sitio como si fuera cristal de Venecia. Volvieron a la secretaria en silencio. Grace sintio la tentacion de llevarse a los ninos de la escuela. Eran las dos y media. De todos modos saldrian al cabo de media hora. Pero no, no tenia sentido. Lo mas probable era que se asustasen. Necesitaba tiempo para meditar, para reflexionar sobre lo que debia hacer, y pensandolo bien, ?acaso Emma y Max no estarian mas seguros alli, rodeados de gente?
Grace volvio a dar las gracias a la directora. Se estrecharon la mano.
– ?Puedo hacer algo mas? -pregunto la directora.
– No, creo que no.
Grace se marcho. Se detuvo en la acera. Cerro un momento los ojos. El miedo, mas que disolverse, se solidifico, convirtiendose en una rabia pura, primitiva. Sintio el calor que le ascendia por el cuerpo hasta el cuello. Ese cabron. Ese cabron habia amenazado a su hija.
?Y ahora que?
La policia. Debia llamar. Ese era el paso evidente. Tenia el telefono en la mano. Estaba a punto de marcar el numero cuando la detuvo una sencilla razon: ?Que diria exactamente?
«Hola, vera, hoy estaba en el supermercado, y de pronto ha aparecido un hombre en la seccion de salchichas, ?sabe? Y ese hombre me ha susurrado el nombre de la maestra de mi hija. Si, exacto, de la maestra. Ah, y el numero de su aula. Si, en la seccion de salchichas, justo al lado de los embutidos de Oscar Mayer. Y luego el hombre ha huido. Pero despues he vuelto a verlo con la fiambrera de mi hija. En la calle, delante del supermercado. ?Que que hacia? Pues pasear, supongo. Bueno, no, en realidad no era la fiambrera de Emma. Era una igual. De Batman. No, no la ha amenazado abiertamente. ?Perdon? Si, soy la misma mujer que ayer dijo que habian secuestrado a su marido. Exacto, y luego mi marido llamo y dijo que necesitaba espacio. Efectivamente, era yo, la misma histerica…»
?Tenia otra opcion?
Volvio a repasarlo todo. La policia ya pensaba que estaba loca de atar. ?Podria convencerla de lo contrario? Tal vez. De todos modos, ?que podia hacer la policia? ?Asignaria a un hombre para que vigilara a sus hijos las veinticuatro horas del dia? Lo dudaba, aun cuando lograra hacerles entender la urgencia.
En ese momento se acordo de Scott Duncan.
Trabajaba en la fiscalia. Eso era como ser policia federal, ?no? Tendria contactos. Tendria poder. Y sobre todo, la creeria.
Duncan le habia dado el numero de su movil. Lo busco en el bolsillo, pero estaba vacio. ?Se lo habia dejado en el coche? Probablemente. Daba igual. El le habia dicho que volvia al trabajo. La oficina del fiscal debia de estar en Newark. O alli o en Trenton. Trenton se hallaba demasiado lejos. Mejor intentarlo primero con Newark. El ya tenia que haber llegado.
Se detuvo y volvio hacia la escuela. Sus hijos estaban alli dentro. Por extrano que fuese plantearselo asi de pronto, no pudo evitarlo. Se pasaban todo el dia alli, lejos de su bastion de ladrillos, y eso le resulto curiosamente sobrecogedor. Llamo a informacion y pidio el numero de la fiscalia de Newark. Pago el suplemento de treinta y cinco centavos para que la operadora le pasara directamente.
– Fiscalia del estado de Nueva Jersey.
– Con Scott Duncan, por favor.
– Un momento.
Sono dos veces y descolgo una mujer.
– Al habla Goldberg -dijo.
– Quiero hablar con Scott Duncan.
– ?Por que caso?
– ?Perdon?
– ?De que caso se trata?
– No llamo por ningun caso. Solo quiero hablar con el senor Duncan.
– ?Le importaria decirme de que se trata?
– Es un asunto personal.
– Lo siento, pero no puedo ayudarla. Scott Duncan ya no trabaja aqui. Yo llevo casi todos sus casos. Si puedo hacer algo por usted…
Grace aparto el telefono del oido. Lo miro como si lo viera de lejos. Apreto el boton para colgar. Se metio en el coche y de nuevo contemplo el edificio de ladrillos que albergaba en esos momentos a sus hijos. Lo miro durante un rato, preguntandose si habia alguien en quien pudiera confiar realmente antes de decidir como actuar.
Volvio a coger el telefono. Marco el numero.
– ?Si?
– Soy Grace Lawson.
Al cabo de tres segundos, Carl Vespa pregunto:
– ?Va todo bien?
– He cambiado de opinion -dijo Grace-. Si necesito tu ayuda.
31
– Se llama Eric Wu.
Perlmutter habia vuelto al hospital. Habia estado intentando conseguir una orden judicial para obligar a Indira Khariwalla a decirle quien era su cliente, pero el fiscal del condado estaba poniendo mas pegas de las que se esperaba. Mientras, los chicos del laboratorio cumplian con su cometido. Habian enviado las huellas dactilares al Centro Nacional de Informacion Criminal y, segun Daley, ya habian identificado al sospechoso.
– ?Tiene antecedentes? -pregunto Perlmutter.
– Salio de Walden hace tres meses.
– ?Y por que cumplio condena?
– Por asalto a mano armada -contesto Daley-. Wu llego a un acuerdo por el caso Scope. Llame e hice averiguaciones. Es un hombre muy malo.
– ?Hasta que punto?
– Como para cagarse encima. Si un diez por ciento de los rumores acerca de este hombre son verdad, esta noche dormire con mi lamparita del dinosaurio Barney encendida.
– Te escucho.
– Se crio en Corea del Norte. Quedo huerfano a muy corta edad. Estuvo trabajando en las carceles para presos politicos. Tiene un especial talento con los puntos de presion o algo asi, no se bien. Es lo que le hizo a ese Sykes, algo tipo kung fu, y casi le partio la columna. Me contaron que una vez secuestro a una mujer, la tuvo en sus manos un par de horas. Luego llamo al marido y le dijo que escuchara. La mujer se puso al telefono y empezo a gritar; despues le dijo al marido que lo odiaba a muerte, lo puso verde. El marido nunca mas volvio a oirla.
– ?Mato a la mujer?
Daley nunca habia tenido un semblante tan serio.
– He ahi lo mas asombroso. No la mato.
La temperatura de la habitacion bajo diez grados.
– No lo entiendo.
– Wu la solto. Desde entonces la mujer no ha vuelto a hablar. Se pasa el dia meciendose en una silla. Cada vez que se le acerca el marido, se pone como loca y empieza a chillar.
– Dios mio. -Perlmutter sintio un escalofrio-. ?No te sobra otra lamparita?
– Tengo otra, si, pero necesito las dos.
– ?Y que pretendia ese tio con Freddy Sykes?
– Ni idea.
Charlaine Swain aparecio por el pasillo. No habia salido del hospital desde el tiroteo. Por fin habian conseguido que hablara con Freddy Sykes. Habia sido una situacion extrana. Sykes habia llorado sin cesar. Charlaine habia intentado sonsacarle informacion. Habia surtido efecto hasta cierto punto. Freddy Sykes no parecia saber nada. Ignoraba quien era su agresor y que motivos podia tener alguien para causarle dano. Sykes