– Tu tuviste la culpa.
Larue se incorporo.
– Si y no.
Vespa retrocedio un paso. Miro hacia atras. Cram, inmovil, observaba.
– Dijiste que querias hablar.
– Esperare a que acabe de pegarme.
– Dime por que me llamo.
Wade Larue comprobo si tenia sangre en la boca. Casi parecio alegrarse al verla.
– Yo queria venganza. No sabe hasta que punto. Pero ahora, hoy, al salir, al quedar libre por fin… ya no la quiero. Me he pasado quince anos en la carcel. Pero ahora mi condena ha acabado. Su condena… bueno, la verdad es que la suya nunca acabara, ?no es asi, senor Vespa?
– ?Que quieres?
Larue se puso en pie. Se acerco a Vespa.
– Esta sufriendo mucho. -Ahora hablaba con voz suave, tan intima como una caricia-. Quiero que lo sepa todo, senor Vespa. Quiero que sepa la verdad. Esto tiene que acabar. Hoy. De una manera u otra. Quiero vivir mi vida. No quiero estar mirando por encima del hombro. Asi que voy a contarle lo que se. Voy a contarselo todo. Y despues podra decidir lo que tiene que hacer.
– Creia haberte oido decir que disparaste esos tiros.
Larue no le hizo caso.
– ?Se acuerda del teniente Gordon MacKenzie?
La pregunta sorprendio a Vespa.
– El guardia de seguridad. Claro.
– Fue a verme a la carcel.
– ?Cuando?
– Hace tres meses.
– ?Por que?
Larue sonrio.
– Una vez mas, por eso del equilibrio. Por enmendar las cosas. Usted lo llama yin y yang. MacKenzie lo llamo Dios.
– No lo entiendo.
– Gordon MacKenzie estaba muriendose. -Larue apoyo la mano en el hombro de Vespa-. Asi que antes de irse, tenia que confesar sus pecados.
44
Grace llevaba la pistola en la funda sujeta al tobillo.
Arranco el coche. El asiatico iba sentado a su lado.
– Siga recto y luego gire a la izquierda.
Grace tenia miedo, claro, pero tambien sentia una calma extrana. Supuso que tenia que ver con el hecho de estar en el ojo del huracan. Por fin ocurria algo. Ahora tenia la posibilidad de encontrar respuestas. Intento definir las prioridades.
Primero: tenia que alejarlo de los ninos.
Eso era lo mas importante. Emma y Max estarian bien. Los profesores se quedaban fuera hasta que recogian a todos los ninos. Al ver que ella no aparecia, suspirarian con impaciencia y los llevarian a la secretaria. La vieja sargenta de la recepcion, la senora Dinsmont, desaprobaria el comportamiento de la madre irresponsable chasqueando la lengua con fruicion y haria esperar a los ninos. Unos seis meses antes, Grace habia llegado tarde a causa de unas obras en la carretera. Corroida por la culpa, imagino que Max la esperaba como en una escena de
Ya no se veia la escuela.
– Gire a la derecha.
Grace obedecio.
Su captor, si se le podia llamar asi, habia dicho que la llevaba a reunirse con Jack. Grace no sabia si era verdad, pero por alguna razon sospechaba que si. Estaba segura, por supuesto, de que el no lo hacia por bondad. La habian advertido. Se habia acercado demasiado. Ese hombre era peligroso; no necesitaba ver la pistola en la cintura para saberlo. Desprendia un chisporroteo, una electricidad, y Grace sabia, lo sabia sin mas, que ese hombre causaba estragos a su paso.
Pero Grace necesitaba desesperadamente ver adonde conducia esa situacion. Llevaba la pistola sujeta al tobillo. Si mantenia la calma, si tenia cuidado, podria jugar con el factor sorpresa. Eso era algo. Asi que de momento le seguiria la corriente. De todos modos, no le quedaba mas remedio.
Le preocupaba el manejo de la pistola y la funda. ?Podria sacar la pistola facilmente? ?Se dispararia realmente al apretar el gatillo? ?De verdad bastaba con apuntar y disparar? Y aunque pudiera sacar la pistola de la funda a tiempo -cosa que dudaba por la manera en que ese hombre la vigilaba-, ?que haria? ?Apuntarle y exigirle que la llevara a donde estaba Jack?
No podia imaginar que eso diese resultado.
Tampoco podia dispararle sin mas. No porque eso le supusiera un dilema etico ni por la duda de si tendria valor suficiente para apretar el gatillo. El, ese hombre, podia ser su unica conexion con Jack. Si lo mataba, ?en que posicion quedaba ella? Habria silenciado a su unica pista, tal vez la unica posibilidad, para encontrar a Jack.
«Mas vale esperar y ver que pasa», se dijo, como si pudiera elegir.
– ?Quien es usted? -pregunto Grace.
El hombre permanecio imperterrito. Cogio el bolso de Grace y vacio su contenido en el regazo. Lo reviso todo, revolviendo los objetos y tirandolos al asiento de atras. Encontro el movil, le quito la bateria y lo arrojo atras.
Ella siguio acribillandole a preguntas -donde esta mi marido, que quiere de nosotros-, pero el siguio sin contestar. Cuando llegaron a un semaforo en rojo, el hombre hizo algo que ella no esperaba.
Le apoyo la mano en la rodilla de la pierna coja.
– Se hizo dano en la pierna -dijo.
Grace no supo que contestar. El hombre la tocaba con suavidad, apenas rozandola. Y de pronto, sin previo aviso, le clavo los dedos como garras de acero. De hecho, los hundio bajo la rotula. Grace se doblo. Las yemas de los dedos del hombre desaparecieron en el hueco donde la rodilla se une a la tibia. El dolor fue tan repentino, tan intenso, que Grace ni siquiera pudo gritar. Tendio la mano y le cogio los dedos, intento apartarlos de su rodilla, pero no cedieron en absoluto. Su mano era como un bloque de cemento.
Su voz era apenas un susurro.
– Si aprieto un poco mas y luego tiro…
La cabeza le daba vueltas. Estaba a punto de perder el conocimiento.
– … podria arrancarle la rotula directamente.
Cuando el semaforo se puso en verde, la solto. Grace casi se desplomo de alivio. Todo habia transcurrido en no mas de cinco segundos. El hombre la miro. Habia un asomo de sonrisa en su rostro.
– Y ahora me gustaria que dejara de hablar, ?entendido?
Grace asintio.
El hombre miro hacia delante.
– Siga conduciendo.
Perlmutter ordeno que se alertase a todos los coches patrulla. Charlaine Swain habia tenido el buen tino de apuntar la marca y la matricula. El coche estaba a nombre de Grace Lawson, como era de prever. Perlmutter iba en un coche particular, rumbo a la escuela. Lo acompanaba Scott Duncan.
– ?Y quien es ese Eric Wu? -pregunto Duncan.