?

– Sacuda las jaulas, Grace. -Se encamino hacia su coche-. Conserve la calma. Volvere pronto, se lo prometo.

29

La vida no se detiene.

Grace tenia que hacer la compra. Eso podria parecer extrano dadas las circunstancias. Sus dos hijos, estaba segura de ello, sobrevivirian encantados con una dieta constante de pizzas a domicilio, pero, aun asi, necesitaban articulos basicos: leche, zumo de naranja (el que lleva calcio y nunca, jamas, pulpa), una docena de huevos, embutidos, un par de cajas de cereales, una barra de pan, un paquete de pasta, salsa Prego. Cosas asi. Incluso podia sentarle bien hacer la compra. Dedicarse a algo rutinario, a algo tan aburridamente normal, sin duda seria, si no reconfortante, si mas o menos terapeutico.

Se detuvo en el King's de Franklin Boulevard. Grace no era fiel a ningun supermercado. Sus amigas tenian uno favorito y ni sonaban con ir a otro. A Cora le gustaba el A amp;P de Midland Park. A su vecina le gustaba el Whole Foods de Ridgewood. Otras conocidas preferian el Stop amp; Shop de Waldwick. La eleccion de Grace era mas azarosa porque, dicho sin rodeos, el zumo de naranja Tropicana era el zumo de naranja Tropicana.

En este caso, el King's era el que caia mas cerca del Starbucks. La decision ya estaba tomada.

Cogio un carrito y fingio ser una ciudadana normal en un dia normal. Eso no duro mucho. Penso en Scott Duncan, en su hermana, en lo que significaba todo eso.

«?Hacia donde voy a partir de este punto?», se pregunto Grace.

En primer lugar, descarto la «conexion Cora». Era imposible. Duncan no conocia a Cora. Su trabajo consistia en desconfiar. Grace sabia que no podia ser. Cora estaba bastante chiflada, desde luego, pero eso era precisamente lo que la atraia de ella. Se habian conocido en un concierto de la escuela cuando los Lawson acababan de llegar al pueblo. Mientras los ninos destrozaban los clasicos de siempre, las dos los escuchaban de pie en el vestibulo porque no habian llegado a tiempo para coger un asiento. Cora se acerco a ella y susurro: «Me fue mas facil conseguir un asiento en primera fila para Springsteen». Grace se rio. Y asi, poco a poco, empezo todo.

Pero al margen de eso, al margen del punto de vista sesgado de Grace, ?que motivos podia tener Cora para una cosa asi? El Pelusilla seguia teniendo todos los numeros. Si, era normal que se pusiera nervioso. Si, era probable que no quisiera colaborar con las autoridades. Pero alli habia algo mas, de eso Grace estaba segura. Asi que mejor descartar a Cora. Debia concentrarse en Josh. Partir de ahi.

A Max ultimamente le habia dado por el beicon. Habia un nuevo plato precocinado a base de beicon que probo en casa de un amigo. Queria que ella lo comprara. Grace estaba leyendo el valor medio de los ingredientes. Como el resto del pais, se concentraba cada vez mas en reducir la ingestion de hidratos de carbono. Este plato en particular no tenia ninguno. Ni un solo hidrato de carbono. Si suficiente sodio para salar una gran masa de agua, pero no hidratos de carbono.

Estaba repasando los ingredientes -un interesante popurri de palabras que tendria que consultar- cuando sintio, realmente sintio, que la observaban. Sin mover la caja, desvio lentamente la mirada. Al final del pasillo, junto al expositor de salami y salchichas, un hombre la miraba descaradamente. No habia nadie mas en el pasillo. Era de estatura media, alrededor de un metro setenta y cinco. No se habia pasado una cuchilla de afeitar por la cara en dos dias por lo menos. Llevaba vaqueros, una camiseta granate y una cazadora negra brillante de la marca Members Only. La gorra de beisbol tenia el simbolo de Nike.

Grace nunca habia visto a ese hombre. El la siguio mirando un momento antes de hablar. Su voz era apenas un susurro.

– Senora Lamb -dijo el hombre-. Aula diecisiete.

Por un momento Grace no lo entendio. Simplemente se quedo alli, incapaz de moverse, y no porque no lo hubiera oido -si lo habia oido-, sino porque esas palabras estaban tan fuera de contexto, tan fuera de lugar en los labios de ese desconocido, que su cerebro no asimilo el significado.

Al menos al principio. Durante un segundo o dos. Despues le cayo en la cuenta de repente…

«Senora Lamb. Aula diecisiete…»

La senora Lamb era la maestra de Emma. El aula 17 era el aula de Emma.

El hombre, ya en movimiento, se alejaba por el pasillo a toda velocidad.

– ?Espere! -grito Grace-. ?Oiga!

El hombre doblo la esquina. Grace lo siguio. Intento acelerar el paso pero la cojera, la maldita cojera, se lo impidio. Llego al final del pasillo, que terminaba en la pared, junto a la seccion de polleria. Miro a derecha e izquierda.

Ni rastro del hombre.

?Y ahora que?

«Senora Lamb. Aula diecisiete…»

Fue a la derecha, mirando en cada pasillo conforme avanzaba. Metio la mano en el bolso y hurgo hasta encontrar el movil.

«Tranquila -se dijo-. Llama a la escuela.»

Grace intento caminar mas deprisa, pero la pierna le pesaba como una barra de plomo. Cuanto mas apretaba el paso, mas cojeaba. Cuando intento correr, parecia Cuasimodo subiendo al campanario. Por supuesto, daba igual que impresion daba. El problema era de caracter funcional: no se movia a suficiente velocidad.

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