«Senora Lamb. Aula diecisiete…»

«Como le haya hecho dano a mi nina -penso-, como la haya tan siquiera mirado mal…»

Grace llego al ultimo pasillo, a la seccion refrigerada de lacteos y huevos, el pasillo mas alejado de la entrada para incitar al consumo. Se dirigio hacia la parte delantera de la tienda, esperando encontrar a aquel hombre cuando retrocediera. Mientras avanzaba, pulsaba los botones del movil, tarea nada sencilla, y consultaba los numeros de telefono guardados para ver si tenia el de la escuela.

No lo tenia. Maldita sea. Grace estaba segura de que las demas madres, las buenas madres, las de la sonrisa alegre y los proyectos extraescolares ideales, llevaban el numero de la escuela grabado en las teclas de marcacion rapida de su movil.

«Senora Lamb. Aula diecisiete…»

«Pidelo a informacion, idiota -se dijo-. Llama al 411.»

Marco los digitos y apreto el boton de llamada. Cuando llego al final del pasillo, miro hacia la fila de cajeras.

Ni la menor senal del hombre.

Por el telefono, la profunda voz de trueno de James Earl Jones anuncio: «Version Wireless, cuatro uno uno». A continuacion, una campanilla. Y luego una voz de mujer: «Si desea que lo atiendan en ingles, permanezca en espera. Para espanol, por favor, marque el numero dos». *

Y en ese preciso momento, al oir la opcion en espanol, Grace volvio a ver al hombre.

Estaba en la calle. Ella lo vio por la ventana de cristal cilindrado. Seguia con la gorra y la cazadora negra. Caminaba muy tranquilo, demasiado tranquilo, incluso silbaba y agitaba los brazos. Grace se disponia a ponerse en marcha otra vez cuando algo -algo en la mano del hombre- le helo la sangre.

No podia ser.

Tampoco esta vez cayo en la cuenta de inmediato. La imagen, el estimulo que el ojo enviaba al cerebro, no era computable, la informacion provocaba una especie de cortocircuito. Como en el caso anterior, no duro mucho. Solo un segundo o dos.

Grace dejo caer a un lado la mano que sujetaba el movil. El hombre siguio caminando. El terror -un terror que nunca habia experimentado antes, un terror tal que a su lado la Matanza de Boston parecia un viaje en una atraccion de feria- cobro forma solida y le golpeo el pecho. El hombre ya casi habia desaparecido de su vista. Sonreia. Seguia silbando. Seguia agitando los brazos.

Y en la mano, en la mano derecha, la mano mas cercana a la ventana, llevaba una fiambrera de Batman.

30

– Senora Lawson -dijo a Grace Sylvia Steiner, la directora de la escuela Willard, con esa voz que usan los directores cuando tratan con padres histericos-. Emma esta perfectamente, y Max tambien.

Cuando Grace llego a la puerta del King's, el hombre con la fiambrera de Batman ya habia desaparecido. Ella empezo a gritar, pidio ayuda, pero los transeuntes la miraron como si se hubiera escapado de un manicomio. No habia tiempo para dar explicaciones. Corrio hasta el coche tan deprisa como le permitio la cojera, llamo a la escuela mientras conducia a una velocidad que habria intimidado a Andretti e irrumpio en la secretaria.

– He hablado con las dos maestras. Estan en clase.

– Quiero verlos.

– Claro, esta usted en su derecho, pero ?me permite que le haga una sugerencia?

Sylvia Steiner hablaba tan despacio que a Grace le entraron ganas de meterle la mano por la garganta y arrancarle las palabras.

– Estoy segura de que se ha llevado un susto terrible, pero respire hondo un par de veces. Primero tranquilicese. Asustara a los ninos si la ven asi.

Una parte de Grace quiso abofetearla por su actitud condescendiente, su petulancia y su aspecto repeinado. Pero otra parte de ella, una parte mayor, comprendio que la mujer tenia razon.

– Solo necesito verlos -insistio Grace.

– Lo entiendo. Se me ocurre una idea. Podemos espiarlos por la ventana de la puerta. ?Le bastaria con eso, senora Lawson?

Grace asintio.

– Vamos, pues. La acompanare. -La directora Steiner lanzo una mirada a la mujer que atendia en el mostrador de la entrada. Esta, la senora Dinsmont, tuvo que hacer un esfuerzo para no poner los ojos en blanco. Todas las escuelas cuentan con una de esas mujeres curadas de espanto en el mostrador. Debe de ser una ley estatal o algo asi.

Los pasillos eran estallidos de color. Los dibujos infantiles siempre conmovian a Grace. Las imagenes eran como instantaneas, un momento que desaparece para siempre, una postal, que nunca se repetira. Sus habilidades artisticas madurarian y cambiarian. La inocencia desapareceria, quedando capturada solo en las imagenes pintadas con los dedos o en los trazos de color que se salen del contorno del dibujo, en la caligrafia irregular.

Primero llegaron al aula de Max. Grace acerco la cara a la ventana. Enseguida vio a su hijo. Max estaba de espaldas, sentado en el suelo junto con los demas ninos dispuestos en circulo, con la cabeza inclinada hacia atras y las piernas cruzadas. Su maestra, la senorita Lyons, ocupaba una silla. Leia un libro ilustrado, sosteniendolo de modo que los pequenos pudieran verlo mientras ella leia.

– ?Satisfecha? -pregunto la directora.

Grace asintio.

Siguieron recorriendo el pasillo. Grace vio el numero 17…

«Senora Lamb. Aula diecisiete…»

… en la puerta. Se estremecio de nuevo y procuro no apretar el paso. La directora Steiner, lo sabia, habia advertido la cojera. Le dolia la pierna como no le habia dolido en anos. Miro por la ventana. Su hija estaba alli, justo donde debia estar. Grace tuvo que contener las lagrimas. Emma, con la cabeza gacha, inmersa en sus pensamientos, mordisqueaba la goma del lapiz. «?Por que nos conmueve tanto ver a nuestros hijos cuando no saben que estamos alli? -se pregunto Grace-. ?Que intentamos ver exactamente?»

?Y ahora que?

Respiro hondo. Tranquila. Sus hijos estaban bien. Eso era lo mas importante. «Piensa. Se racional», se dijo.

Llamar a la policia. Ese era el paso obvio.

La directora Steiner simulo un carraspeo. Grace la miro.

– Ya se que esto le parecera una locura -dijo Grace-, pero necesito ver la fiambrera de Emma.

Grace se esperaba una mirada de sorpresa o exasperacion, pero no, Sylvia Steiner simplemente asintio. No pregunto por que; de hecho, no habia cuestionado su extrana actitud de ninguna manera. Grace lo agradecio.

– Todas las fiambreras estan en el comedor -explico-. Cada clase tiene su propio contenedor. ?Quiere que se lo ensene?

– Gracias.

Los contenedores estaban en fila, ordenados por cursos. Encontraron el gran contenedor azul con la etiqueta «Susan Lamb, aula 17» y empezaron a hurgar.

– ?La encuentra? -pregunto la directora.

Justo cuando iba a contestar, Grace lo vio. Batman. La palabra ?pum! en mayusculas. Levanto la fiambrera lentamente. El nombre de Emma estaba escrito al dorso.

– ?Es esa?

Grace asintio.

– Este ano tiene mucho exito.

Grace tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para no estrechar la fiambrera contra el pecho. La dejo en su

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